“La historia del héroe y el villano
gusta al chavismo y los seduce..”
■ Una de las mayores calamidades del chavismo es esa manera simple y ramplona de interpretar la realidad en blanco y negro, buenos contra malos, como si de un cuento de hadas o un comic de súper héroes se tratara. Es una de sus mayores calamidades, pero también uno de sus más poderosos atractivos y encantos.
Con muy pocas lecturas y estudios un izquierdista podría explicar todos los fenómenos psico-sociales, desde la pobreza y la guerra, que asume como maquinaciones diabólicas del pérfido imperialismo, hasta el adulterio y el divorcio, consecuencia de la alienación del hombre, condenado a la superficialidad y los falsos valores por una sociedad consumista que lo aleja de la familia y la vida en comunidad. Todo, absolutamente todo es explicable desde la izquierda con estas generalidades que no particularizan individuos ni contextos; y si alguien se atreve a discrepar, es que está confundido y no sabe de estas honduras y profundidades ideológicas, que hicieron que el marxismo deviniera en una especie de religión, cuyas interpretaciones sobre la realidad son irrefutables.
Unas pocas lecturas bastan para sentirse, entonces, dueño y señor de la realidad, muy crítico y circunspecto con todos y todo a su alrededor. Esta criticidad de medio pelo, limitada por un marco interpretativo pseudo religioso de verdades eternas e inmutables, es la que impera al analizar y valorar lo que sucede en el conflicto entre Palestina e Israel, en el cual hay un malo muy malo, Israel, y unos buenos muy buenos, los palestinos. Es la historia del héroe y el villano que tanto gusta al chavismo y seduce a las grandes masas, que siempre andan en busca de alguien a quien culpabilizar y crucificar, en esta historia de lucha entre la maldad y la bondad.
Uno de esos paladines de este discurso ramplón es Walter Martínez, conductor del programa televisivo Dossier. Walter presenta solamente la perspectiva palestina, los buenos. A los israelitas los muestra sencilla y fácilmente como los malos. A este bando pertenece, desde luego, el imperio de los Estados Unidos, último responsable de todo ese conflicto, por ser malo, muy malo, maluco, malísimo.
Walter, satisfecho de sí mismo porque su programa lo ve un ser tan crítico y de alto vuelo intelectual como Fidel Castro, no se inmuta por ser parcial en sus comentarios, él descarga toda su asombrosa erudición en blanco y negro, sin matices, en presentarnos a unos pobrecitos palestinos despojados de sus tierras (porque esa tierra es de ellos, de los palestinos, esto es incontestable para Walter, una verdad eterna y grandota como nuestro Gigante), invadidos y colonizados, lanzando pacíficamente en contra de Israel coheticos (de esos pequeños y chiquiticos que no le hacen daño a nadie, y mucho menos siembran temor y desasosiego entre los israelíes), por puro ejercicio festivo de pirotecnia.
Que los palestinos hagan uso de civiles para encubrir su arsenal militar en zonas residenciales tampoco es incumbencia de Walter, y mucho menos que los pobres palestinos dispongan de drones, aviones no tripulados, y no tengan recursos económicos para hacerse con un efectivo escudo anti-misiles para salvaguardar y proteger a su población.
No se trata aquí de apoyar a los israelíes y defender el uso desmedido de su fuerza bélica; de lo que se trata es de guardar las formas, al menos para aparentar imparcialidad y ser más creíble y convincente, para captar más audiencia. Al menos para rendirle tributo y dar a conocer ese experimento socialista exitoso de los judíos, el Kibutz (del cual mucho deberían aprender nuestros chavistas), que ha logrado establecer más de 250 comunidades igualitarias inspiradas en la propiedad común de los bienes de producción, que ha hecho realidad aquello que diría Marx de: “a cada uno según sus necesidades”. Por eso cuando desde Miraflores se habla de una confabulación del capitalismo y la derecha internacional (el mundo malo, muy malo y diabólico de Walter), en contra del pueblo palestino, uno se pregunta si la ignorancia justifica el atropello y la violencia en contra de los demás y de todo un pueblo, el judío, que también asume como suyas esas tierras, con todo el peso y la fuerza de su religión. Es el mismo guión nacional, de la mala oposición y los buenos chavistas, aplicado al escenario internacional.
Al profesor malo, muy malo, el alumnado coloquialmente le llama “pirata”. A su salón no se entra, se “aborda”. Así mismo, por su piratería (y miren que Walter se asemeja a la imagen ya clásica del pirata que nos dejó Stevenson en su novela La Isla del Tesoro), hay que ingresar a la “nave” de Walter Martínez, su “querida, contaminada y única nave espacial”. Su programa no hay que verlo, sino “abordarlo”.
*Rubén Darío De Mayo. Profesor universitario. Columnista de El Universal.
Por: RUBÉN DE MAYO
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REPORTERO24
Caracas, lunes 04 de agosto 2014
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