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GUSTAVO LINARES BENZO: El Psuv no solo es incompetencia y corrupción, es idolatría



GUSTAVO LINARES BENZO, El Psuv no solo es incompetencia y corrupción, es idolatría

Idolatría…


 

Buscan convertir el régimen civico-militar en encarnación de fuerzas superiores, supremas…

No pasó nada… los mismos nombres, en otros cargos, nada de medidas, nada de la gasolina, dólar o precios.

A no ser que se entienda que la salida de Ramírez de Pdvsa y de todo lo demás signifique un giro hacia la izquierda, pero también es verdad que pusieron en su lugar gente de la propia petrolera, nada menos que venidos de Citgo. Venga usted a saber, pero seguimos desangrándonos y no se aplica ni un torniquete.

Un país con un gobierno que expresamente dice que su plan es salvar a la raza humana, como en las películas de los Vengadores, pero que deja que sus ciudadanos más pobres se maten entre sí y no asegura ni harina y aceite, ni para comer ni para rodar, no es un gobierno, ni siquiera una jefatura civil, es un mitómano que en el mejor de los casos se cree sus mentiras. Un tebeo, una comiquita, Thor con un martillo de goma.

Ineptitud tan galáctica no es inocente, sin embargo. La economía es algo muy relativo, no queremos este desastre chavista, pero en el modelo confesado de tantos la clase media tiene veinte años sin aumento del salario real y hay dos millones de presos, mientras que el 1% más rico gana, digamos, treinta millones de dólares anuales por dar dos jonrones en un juego. En la otra orilla, la economía a duras penas crece y la seguridad social de hoy es tan espléndida que asegura la penuria de las próximas cuatro generaciones, por no decir que se financia porque Europa no aguanta ni un round con los rusos sin llamar a papá Estados Unidos para que los defienda: gasto de defensa cero.

Mucho más grave

La ineptitud chavista, decía, hace lujoso y superfluo este debate sobre el modelo económico. Pero el chavismo no solo es incompetencia y corrupción, es idolatría, cosa mucho más grave y menos relativa. Tanto, que los obispos católicos tuvieron que salir al paso de un padrenuestro que sustituía a Dios por Chávez. También sabemos que muchos cristianos evangélicos son aún más radicales en su crítica teológica al régimen, al que ven como puerta de fuerzas oscuras.

Más allá de estos análisis religiosos, tan importantes, la traducción política de idolatría es totalitarismo. Convertir un régimen político en encarnación de fuerzas superiores, supremas, sea Dios o sus sucedáneos ateos como la historia, es quitar todo límite al poder. Como decía Juan Pablo II (y lo dijo en Cuba, por cierto) ningún fundamentalismo, ni religioso ni político, puede ser la base de un Estado. En Venezuela presenciamos atónitos ese fenómeno, que hacía de Chávez ya en vida una cuasidivinidad, identificándolo con el pueblo y luego identificando al pueblo con él, verdadera blasfemia democrática. El aparato ideológico del Gobierno insistía de todas las maneras en esa superioridad mística del Comandante.

Con su enfermedad la tendencia llegó al paroxismo. El destino de la patria y del mundo dependía de un hombre. Luego de su fallecimiento, todo límite, todo pudor quedó atrás. El Cristo, el comandante Eterno. Términos teológicos que cuando se asocian al poder significan sometimiento, enajenación de la persona, alienación máxima. Ese es el mayor peligro del chavismo, el carácter donde se aprecia más su raíz marxista, hacer del Estado un dios, infalible, todopoderoso, ante el cual vidas y proyectos individuales deben sacrificarse.

¿Quién contra ellas?

Las captahuellas ya no son, pues, otra torpeza de un gobierno de quinta. Todos los gobiernos son malos, hay unos peores que otros, éste se lleva el primer premio. Pero hasta ahora los gobiernos venezolanos no se consideraban venidos del Olimpo. El desastre del día de parada, por ejemplo, no era una orden desde la eternidad; o Recadi, el Cadivi de antes, no se justificaba en misticismos o fuerza telúricas, simplemente los dólares ya no alcanzaban y así se decía. Las captahuellas son las captahuellas del Eterno, ¿quién contra ellas?

Esta divinización de lo político es antimoderna, es un retroceso a la antigüedad, a la divinidad del emperador, cuya adoración era necesaria para vivir, como atestiguan los mártires cristianos. La modernidad tiene su inicio en la distinción entre política y religión, historia que progresivamente llegó a la libertad personal del constitucionalismo. Los totalitarismos del siglo XX fueron eso, traer el cielo a la Tierra, lo que resultó un infierno.

El chavismo es, inclusive, un paso más atrás. Los totalitarismos han sido oficialmente ateos, la religión es el opio del pueblo, la mayor alienación, decía Marx. Ahora tenemos aquí un totalitarismo cristiano o santero, lo peor de los dos mundos. Un sincretismo que es, primero, una trampa para la buena fe de tantos, y luego, la mejor excusa para cualquier arbitrariedad, pues el opio se administra para que el poder domine, el opio hace tolerables treinta mil homicidios.

*Gustavo Linares Benzo. Abogado. Prof. Derecho Administrativo UCV. Caracas, Venezuela.


Por: Gustavo Linares Benzo
glinares@cjlegal.net
@glinaresbenzo
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EL UNIVERSAL
domingo 25 de marzo de 2012