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LUIS ALFREDO RAPOZO: Tres momentos y un cuento



23 de enero de 1958

La moto del General..


 

La brisa marina acariciaba los cocoteros que bordeaban la hermosa estructura civil y militar de la Isla La Orchila, en el Caribe venezolano.

Los marineros custodios veían el intenso movimiento de aviones, que traían personal de mantenimiento para poner todo como una tacita de plata; llegaban mesoneros, chef de cocina, una orquesta de baile completa y muchas cajas de bebidas, muebles y otros artefactos, que pronosticaban un bochinche de película, en medio del azul periférico de las aguas tropicales.

Una hermosa moto vespa, fue bajada de un helicóptero como si fuera el personaje principal de una película de James Bond y un militar de alto rango no dejaba que nadie la tocara, siguiendo órdenes expresas de su dueño.

Antes de que se ocultara el sol, ya la orquesta estaba tocando sus primeas guarachas y algunos invitados bailaban en la pista como si estuvieran en los carnavales del Hotel Ávila. Entonces, llegó el General acompañado de una espectacular mujer rubia importada del mediterráneo italiano con un físico desbordante de atractivos femeninos, que Marilyn Monroe, parecería un renacuajo en un pozo.

Antes de las doce de la noche, las bebidas espirituosas habían causado un extraño efecto y el baile se transformó en una mezcla de templete playero, balneario y zamba que hacía de las delicias de los invitados como si estuviesen en un sitio único en el mundo.

Entonces, salió la rubia corriendo como loca por la orilla del mar, vestida con un pantaloncito corto y una blusita, y atrás iba el General montado en su moto vespa como si fuera un llanero cabalgando su bronco y gritando como si estuviese arreando ganado y enlazando vaquillas, para marcarlas o llevarlas a la parrilla…

La maleta del general..

“Esa madrugada del jueves, el hombre había tomado su decisión, la cual le ahorró, seguramente, mucha sangre al país. Todos los días del mes de Enero de ese año habían sido de trasnocho en trasnocho y de evaluación de la situación permanentemente, con dos cambios de gabinete gubernamental incluidos”-me contaba el viejo Bernardino Raposo-.

“Entonces, el Presidente ordenó cargar su equipaje, el cual fue armado en poco tiempo, quizás sin indumentarias, ni recuerditos, ni libros, ni nada que indicara que se iba de viaje, pero si se llevaba dinero en moneda extranjera, bonos, papeles, certificados y sus libretas de ahorros en quien sabe dónde.

-¿Para dónde vamos mi General?-le preguntó un sujeto con cara de paludismo-.

-Móntate y púyalo para el aeropuerto de la Carlota-le respondió, mientras daba las últimas órdenes a sus seguidores del ocaso.

Así fue como “cara de paludismo”.condujo el vehículo presidencial a gran velocidad por las calles desoladas de Caracas, que recibían el rocío que paseaban los vientos postrimeros al fin de año.”

-Y allí terminó la dictadura abuelo?-le preguntamos a Bernardino, que se había quedado mirando el cielo, como recordando-.

“No, mijo-nos respondió inmediatamente-, entonces, en “La Carlota”, ya el avión estaba con los motores encendidos, calentando y con la nariz mirando para la pista. De esa manera, el General, se bajó del auto y se despidió nuevamente. Cargaron sus maletas en “La vaca sagrada”, que así se llamaba el avión presidencial y se montó rapidito, ordenando: -“Adelante compañeros”.

-¿Para dónde mi General?-le preguntó el capitán de la aeronave-

-Coja vuelo, que enseguida le digo para dónde-le respondió el Presidente en desgracia-.”

¿Ahí si termina el cuento?-interrumpimos al abuelo como poniendo punto final a la historia, pero el abuelo negaba con la cabeza-. ¿Qué pasó, abuelo?-le preguntamos-.

“El hombre se fue, pero dejó una maleta”-nos respondió mostrando una risita.

-¿Y, qué tenía la maleta, abuelo?-preguntamos-

-“Mucha plata, mijo-nos respondió el abuelo-, mucha plata.”

Benjamín Cañas se trajo un cuadro.

Cuando Benjamín Cañas despertó esa mañana pudo escuchar las repetidas noticias que hablaban de la salida del General; “…que se había ido en el avión presidencial y que seguramente estaba en República Dominicana”. Benjamín vivía en la Urbanización 2 de diciembre , que fue construida después del año 1954 para darle techo a la clase obrera, que vivía en ranchos miserables en los barrios que se habían multiplicado como la verdolaga y que era conformada por gente que venía de la provincia buscando mejor nivel de vida.

“Esa es la historia”-me contaba el señor Baldomero Camacho, un comerciante que tenía un quiosco frente al bloque 7 de la cañada, donde expendía empanadas, avena, café, Jugo de naranja y arepas con queso blanco rayado y revoltillo de huevos.

“-Si, ese día los periódicos sacaron ediciones extraordinarias informando de la caída del gobierno-me seguía diciendo el señor Baldomero, con su acento andino del pueblo de Táriba, en el Estado Táchira-, entonces, la gente comenzó a salir a las calles y se montaban en camiones y en autobuses para hacer caravanas de festejos y entonces, marcharon por las principales avenidas de la ciudad y como un ejército se dirigieron a la sede de la seguridad Nacional. Eso lo recuerdo clarito, porque yo estuve allí con el amigo Benjamín –me decía-, en medio de aquella euforia incontenible.

Cuando llegamos, ya mucha gente había entrado y liberado los presos que tenían allí: saquearon todo, y hasta se dieron asesinatos, o linchamientos, mejor dicho. Yo pasé por encima de uno de ellos, que debió ser más malo que Guardajumo, porque se veía bien estropeado el hombre. Benjamín salió con un cuadro de Bolívar que se había escapado del desmadre y yo no pelé una máquina de escribir americana, que me hija usó bastante tiempo después, hasta que estuvo en la Universidad y entonces, yo le recordaba siempre que ese fue el botín de aquel 23 de Enero de 1958.

Al otro día- me decía el señor Baldomero-, el amigo Benjamín se fue a su trabajo en el Instituto de Obras Sanitarias, donde trabajaba, gracias a su apoyo al General.”


Por: Luis Alfredo Rapozo
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jueves 24 de enero, 2014

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