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GUSTAVO TOVAR-ARROYO: ¿Y el pajarito?



Nicolás, que nueva guevonada me tienes

¡Dios mío! ¡Pajarito!,
pronúnciate, di algo!


 

Tomografía de un güevón

La G en el modismo venezolano “güevón” es fundamental. Pronunciarlo con H es desabrido y pierde contundencia. Venezolano que se precie no comete semejante bajeza de carácter, dice las cosas como son sin tapujos: usa güevón con G no con H.

En Venezuela, además, un soberano güevón se reconoce porque lleva marcada la acentuación en la silaba aguda “vón”. Se alarga el acento y se enfatiza el tono. Decimos: “¡Es un guevooón!”.

Güevón no es un calificativo que se use para describir a una persona perezosa o indolente como en otros países de Latinoamérica, sino para simbolizar a un imbécil engreído.

El güevón venezolano alardea, presume, pavonea, su imbecilidad. No es un imbécil a secas, es un imbécil que fanfarronea su imbecilidad.

Claro, un güevón sólo dice güevonadas. Por ejemplo, señala que Tovar-Arroyo es un fascista o que María Corina es una magnicida o que el pajarito que trina en una iglesia es el comandante Hugo Chávez.

Son güevonadas. Meras, llanas e inauditas güevonadas. Nada más.

En ese sentido esta sin duda es una “revolución güevona” liderada por una cuerda de güevones que sólo fanfarronean a diario su imbecilidad.

Justifico ante mis editores y lectores la subida de tono de mis palabras, pero les juro que el 80% del país piensa como yo (el 20% restante son los güevones que todavía creen en esa festival de corrupción que es el socialismo). El lenguaje es para usarlo.

Mi voz -quemante- representa el sentir de la mayoría de los venezolanos, hablo por ellos. Déjenme hablar, estamos hartos, no nos callen.

Si me insultan a diario con puras güevonadas -fascista, golpista suave, poeta conspirador que no sabe disparar- por todos los medios de comunicación del estado, tengo el derecho constitucional a replicarle a los güevones. Es lo normal, me defiendo de tanto insulto. Además, un güevón es sólo eso: un güevón (con G). Decirle a uno “golpista” como lo fue Chávez es mucho peor, más cuando uno no sabe ni disparar.

En el peor de los casos mi rebelión semántica puede representar una oportunidad científica para el país.

Me explico: Nicolás, presumiendo su imbecilidad, dice públicamente que yo soy un fascista, lo cual es una güevonada. Tengo todo el derecho constitucional de señalar que quien dice semejante güevonada es un güevón. ¿O no?

¿Por qué no le hacemos una tomografía a Nicolás para evaluar clínicamente como funciona el cerebro de un güevon (con G)?

Sería un avance muy relevante y singular.

¿Y el pajarito?

Soy de los que piensan que es fundamental que Nicolás Maduro vuelva a conversar con el pajarito. No es un sarcasmo, es una urgencia nacional.

Si el pajarito es Chávez y si éste fue capaz de decirle tantas cosas a Nicolás en aquel crucial trinar de hace algún tiempo, es urgente que trinen públicamente en cadena nacional de radio y televisión para que le expliquen al país el contenido de la carta de Giordani.

Nadie entiende nada.

Chávez no puede andar como pajarito en grama ni hacerse el loco, mucho menos piar tarde. El tema es delicado y no hay quien lo explique. Tiene que trinar otra vez.

Por ejemplo, el pajarito Chávez nos debe canturrear razonablemente la güevonada de Nicolás de querer asumir la conducción económica del país si ni siquiera sabemos si sabe contar (sabemos que sabe restar y dividir, pero obviamente no sabe sumar).

¿O por qué, Chávez, como buen tórtolo jamás empleó a su tortolito Nicolás como miembro del gabinete económico? ¿Por qué en cambio el ahora zamuro chavista Giordani siempre estuvo junto a él? ¿Tórtolo o zamuro para dirigir la economía, cómo se pudo equivocar de esa manera el comandante pajarito?

Esto se enredó y nadie da una explicación coherente. Como si lo que está pasando fuera otra güevonada, los chavistas y los maduristas se acusan entre sí del desastre económico y del fracaso del “trasnochado” modelo socialista, pero nadie señala al verdadero y único responsable de esta salpicada cagada: el pajarito Chávez.

Maduro o la dictadura “pop”

Sabemos que Nicolás es un dictador “pop”: le encanta la farándula, debate con Rubén Blades sobre geopolítica, delira ideología con Juan Gabriel, su telonero político es el inefable Winston Vallenilla, no se perdía un programa de “noticias” de Chataing y su militar más representativo es el ratoncito Roque Valero; sabemos que se ofendió porque Madonna habló mal de él, que censuró el premio Oscar para evitar que lo tomaran como sopita y que sólo llamó a un “diálogo” nacional cuando murió una miss Venezuela. Puro show, pura TV.

Lo más representativo de Maduro como dictador “pop” lo escenificó con el frívolo duelo que le rindió a su amado pajarito eterno bailando, cantando, tocando tambores, manoseando cambures o disfrazado de campesino con un pajarito en la cabeza, a la semana de muerto.

Sabíamos que era farandulero y “pop”, pero no teníamos idea -ni el pajarito Chávez nos lo advirtió jamás- que Nicolás sabía algo de economía.

¿De dónde habrá sacado semejante güevonada?

Sabemos que a un güevon -según la acepción venezolana- le encanta fanfarronear su imbecilidad, pero tampoco se puede exagerar, al menos hasta que tengamos una tomografía de su cerebro y podamos dilucidar el alcance de sus imbecilidades: ¿dirigir la economía del país? ¿Él? ¿Nicolás?

¡Dios mío! ¡Pajarito! ¡Por favor, pronúnciate, di algo!

La situación es más delicada que nunca. Trina Nicolás, gorgojea, píale a tu tórtolo infinito, canta con él, exígele una explicación: ¿cómo cometió la güevonada de dejarte ahí?

Creo que en tu caso es más fácil renunciar que trinar, sólo renunciando no quedarás como un güevooón.

Piénsalo…, pero de todas maneras no dejes de trinar.

*Gustavo Tovar Arroyo, Abogado, escritor, poeta, educador y activista de los Derechos Humanos.

Por: Gustavo Tovar Arroyo
Politica | Opinión
@tovarr
Mexico, domingo 28 de junio, 2014




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