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GUSTAVO AZOCAR: Carta a Monica Spear



monica spear en flor savaje

El Calabozo de la Libertad

Apreciada Mónica:

Esta es mi primera columna de 2014. Y te la he querido dedicar a ti, aunque nunca tuve la dicha y el honor de conocerte personalmente.

Sólo guardo en mi memoria algunas imágenes de ti, especialmente las de Miss Venezuela, donde con tu belleza e inteligencia, lograste ganarte el cariño, el afecto y el amor no solamente del jurado, sino de una gran cantidad de venezolanos.

Mónica, quiero contarte que tengo 3 hijos y un nieto de apenas 3 años. Los he criado aquí en Venezuela y les he enseñado a amar a este país, a pesar de todos los problemas que padece. Deseo, al igual que la gran mayoría de los venezolanos, que mis hijos crezcan y se desarrollen en este país y no en otro.

Pero después de ver lo que te acaba de ocurrir a ti, y lo que a diario le ocurre a cientos y cientos de venezolanos que son víctimas del hampa, uno no sabe si esa es la decisión correcta.

Formo parte de esa enorme cantidad de padres y madres venezolanos que duermen con el corazón en vilo cada vez que uno de nuestros hijos sale de noche para una fiesta. No podemos prohibirles que lo hagan, y lo único que hacemos es encomendárselos a Dios y a todos los santos para que los cuiden y los protejan.

Cuando uno de nuestros hijos se va de vacaciones a Mérida, Falcón, Maracaibo o Caracas, el estrés y la tensión nos obligan a tomar dosis adicionales de calmantes para evitar que el corazón se nos salga por la boca.

Es triste decirlo, pero Venezuela se ha convertido, desde 1998 en adelante, con la llegada de ese arroz con tamarindo que llaman revolución o socialismo del siglo XXI, en uno de los pocos países del mundo donde los padres entierran a sus hijos, y no donde los hijos entierran a sus padres. La delincuencia y el hampa desbordada se llevaron a toda una generación de venezolanas y venezolanos que pudieron haber dado mucho más por este país.

Es lastimoso leer en la prensa que sólo durante el año 2013, un total de 24.763 venezolanos fallecieron a manos del hampa. Me pregunto:

¿cuántos de esos venezolanos eran jóvenes prometedores y talentosos como tú? ¿Cuántas de esas víctimas eran menores de edad que apenas empezaban a vivir?

Mónica: quienes somos padres y madres de familia, hemos sentido tu asesinato muy de cerca. No quiero decir con esto que quienes no sean padres no lo hayan sentido. Sólo quiero decir que, nos ha afectado muchísimo, porque hemos llegado a pensar que lo que te ocurrió a ti, también pudo haberle ocurrido a cualquiera de nuestros hijos.

Pero no solamente nos ha herido la forma tan triste y tan lamentable como te fuiste de este mundo. Nos ha herido, nos ha lastimado, y nos ha encolerizado, la forma tan descaradamente absurda, como desde el gobierno se pretendió hacerle ver al país que muchos de nosotros estábamos “politizando” tu asesinato. Para algunos personeros del gobierno, protestar, reclamar, pedir justicia, exigir seguridad, solicitar el fin de la violencia y arrecharse por lo que te pasó a ti, es “politizar” el crimen.

¡Qué barbaridad! Este gobierno, que lo ha politizado todo: la educación, la salud, la seguridad, la alimentación, la fuerza armada, la policía, las universidades, las escuelas, los liceos, y hasta las bodegas, nos acusa a nosotros de “politizar” tu asesinato por exigir justicia y la determinación de responsabilidades.

Pero bueno, no era para eso que quería escribirte estas líneas. Cuando me senté frente a la computadora, sólo quería dedicarte esta carta como venezolano y como padre de familia. Y eso es precisamente lo que quiero hacer.

Mónica: estoy seguro que Dios Todopoderoso te recibirá con los brazos abiertos allá en el cielo. A veces provoca reclamarle a Dios por llevarse de la tierra tan temprano a personas a quienes amamos y queremos, personas buenas, personas nobles, personas como tú y como muchas otras, que tienen tanto y tanto que darle a este país y al mundo. Te confieso que muchas veces me cuesta entender a Dios cuando ocurren este tipo de muertes, a todas luces injustas, que llenan de tristeza y de dolor a muchos hogares venezolanos.

Pero Dios es grande y misericordioso, y yo no soy quien para cuestionar sus decisiones y sus procederes. Entiendo que cada cosa que ocurre bajo el sol tiene su razón de ser y que lo que quizás puede ser incomprensible para nosotros, es perfectamente comprensible para el que todo lo sabe y que todo lo puede.

Quiero, finalmente, decirte que tu muerte no ha sido en vano. Hay una enorme cantidad de venezolanos que parecieran haber abierto los ojos a raíz de tu asesinato. Tu muerte, dolorosa y triste, abrió la mente y el corazón de un sinnúmero de personas que creían que la inseguridad en Venezuela, era sólo una “sensación”. Puedes irte tranquila al cielo. Tu misión en la tierra ha sido cumplida.


Por: Gustavo Azócar A.
@GustavoAzocarA
elnegroazocar@gmail.com
Politica | Opinión
San Cristóbal, 09 de enero de 2014