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LUIS ALFREDO RAPOZO: ¡Eso…se agradece, por siempre!



macondo

Macondo puede ser en
cualquier parte…


 

El día que Gabriel García Márquez ingresó a un Hospital en ciudad de México a comienzos del año 2014 para tratarse un problema respiratorio y una deshidratación, inmediatamente me puse a sacar cuentas para precisar su edad y dar con el tiempo exacto: tenía 87 años. Y entonces me dije: “Ya el Gabo está pidiendo pista”.

“Es uno de los escritores que más he disfrutado en mi vida”-pensé-. La forma de contar sus historias y los temas que nos regaló los leía con ansiedad y goce desde la primera vez que tomé un ejemplar de “Cien años de Soledad”, comprado en una librería caraqueña, cerca de la plaza Bolívar, dos años después de haberse ganado el premio Rómulo Gallegos, con ella.

Yo era un muchacho, que en ese momento cursaba mi bachillerato y estaba en período de vacaciones. Recuerdo que mis amigos del liceo del curso de quinto año estuvieron comentando la obra; hablando que no la entendían, que era difícil y que no sabían cómo habían salido en un examen de castellano y literatura. Entonces, allí me decidí a darle una primera lectura por simple curiosidad, en la paz de mi habitación durante un lluvioso mes de Agosto…

Recuerdo, que en esa oportunidad me leí la obra como si fuese un ser desprotegido contra un hechizo hipnotizante, que no me dejaba pensar en otra cosa distinta y que solo me levantaba para comer e ir al baño, para instalarme a leer nuevamente arriba de una almohada. Cuando terminé de leer la última página, exclamé: “¡qué novela tan genial!”.

En varias tertulias me la pasaba contando la novela y promocionando la lectura a los muchachos, mientras las lindas compañeras me miraban con sus ojos saltones ávidos de información y curiosidad. Todos salían a buscar un ejemplar para leer y luego procedían a llamarme para decirme: “la leí”. Todo un boom literario. El cristiano que no supiera de qué trataba “Cien años de Soledad”, era simplemente un inculto, y nadie quería serlo.

Un día de Abril de este año 2014, la familia del Gabo informó a los medios “…que no se preocuparan, que el escritor estaría en su casa y que todo estaba bajo control”.

Pero, el que sabe leer, entiende que el costeño colombiano, estaba en sus últimos días. Por ello, me puse a revisar mi biblioteca para ver, qué no he leído del premio novel. Prácticamente toda su obra la tengo. Muchos libros leídos más de una vez. También tengo unas seis películas y se que me faltan varios guiones llevados al cine que son difíciles de conseguir; que hay libros prestados y nunca devueltos; razón por la cual debo reponerlos, porque seguramente iniciaré una relectura de su obra. Si. Eso pensé la tarde que se murió y sentí un dolor terrible, un sentimiento de pérdida muy grande. Sin embargo, un gran agradecimiento, porque el Gabo, nos dejó hojas y más hojas de creatividad y eso se agradece por siempre.

Se agradece tanto quizás como los españoles admiraran a Cervantes, como los ingleses leyeron a Shakespeare. Entonces, uno entiende como los colombianos se sienten tan orgullosos del Gabo, como nosotros lo amamos igual, que a un escritor venezolano, porque Macondo puede ser en cualquier parte…


*Luis Alfredo Rapozo,
La Sociologia en aplicacion es mi vida. Escribo analizando el entorno en plena libertad de ideas. (Caracas-Anzoategui y en Uchire).

Por: Luis Alfredo Rapozo
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luisrapozo@yahoo.es
@luisrapozo
jueves 05 de febrero, 2014

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