“Nunca se sabe cuándo
el pez bebe agua..”
■ He oído un par de veces al economista del Bank of America conversar sobre la economía venezolana. Aunque ha variado ligeramente su posición, parece más bien un apologeta, antes de Chávez y ahora de Maduro. Habla de unas fortalezas económicas venezolanas que no se ven por ningún lado.
Francisco estuvo como funcionario chavista, de 2000 a 2004, si mal no recuerdo, en la Asamblea Nacional, era director o algo parecido de la oficina de Asesoría Económica. No recuerdo ningún voto salvado ni ningún artículo crítico contra el gobierno, ni ninguna contrapropuesta al bojote de leyes irracionales, antieconómicas, propulsoras de las expropiaciones y del crecimiento e intervención exacerbada del Estado en el mundo de la producción y la distribución y, menos aún, en la adopción del control de cambios que tanto daño ha hecho en Venezuela. Es decir, Francisco algún pedacito de responsabilidad tiene en relación con este desastre y quién sabe si guarda dentro de su corazón un recuerdo rojo rojito.
También me he reunido con Francisco un par de veces. En la última oportunidad decliné una invitación a conversar. Esa dualidad de banquero y gobiernero me resulta un tanto curiosa. Francisco ha dicho de norte a sur y de este a oeste que “ahora sí es tiempo” de desmontar el control de cambios y se atreve a sugerir que una tasa de 35 bolívares por dólar como valor único, como tasa única, dice que representa el verdadero equilibrio de la tasa de cambio y que la misma no tendrá mayores repercusiones. Imagino que esa cifra saldrá de una combinación ponderada de las 4 tasas actuales. Ponderada según los porcentajes aproximados del mercado de divisas en Venezuela. Regulada/preferencial a 6,30; Sicad I a 12; Sicad II, 50 y tasa libre/negro a 120, este último valor para la semana comenzada el 17 noviembre de 2014. (Algo como 30% a 6 más 35% a 12 más 20% a 50 más 15% a 120, lo que significa un valor de 34 bolívares por dólar).
Pero Francisco parece haber olvidado que el conglomerado de empresas multinacionales presentes en Venezuela tiene 4 años que no recibe dólares para repatriar sus ganancias. Tal cifra, de acuerdo con lo comentado por el economista José Guerra en un par de oportunidades, supera generosamente los 10.000 millones de dólares. Enfatizo, si tales empresas no han podido liquidar sus dividendos, dado que el gobierno no le vende dólares, y eso sucedía cuando el petróleo estaba a 105 dólares el barril, ahora que bajó a 70, es decir, 35 dólares menos, los ejecutivos de tales empresas deben suponer que si antes era difícil repatriar a cambio preferencial, en la actualidad es imposible.
Entonces anotemos unos primeros 10.000 millones de dólares pendientes. Si a ello le sumamos lo señalado por Ricardo Hausmann, de dólares pendientes por liquidar en autorizaciones de Cadivi y de Cencoex a los importadores, que en forma aproximada alcanzan en el sector de alimentos unos 4.200 millones de dólares; en automotriz, 3.000; en farmacia y químicos, 3.500, y finalmente en aerolíneas, 3.500, sin incluir otros renglones, tendremos por este lado una presión de cambio de 14.200, que sumados a los primeros 10.000 eleva la demanda a unos 25.000 millones de dólares para arrancar. Finalmente 5.000 millones en deuda por armamentos rellenan una olla de 30.000 millones de dólares.
En una situación económica inestable, políticamente incierta, con el petróleo bajando y un déficit fiscal en aumento, aunada a una inflación galopante que puede llegar a 100% en 2015 la presión de los ahorristas venezolanos para conservar algo de su poder de compra en materia de tasa de cambio será inconmensurable. No creo que exista nadie con ahorros en bolívares que mantenga su posición, si tuviese oportunidad no de comprar dólares a 35 bolívares, que es la tasa calculada por Rodríguez, sino a 50 de Sicad II. Podríamos estimar, si el valor de 35 se adopta con eliminación del control de cambio, que unos 300.000 venezolanos (1% de la población, que es muy poco, muy conservador porcentaje) liquidarían todos sus ahorros en bolívares para convertirlos en moneda dura, y si estimamos un discreto monto de 100.000 dólares por persona, 3,5 millones de bolívares, lo mismo que cuesta una Ford Explorer o una Fortrunner, aquella cifra de 30.000 millones de dólares se duplicaría, 30.000 millones adicionales, para un gran total, muy conservador, de 60.000 millones. Es claro, no hay reservas ni ingresos suficientes para atender esa colosal demanda. Si existiera algún precio de equilibrio estaría muy por encima de los fulanos 35 de Francisco.
En todo caso, estamos en un atolladero que el gobierno armó. La economía actual es un producto claro de los disparates y errores de cuyo foso no saldrán sin antes dejar la piel pegada a la alambrada de púas de la realidad y después de recibir la más contundente derrota en las elecciones parlamentarias. Finalmente, el conflicto de intereses de Francisco es rotundo. Como economista jefe de la Región Andina del Bank of America está obligado a defender a los inversionistas privados que tienen bonos de Venezuela, es decir, hacer todo lo posible para que ganen, para que suban de precio. Por otro lado, al aparecer como “asesor” indirecto de Venezuela (declara todos los meses dándole recomendaciones al gobierno) tiene que haber pensado la posibilidad de que Venezuela compre sus propios bonos en descuento. Es decir, si hay un vencimiento, digamos, de 5.000 millones de dólares, valor facial, y se cotizan los bonos a 60% (3.000 millones valor de mercado), entonces para Venezuela sería gran negocio comprar en la bolsa de valores los bonos a vencerse de 5.000 por tan solo 3.000. Un ahorro de 2.000. La contradicción, amigo Rodríguez, es la siguiente: ¿hará usted lo imposible para que sus clientes del Bank of America ganen (que los bonos suban de precio) o hará usted lo imposible para que la República Bolivariana de Venezuela gane (que los bonos bajen de precio)? Sabiendo que los intereses de los inversionistas privados son literalmente contradictorios con los intereses de la república, ¿cómo resuelve ese enfrentamiento?
No se puede estar con Dios y con el Diablo.
*Eduardo Semtei. Analista, escritor y opinador de oficio. Fue diputado, director general de inversiones de Cordiplan y vicepresidente del CNE.
Por: Eduardo Semtei
@ssemtei
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Caracas, 24 de noviembre 2014
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