“Las mentes no pueden
ser cuadradas…“
■ Ernő Rubik inventó el famoso cubo que llevaría su nombre como una simple herramienta escolar, como un instrumento para hacer entender a sus estudiantes de arquitectura los objetos tridimensionales, pero había allí un tema estructural representado en cómo mover las partes independientemente sin que el mecanismo entero se derrumbara.
La resolución del rompecabezas pasa porque cada una de las seis caras vuelva a hacerse de un solo color. En este nuestro cada día hay fuego en alguna universidad, caen presos y heridos, las “autoridades” enumeran cuántos de los estudiantes han sido sacados de los campamentos para sumarse a la lista de detenidos, cada día sabemos de alguna violación a los Derechos Humanos y una imagen de un joven en peligro nos conmueve.
El cubo tiene extensiones internas ocultas. No sabemos si el “diálogo” es elástico o si se realiza. A veces escuchamos que una reunión desconocida ha sido aplazada y nos damos por enterados que las piezas centrales de todas las caras son cuadradas, pero que hay un ignoto mecanismo central para que todas las piezas quepan y giren alrededor.
El cubo tiene tornillos y cada cabeza de tornillo un resorte. Ello hace que el conjunto se mantenga intacto, pero uno presiente que la escasez, la carestía, la falta de agua, los apagones y la sangre de los estudiantes aflojan los tornillos, aunque los operadores aprietan o aflojan para modificar la tensión del cubo. Se pretende, como en las últimas versiones del cubo, poner remaches en lugar de tornillos para que el cubo se haga definitivo, estable, pieza en búsqueda de una suficiencia que podamos llamar coalición.
El cubo tiene piezas aristas. Pareciera que desarmarlo sólo requiere resolución. Las piezas centrales con caras coloreadas y las diversas combinaciones, nos demuestran complejidades, aunque demostrado está que bastaría quitar una pieza para dejarlo desarmado, para que deje de ser cubo, para que pase a ser multiplicidad de piezas en busca de conjunto hacia la construcción de una democracia de este siglo.
El cubo está lleno de acciones juveniles y de silencios, de afirmación juvenil de voluntad y de políticos negando, como cuando se produce la afirmación-negación de “mi partido no irá a la coalición” o cuando se usa Twitter para negar en determinado sitio de la ciudad exista una protesta.
Juegan con el cubo. Han convertido al país en el cubo de Rubik. Lo han venido haciendo un mecanismo-crucigrama sin palabras, sólo de colores a acomodar, de caras a poner de un solo color, mientras el dictador del cubo amenaza con dejar sin asistencia consular a los cientos de miles de compatriotas que viven en los Estados Unidos o describe fantasiosos planes económicos que llenan los estantes a falta de productos.
Las manos están sobre el cubo. Cada día mueven sus pequeños cuadrados y en cada movimiento caen venezolanos aplastados por las paredes de los pequeños cuadrados. El país debe salirse del cubo. El desmontaje del cubo tiene vanguardia, lo que le falta es reconocimiento a su condición de vanguardia que no parece dispuesta a cometer los mismos errores de correr a ensartarse en los cuadrados para ser concejales o diputados.
Las mentes no pueden ser cuadradas. No pueden permitir las manotas sigan acomodándolos por colores, atornillados para que el conjunto desafíe las leyes de la gravedad política y permanezca como un cubo que flota en desafío de todas las leyes de la física.