“El desorbitante costo humano por
tratar de mandar dando mazazos..”
■ Posiblemente la semana pasada nos ha enseñado no pocas cosas a los venezolanos, algunas de verdad sorprendentes. En síntesis nosotros diríamos que, más allá del luto y la indeseable violencia desatada, la oposición al gobierno totalitario sale robustecida de esas jornadas con aprendizajes realmente trascendentes.
La protesta misma, nacional y con réplicas posteriores a pesar del terror que quiso sembrar el gobierno, en especial con sus paramilitares, indica que el temple bravío de muchos venezolanos está allí y que es capaz de hacerse de las calles para repudiar la bancarrota nacional a que nos ha conducido el chavismo, cuyos efectos no harán sino crecer en lo sucesivo si no se abandona el torvo camino que se emprendió en 1999. Los estereotipos de la resignada pasividad, “un país que aguanta todo”, o de la indolente apoliticidad de los jóvenes ya no operan. Y esa confianza va a ser importante si se la utiliza debidamente, con constancia, firmeza y eludiendo en lo posible toda violencia.
O el comunicado de casi cien periodistas de la Cadena Capriles criticando las trastadas de su nuevo dueño y reivindicando su derecho a ejercer su oficio con dignidad, documento inédito en el país, histórico ciertamente (¿en qué andará Díaz Rangel a todas éstas?). O la vergüenza que siente Luis Chataing por la poca moral de la televisión venezolana, toda. Cosa que muchos hemos dicho, pero pocas veces se ha oído de alguien tan cercano a ésta. La noble reacción ética, aunada a la revolución libertaria de las redes sociales y sus innúmeros emisores, ratifica que la libertad de expresión siempre encuentra sus maneras de burlar el despotismo.
Por el contrario el gobierno ha mostrado una vez más su poca influencia entre los jóvenes universitarios. Ha evidenciado ante el país y el mundo que tiene feroces y bien armados guardianes, capaces de actuar sin miramientos cuando fuese menester. Lo cual lo inscribe en una de las más aberrantes tradiciones de todos los totalitarismos, las camisas negras. Y no ha encontrado otra explicación para una protesta multitudinaria y pacífica (salvo algunos exaltados, a menudo infiltrados, que suele haberlos en toda multitud, controlables civilizadamente) que inventar un golpe de Estado propiciado, cuándo no, por el imperialismo yanqui. Con esto pretende justificar sus atropellos de toda índole. Coartada bastante absurda porque si golpe hubiese debería buscarse a los golpistas en los cuarteles que es donde están los hombres y los artefactos que lo hacen posible, lo cual en absoluto se ha hecho. Que a los protestatarios no les gusta el gobierno de Maduro es obvio y nada hay de ilegal en que se pida hasta su renuncia. Suele pasar en muchos países sin que ello implique muertos, heridos, presos ¡y torturados! La pregunta, a lo mejor ociosa, es si todos estos días de esa violencia temible y dolorosa, pudiesen servirle al gobierno para caer en cuenta de que es desorbitante el costo humano de tratar de mandar dando mazazos y no ejerciendo la razón y las normas de la convivencia. Sobre todo en días de crisis, muy objetivamente hablando.
Pero no podemos dejar de señalar algunos gestos inéditos, por ejemplo la gallarda actitud de los periodistas ante el intento de crear un cerco comunicacional, mayor al que ya existe, para tapar la amplitud de la protesta y los abusos del gobierno. Las renuncias de los periodistas de Globovisión y las excusas públicas con propósito de enmienda del canal por su poco honorable actuación el día 12.
Por: Fernando Rodríguez/
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