Chifles: buitres, gorrones,
mangantes y abusivos
La voraz capacidad venezolana de tragar lo que se ofrece cuando no hay que pagarlo puede compararse con la que manifiestan algunos países que se consideran ahijados del régimen militar bolivariano y han hecho suya la canción de Juan Luís Guerra: Ojalá que llueva café en el campo…
Cuando se producían, antes del chavismo, recepciones y vernissages y el país vivía con cierto esplendor, los venezolanos cantábamos, reíamos y opinábamos sin temor a ser enjuiciados o calificados de fascistas y de traidores a la patria, y asistíamos a fiestas y cocteles bien servidos y atendidos. Esto atraía también a muchos gorreros de esos que sólo viven a costa ajena: “chifles” los llamaba Adriano González León: parásitos, aprovechadores que en otras latitudes llaman buitres, gorrones, mangantes y abusivos.
Todos hemos topado alguna vez con esos chifles que se colean en inauguraciones, bautizos de libros y exposiciones de pintura donde se ofrecen tragos. Son los que ninguno de los invitados conoce o, para decirlo mejor, son los que no conocen a ningún invitado pero fingen conocerlos y se colocan estratégicamente en el lugar de donde salen los tragos y los pasapalos. En las fiestas que nuestras embajadas ofrecen el 5 de Julio siempre hay quien envuelve los tequeños en servilletas para meterlos en los bolsillos o en las carteras.
Recuerdo que en uno de aquellos vernissages caraqueños María Teresa Castillo me preguntó si ya había probado el pernil de búfalo. Y ante mi asombro de que se ofreciera en Caracas un pernil de ese noble animal asiático conocido como el “tractor de oriente”, agregó: “¡Apúrate, que se está acabando!”. Cuando llegué ¡sólo quedaba el hueso! Una vez ocurrió algo insólito e inesperado. La relacionista pública de la institución que con mayor frecuencia reunía a sus invitados logró conocer no sólo el nombre de un chifle impenitente sino su dirección postal, y lo invitó al siguiente agasajo con una tarjeta elegantísima con su nombre gorrero en relieve, lo que provocó en el sujeto un efecto contrario: ¡No asistió! Le molestó la invitación; sintió que se le estaba impidiendo el disfrute de colearse en la fiesta; de no ser invitado. ¡Resultaba insultante! Da pena decirlo, pero a Cuba habría que mandarle una invitación similar, ¡la que nunca recibieron de los soviéticos! La misma invitación que recibirían del régimen venezolano en el supuesto negado de que los cubanos se pusieran cómicos como el secretario general de la OEA, famoso ahora porque en lugar del café que llueve en el campo le llovieron insultos y procacidades.
Cuba gorreó a los soviéticos hasta que se cerró el grifo; pero debe tener un ángel de la guarda marxista-leninista, porque de inmediato el régimen venezolano le abrió otro bastante provechoso en petróleo, contratos por largos años y el honor de que nos integremos a su bandera. Los cubanos vivirán mejor que nosotros y nosotros acabaremos viviendo como han vivido ellos en los últimos 50 años.
Hemos atraído la atención internacional por la capacidad de dar de lo nuestro sin pedir nada a cambio, a no ser un presunto liderazgo continental muy puesto en duda.
Y mientras bailan tangos, sambas, carnavalitos, inditas y sanjuanitos, otros jerarcas aprovechan nuestros gestos dispendiosos pero revolucionarios para hacer exactamente lo mismo que los chifles y los coleados; pero en lugar de tragos y pasapalos de la Casa Mar, lo que esperan es que pasen maletines, barriles de petróleo, aviones y ambulancias; sobornos; autopistas, plantas eléctricas, hospitales y, de ser posible, alguna ocasional foto presidencial ¡debidamente autografiada!
Por: RODOLFO IZAGUIRRE
izaguirreblanco@gmail.com
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