En una guerra civil no gana
nadie, sólo el mal…
■ Pisamos La raya que nos había trazado el odio, nos encegueció, entramos en pleno combate, pero Dios se pregunta: ¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo? Y agrega: ¿Por qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de tu hermano y no miras la viga que hay en la tuya?
Sólo Dios sabrá si hay tiempo para parar el enfrentamiento en Venezuela, pero la lucha se radicalizó y pareciera que no hay vuelta atrás. El diálogo no se dio, los radicales avanzaron, tomaron terreno con una gran carga de violencia que ya lleva varios muertos, heridos, saqueos, atracos, asesinatos, robos, violaciones, represión brutal, barricadas en las calles y algunas zonas están militarizadas. Esto ya lo sabe el mundo, pero lo que no sabe es que Dios está con nosotros y el mal jamás le ha ganado a Él. Tengamos fe que lo no deseado se va de Venezuela.
Los hombres y mujeres de fe confiamos en Dios, pero al mismo tiempo debemos reflexionar sobre nuestra conducta. En Venezuela casi la totalidad de sus habitantes somos cristianos, y podemos estar en cualquier bando político, pero sobre esa actividad, está nuestra devoción cristiana, y en ella hemos aprendido de la Sagrada Escritura, que jamás debemos darle paso al maligno. Una guerra civil es un acto demoníaco, donde no gana nadie, sólo el mal. Ahí pierden su vida los niños, los inocentes, los ancianos, los más débiles, los indefensos, mientras los atracadores, los asaltantes de camino, los violadores y los saqueadores de ciudades, son los que disfrutan a sus anchas de los planes y las acciones del mal. Los países que han vivido guerras, conflictos entre hermanos, pasan los años y todavía se sienten avergonzados. Si los radicales quieren matarse que vayan para la plaza de toros como en el circo romano, pero nosotros tenemos que hacerle entender al gobierno su responsabilidad y que no debe estar buscando pandilleros para que lo defiendan, ni utilizar a las fuerzas armadas para enfrentarlas a manifestaciones pacificas.
Los venezolanos somos hombres y mujeres pensantes. Puede que el Presidente de la República esté atrapado entre los hilos del poder y lo hayan enceguecido, pero si los venezolanos, los hombres de Dios, perdemos la vista, nos enceguecemos, ¿cómo puede un ciego guiar a otro ciego? ¿Y qué puede hacer Dios por nosotros? Digámosle al Presidente que queremos hablar con él, como ya se lo han manifestado muchos venezolanos en cartas dirigidas a Miraflores: que dialoguemos, porque por el camino que va, es el camino del maligno, el camino de la guerra y de la destrucción del país. Pidámosle a Dios que lo ilumine, que nos escuche y que enfrente al mal, al mismo que le está ofreciendo maravillas y le muestra el trono de una dictadura. Igualmente pidámosle a Dios que nos podamos unir los de allá y los de acá y logremos un país verdaderamente democrático y que todos podamos vivir en paz y en armonía. Hagamos oración; oremos por nosotros, por nuestros hermanos y por nuestro país.
Dios ha hecho cambiar la conducta de algunos reyes, pero son más los que le han desobedecido, incluso, la mayor desobediencia viene de su propio pueblo. En la Sagrada Escritura encontramos el Mensaje de las Lamentaciones. Me gustaría alargar este artículo un poco más para hacer mención de la Cuarta Lamentación, donde el autor desconocido y señalado como poeta, deja ver los sentimientos de venganza y las reacciones ante la opresión y la injusticia, pero todos conocemos lo limitado de papel que está la prensa. Ayúdenme a comprender lo que quiero decirles y busquen en la Biblia, Lamentaciones 4, (1-22). Les hago este pedimento, porque el texto bíblico nos ayuda a comprender que el dolor tiene también una dimensión violenta de la que es necesario apartarse, tal como nos lo enseñó Jesús. Oremos que para Dios no hay nada imposible. Un abrazo. Los quiero mucho.
Por: Lenín Valero
(Periodista)
Politica | Opinión
leninvalero1@hotmail.com
@valeromarquez
Valera, Miércoles 26 de Febrero de 2014
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