Humor en serio
■ Quien subscribe hace tiempo que dejó de leer las leyes.
En los tiempos que corren, donde las leyes son un simple formalismo para encubrir el a-mi-me-sale-del-forro que nos rige, la legislación es literatura de ciencia ficción. Sin embargo, un amigo humorista me contó que aprobaron o están por aprobar, una ley o leya de protección o protecciona social o sociala al trabajador o trabajadora cultural o culturalo. Dicha ley contempla o contemplará que los artistas, para poder acceder a los fondos del Estado, no pueden hablar mal de Venezuela en el extranjero.
Para comenzar, en lo que a los humoristas toca, lo de recibir financiamiento del Estado, nunca ha estado en nuestros planes, muy por el contrario, somos nosotros de los principales financistas de este tiempo de expansión y progreso sin límites que vivimos los venezolanos, a través de las múltiples multas que a cada tanto nos ponen como una especie de impuesto al lujo que nos damos de hablar de lo bien que marcha el país. Lo del financiamiento, pues, lo del bozalito de arepa, lo de la compra de conciencia, no nos inquieta, no es con nosotros. Lo que sí preocupa es qué entienden los autores del proyecto por “hablar mal de Venezuela”, porque de los artistas venezolanos que más estamos viajando a presentarnos en los lugares donde habitan nuestros connacionales somos los humoristas y quieren vernos nuestros paisanos, casualmente, porque les hablamos maravillas del país. Les contamos, entre otras cosas, que eso de que en Venezuela hemos dejado de lado la ancestral costumbre de usar papel tualé, es un invento de los detractores, que aquí si algo hay es papel. Y si hay papel, obviamente es porque hay comida, buena, de calidad y en abundancia, al punto de que se va a colocar un capta huellas en los supermercados porque hay tanta abundancia que a la gente lo que le provoca es andar todo el santo día haciendo mercado y de allí las largas colas. Nosotros no pasamos por las penurias que pasa un compatriota que vive en Londres, que debe decidir entre 50 tipos de leche. No. Si gozamos de tiempo libre es gracias a que cada vez que vamos al supermercado basta con un fugaz vistazo al anaquel de la leche: si hay, llevamos, sin la amargura de la escogencía entre lactosada o deslactosada, con omega o sin omega, con calcio o sin calcio.
Tenemos un gobierno no honesto, honestísimo, pulquérrimo que llaman en eso del manejo de las finanzas públicas. Aquí en 15 años ningún funcionario se ha llevado un solo dólar, la economía marcha increíblemente hacia el bienestar y el progreso, la inflación es inexistente, al punto de que ya ni cifras de ella es menester publicar.
En cuanto a salud y seguridad, Venezuela es uno de los países más seguros del mundo junto a Guatemala y nuestros hospitales públicos funcionan tan bien que los sistemas privados de salud tienden a desaparecer. En Venezuela nadie quiere irse, más bien recibimos millones de inmigrantes y turistas que vienen buscando tranquilidad y sosiego, inversionistas atraídos por una economía estable. Nuestra principal industria, la del petróleo, marcha de manera impecable. Tenemos la gasolina más barata del universo, además, por lo visto, dentro de muy poco, le compraremos a Cuba el petróleo que le estamos regalando, porque es tanta la expansión petrolera del país que ya debemos importar lo que exportamos. Cómo será que el ministro de energía y presidente de PDVSA nos salió tan bueno, que hubo que nombrarlo canciller.
Así es que, por lo que a mí respecta, y aún a riesgo de que oleadas de inmigrantes ingleses, holandeses, españoles, irlandeses o americanos plaguen nuestras costas con sus veleros en busca de un futuro promisorio, iré dentro de poco a esos países en una gira de “Sit Down” a hacer lo que hago siempre: contar lo que está sucediendo en Venezuela, para que se mueran de envidia.
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