“Le Capital au XXIe siècle”
■ El libro El capital en el siglo XXI se ha convertido en una nueva biblia para los economistas que no se arrodillan frente a la mano invisible del mercado. Sobre todo cuando hay evidencias claras de que esa mano muchas veces tiene los ojos más abiertos que un vendedor de prendas. Su autor, Thomas Piketty, un profesor y economista francés, ha revolucionado el mundo de la literatura económica y financiera y, evidentemente, la política con la publicación de su último título.
Los premios Nobel Paúl Krugman y Joseph Stiglitz lo han cobijado de alguna manera bajo su manto, mientras que los sectores privados empresariales, sobre todos los hombres de las grandes fortunas, han pegado un grito al cielo hablando de marxismo, comunismo. Acusando a Piketty de que le pega a su mujer, que fumaba marihuana y que no paga impuestos. En cuanto a rebatir sus aseveraciones y conclusiones, no aparece nada en el escenario. La misma táctica que emplean los equivocados y erráticos cuando la bolsa de sus argumentos se encuentra vacía de ideas, propuestas y análisis.
Reconocer, como lo hizo el Credit Suisse, que 10% de los hombres más poderosos tienen 86% de la riqueza global, planetaria, no deja de asombrar y seguramente de llenar de vergüenza a la mayoría de los gobernantes del mundo cuando observan la pobreza en África, en India y en América Latina. Pero cuando, siguiendo el discurso e informe del Credit Suisse que Piketty refleja y plasma con sesudos y bien documentados informes e investigaciones, leemos que tan solo 1% de los hipermillonarios posee 46% de toda la riqueza de la Tierra, nuestro asombro se convierte en un clamor de justicia y un reclamo para que alguna iniciativa pueda ser tomada y si no para revertir tan oprobiosa realidad, al menos evitar que la brecha se ensanche y que la desigualdad se remonte.
Mr. Pethokoukis, presidente de la Fedecámaras estadounidense, no hace sino proferir descalificaciones, acusaciones, denuestos y ataques al francés, y llegó incluso a opinar que los argumentos del profesor no son aplicables en la realidad y mucho menos en Estados Unidos, ya que en ese fulano libro se habla de una clase media y en el gran país del norte no existe tal categoría, pues, como se sabe, la existencia de clases es un concepto absolutamente marxista y, por ende, inaplicable a países capitalistas.
Hay una evidente desigualdad en la distribución de la riqueza. En el crecimiento de las grandes fortunas. Esta discusión, de cómo hacer para romper tan deformante realidad, fue incluso tema de discusión hasta en la Revolución Francesa donde se eliminó la herencia absoluta al hijo mayor y se incluyó a los hermanos fuera del matrimonio, en búsqueda de justicia y de mejor distribución de los bienes.
Piketty de alguna manera señala que la herencia como factor de acumulación del capital es muy superior a la riqueza proveniente del trabajo y de la creación de valores por empresarios y trabajadores. La herencia entonces recicla cada vez con más fuerza la acumulación desigual y combinada de los bienes en el mundo. Por ejemplo, Warren Buffet ganó en 2013 unos 12.700 millones de dólares. Mal podría pensarse que lo hizo sobre la base de la creación de valores en base al trabajo. Así que, un aumento considerable de impuestos a las rentas de las grandes fortunas es un medio, un camino, una fórmula que, sin afectar el desmedido poder de los grandes capitales, permite que la riqueza del mundo pueda distribuirse de mejor manera.
Entre sus recomendaciones más radicales se encuentra su propuesta de incrementar los porcentajes del impuesto sobre la renta hasta 80% a aquellas personas cuyos ingresos superen 1 millón de dólares anuales. Sobre esta base establece una escala que aumenta la presión fiscal. Que Warren Buffet en lugar de ganar 12.700 millones de dólares en 2013, tan solo aumente su patrimonio en 2.540 millones, es decir unos 211 millones mensuales o lo que es igual unos 7 millones de dólares diarios no creo que sea un gran sacrificio.
Krugman y Stiglitz se afincan en las conclusiones de Piketty al afirmar que si el crecimiento porcentual de la riqueza de las grandes fortunas, especialmente de ese 1% que tiene más que 46% de los que menos acumulan, es superior al incremento del PIB mundial la desigualdad se estará desarrollando con la fuerza de un huracán y los vientos de pobreza y miseria seguirán recorriendo la mayoría de los países del globo.
Por supuesto que la inversión pública debe ser racional. Los análisis de costo/beneficio deben ser aplicados rigurosamente. Entre hacer un hospital, una carretera o una universidad, habrá de aplicarse un sistema de selección riguroso que mida el beneficio neto a la sociedad y no obedezca a los gritos destemplados de las multitudes. Piketty se atreve a sugerir que una distribución más justa y racional debe apuntar a que el beneficio y la riqueza mundial se asignen con 30% a las clases más pobres, 45% a las llamadas capas medias y 25% para los ricachones de siempre. Que, como se evidencia, no salen nada mal del asunto, si consideramos el número de personas que integran cada uno de los anteriormente tres señalados sectores.
Ojo. Esta discusión no valida para nada la sarta de errores conceptuales y prácticos del gobierno de Maduro. El despilfarro de la riqueza petrolera es la peor del mundo. Krugman y Stiglitz han opinado en diversas ocasiones contra los disparates económicos del gobierno.
*Eduardo Semtei. Analista, escritor y opinador de oficio. Fue diputado, director general de inversiones de Cordiplan y vicepresidente del CNE.
Por: EDUARDO SEMTEI
@ssemtei
POLÍTICA | OPINIÓN
El Nacional
Caracas, lunes 19 de mayo 2014
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