“Un lenguaje que
nadie entiende...”
■ Frase gloriosa de Jorge Rodríguez dirigida a Andrés Velásquez en medio de la primera reunión formal del diálogo que no es diálogo, pero que sí es debate sin que formalmente sea debate. El mismo enredo que tiene de cabeza a todo el país.
Si usted encuentra una montaña de basura en la calle en jurisdicción de Jorge Rodríguez; es decir lo que queda del Municipio Libertador del Distrito Capital, Caracas, en realidad no es basura. Puede ser cualquier cosa, pero basura nunca. Desde un arbolito de navidad de diseño revolucionario hasta un ataque del imperio para sabotear la pulcra gestión del alcalde Rodríguez, quien con su perfección ha convertido a Caracas en una de las ciudades más horripilantes del mundo. La cosa es tan grave que ya la gente no vive en Caracas. Simplemente se la cala. No le queda otra. No es una ciudad vivible. Por eso, más allá de la bobería infantil e inmadura del irreductible revolucionario Jorge Rodríguez con su frase que lo eleva a la gloria de la luchas épicas por la justicia y lo coloca en los peldaños más altos, donde están los próceres de la historia del socialismo; basta recorrer Caracas un día cualquiera de su casa al trabajo o por donde sea para darse cuenta que es más paja mental que verdadera inteligencia, es más bobería que gestión, es más irresponsabilidad que seriedad revolucionaria, todo este asunto de Rodríguez alcalde.
Pero vale la pena reírse un poco con la frase del prócer local, solo comparable con aquellas famosas palabras de Fidel Castro después del fracaso en el Cuartel Mocada en los comienzos de la lucha armada en Cuba “la historia me absolverá”. De este momento histórico protagonizado por el papá malandro de todos estos socialistas piratas al “muy esperanzado Andrés, por más que me caigas muy mal, porque me caes malísimo desde hace mucho tiempo” del prócer de Caracas, Jorge Rodríguez, hay un trecho que deja en evidencia de qué clase de revolución estamos hablando en Venezuela. Es la revolución tapa amarilla, la más fraudulenta, corrupta y superficial de la historia. Nada más.
Pero seguramente los ciudadanos caraqueños tendrán más razones para decirle a Rodríguez “me caes mal”. Cada vez que se tropiezan con un pedazo de acera rota y dejan un tobillo es esta tierra donde nació el Libertador ahora convertido en chapita de los cubanos. Gritarán “me caes mal” cada vez que tienen que patinar sobre el arroz podrido que sale de las bolsas de basura nunca recogidas por los revolucionarios camiones del aseo y además aguantarse el revolucionario mal olor eterno acompañante de edificios y negocios. “Me caes mal”, Rodríguez por la inseguridad, por los buhoneros, por el sucio, por las calles rotas, por los semáforos que no sirven, por los malandros sueltos, por la anarquía de los motorizados, el terror a salir de noche, las plazas abandonadas.
Caracas, o lo que queda de ella, es reflejo de esa superficialidad mental que suelta ese “me caes mal”.
Es más, “me caes mal, malísimo”
*ELIDES J. ROJAS L. | Periodista graduado en la UCAB en 1979 y abogado egresado de la UCAB en 1985. Caracas. Venezuela
Por: Elides J. Rojas L*.
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Caracas, martes 15 de abril, 2014
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