“El enconchado” es el
principal cabecilla
■ La represión de las protestas en Venezuela genera fisuras en el seno del chavismo.
■ Parapetados en puntos estratégicos de San Cristóbal, los opositores resisten las embestidas de la Guardia Nacional.
■ En esa provincia del suroeste se inició la revuelta estudiantil que hace frente al régimen, y es donde el contrataque de los cuerpos de inteligencia y los escuadrones antimotines ha sido más virulento.
San Cristóbal.- “El Enconchado va a salir de la madriguera número 2. ¡Alerta!”. Golpeado en un hombro, el “guarimbero gocho” (rebelde del Táchira) aprovecha las sombras de la madrugada para salir de su posición de combate. Sus compañeros le protegen comunicándose con walkie-talkies, utilizando claves secretas y cambiando de frecuencia.
Están parapetados en seis torres de la principal arteria de San Cristóbal, desde allí se divisan puntos estratégicos de la capital del estado fronterizo con Colombia.
Seis personas con binoculares en el punto más alto de cada edificio, pertrechados para resistir las embestidas diarias de la Guardia Nacional y de los colectivos revolucionarios, que subidos en sus motos disparan y saquean ante la inacción policial.
Buena parte de los 240 apartamentos de los edificios apoyan a los rebeldes. Aquí son un centenar entre los 1.200 residentes, entre los que también hay oficialistas. No muchos: San Cristóbal es el bastión del antichavismo y sus jóvenes levantados, aprendices o embrión de guerrilleros urbanos, armados de piedras y tirachinas, contra la fuerza represora del Gobierno.
Los guarimberos:
Las decisiones se toman en asambleas, con votación incluida. Si en los techos hay vigías, en los salones se esconden un arsenal de piedras y frigoríficos con pedazos de hielo listos para recibir a los guardias. En la calle, el resto de guarimberos, dispuestos para devolver una piedra por cada bala, perdigón o gas que les lancen sus enemigos “vendepatrias”.
“El enconchado” (el que se oculta) es el principal cabecilla. Es de las pocas personas que puede atravesar una ciudad tomada por más de 200 barricadas. Bastan unas contraseñas para abrirle camino.
“Verdugo no pide clemencia, que empiece el show”. El Enconchado, de 29 años, antiguo dirigente universitario, pertenece a la generación del “gas del bueno”, aquélla que derrotó a Hugo Chávez en el referéndum constitucional de 2007 y que el comandante supremo combatió con sus fuerzas antidisturbios y sus gases lacrimógenos.
Ha decidido dar la batalla en la calle contra “la dictadura de Nicolás Maduro. Y ahora habla de paz, ¿paz para seguir pisoteando”. Tira piedras con mucha puntería y graba vídeos que parecen “ucranianos” mientras planea nuevas estrategias.
Varios documentos audiovisuales confirman que estuvo en medio de la “operación” que la semana pasada arrinconó a un general de la Guardia Nacional y 20 de sus militares. Cientos de “protestantes” rodearon a la brigada y les hicieron retroceder entre una cascada de insultos y de eslógans rebeldes (“¡El pueblo, unido, jamás será vencido!”, “¡Cubanos!”).
Piedras en mano, retadores, con las caras tapadas con sus camisetas. “Les asustamos y les corrimos. Le metí un coñazo al general (destituido posteriormente), el hombre se me echó encima pero los compañeros le sujetaron. Les quitamos 8 bombas lacrimógenas y un casco. Pero si llega a pasar ayer, les hubiéramos quitado todas las armas”, rememora.
Cambia de ropa por lo menos tres veces al día, para que no le identifiquen. Han comprado varios botiquines para sus puntos de defensa, gracias a una colecta entre ellos. Incluso cuentan con tres médicos entre los 100 resistentes que componen su equipo de defensa. “Protestante que llegue herido a cualquier hospital, le arman expediente judicial”, sostiene El Enconchado.
Buena parte de la sociedad de San Cristóbal apoya a sus muchachos. Suenan los teléfonos. “En uno de los barrios con las barricadas más fuertes están preparando una de casi tres metros de altura. Participan ingenieros, herreros, metalúrgicos y ferreteros. Van a perforar el suelo con un martillo hidráulico para construir encima”, explica con orgullo.
Las tanquetas son objetivo fundamental de los guarimberos. Gracias a la información que aporta Internet han descubierto sus puntos débiles, como la salida de aire acondicionado. “Ya conseguimos inmovilizar una, quitando las alcantarillas. Les tendimos la trampa y cayeron. Necesitaron una grúa para sacarla del agujero”.
Otras armas de defensa también han llegado a través de google: molotovs con azúcar y jabón en polvo, que provocan llamas de gran altura.
“El gobernador nos ha acusado de que escondemos francotiradores porque un día partimos el vidrio de su camioneta. Fue uno de los chamos, que disparó un perdigón (de los que utiliza la guardia) con un tirachinas”.
“El Enconchado” sabe que vive momentos excepcionales. Los tupamaros le persiguen, incluso le amenazaron de muerte a través de un sms. Es un guerrero que puede caer detenido. O herido. Por eso ha dejado un vídeo para su familia, que parece un testamento de vida. O de muerte: “No se vayan a doblegar. Espero que el país entienda que hay gente que está dando su vida”.
Pese a la crisis Táchira mantiene su fe:
El sábado a mediodía, practicantes de varias religiones se unieron en oración por la paz y en la noche un grupo de mujeres compartió el rosario. Rezaron muy cerca de donde murió Jymmy Vargas, el joven que resbaló durante un enfrentamiento con la guardia, y frente a un contenedor azul, símbolo de una barricada de Pueblo Nuevo que el diario The New York Times universalizó en portada. Resistencia es, precisamente, un código de entendimiento estampado sobre el metal.
La preocupación ha llegado a Miraflores:
Dos batallones de paracaidistas, el cuerpo de ingenieros del Ejército y el sobrevuelo de aviones de combate son refuerzos que no han podido amansar el territorio electoralmente más adverso del país. Casi 26% de ventaja sacó la oposición sobre el oficialismo en esta entidad el 14-A, sin contar que en la capital la brecha se amplió a 46 puntos. “Estoy angustiado por Táchira”, confesó el presidente Nicolás Maduro el jueves en la noche, ocho días después de amenazarla con estado de excepción. “Meterse allí, con el nivel de violencia y de destrucción que hay, tiene grandes consecuencias y costos. ¿Qué hago? Les dejo esa tarea, pido ayuda”, emplazó el mandatario.
No es para menos. La semana que termina balanceó al menos 10 comercios saqueados, las oficinas de AD violentadas y dos discotecas, una alcaldía y una sede gubernamental incendiadas. En las últimas horas un sargento y un soldado fueron heridos de bala mientras recogían escombros de madrugada. Vielma ha acusado del vandalismo a paramilitares y Maduro a un movimiento separatista alentado por la derecha colombiana. La gente, mientras tanto, vota estrategias en asambleas ciudadanas y resiste ataques de los cuerpos de seguridad. En el más reciente, vecinos de la avenida España y 90 ancianos del Asilo San Pablo soportaron una lluvia de lacrimógenas la madrugada del sábado.
Por: Daniel Lozano
Especial para DLA
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Domingo 2 de marzo de 2014
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