Los hijos de
los héroes..
■ No hay que subestimar el grado de intimidad que pueden alcanzar dos personas cuando comentan un texto.
Es una compenetración, por cierto, que se extiende a todo el grupo, cuando la lectura es colectiva. La enseñanza me ha dado el privilegio de conocer almas extraordinarias. Y muchos de mi discípulos se sorprenden de la fuerte confianza que nos une y la facilidad con que fluyen sus confidencias, aún cuando haya pasado tiempo sin vernos. Esto se explica porque la relación tuvo sus cimientos en la creatividad, que es la mejor parte de todos nosotros. La más hermosa y, lo más importante, a que solo se desarrolla en un medio donde prive la confianza, sobre todo en las propias posibilidades.
La periodista Vicglamar Torres fue mi alumna en mi curso de Escritura Creativa. Ford Motor Company acaba de descubrir algo que yo supe hace más de una década, cuando la tuve en el aula: Vicglamar es una Mujer Legendaria; y como tal recibió, el jueves 12 de diciembre, el premio que esta firma concede a cinco mujeres al año.
Se trata del Premio Mujeres Legendarias de Ford, que distingue a figuras hispanas en los Estados Unidos. Vicglamar tiene más de 10 años viviendo en Nueva York, donde trabaja como periodista.
El fabricante de automóviles reconoce el liderazgo en organizaciones de todo orden, incluida la familia. De hecho, Vicglamar fue honrada como “Super Mamá Latina: un modelo de conducta para su familia y la comunidad, que alienta a otros padres en persona o en línea con sus experiencias y conocimientos”.
“La verdad, me siento contenta”, me confesó en una carta donde me comentaba incidencias del premio.
-Yo no tenía ni idea de lo que se trataba. Un colega me mandó un cuestionario y lo llené, sin detenerme en su finalidad. Cuando estás tan ocupada, haces muchas cosas sin saber exactamente para qué serán. Pues resulta que él y otros panas habían decidido postularme para esto. Cuando me enteré, me reí. Supe que no era chiste cuando me llamaron de la Fundación Ford para decirme que, entre las 600 postulaciones, la mía había quedado entre las 15 finalistas y que me estaban extendiendo una invitación a Detroit para entrevistarnos personalmente.
-Lo que me alegra de esto -sigue Vicglamar- es que, en realidad, el premiado es mi hijo Gabriel. Al jurado le pareció que no haber aceptado como definitiva que ese niño con su cráneo reconstruido y sus problemas motrices no podría caminar o correr tras una pelota, fue un acto de valentía.
“Consideraron que es inspirador haberlo ayudado a que no solo caminara, sino que a los 8 años sea un guapísimo e inteligente atleta; después de que varios especialistas renombrados nos dijeron que no había esperanzas. Y mira que Gabriel visitó, además de los hospitales más importantes del área triestatal, el Boston Children’s Hospital, el de Texas y los de las universidades de Georgetown y Maryland. Solo tres especialistas nos dijeron: “sigan, que sí puede”: el doctor que lo operó, su mentor -un viejito francés que dirige el departamento de Neurocirugía Infantil, en la Universidad de Nueva York- y Mauricio Krivoy, en el Centro Médico de San Bernardino, Caracas.
“Perdona la catarsis. No sé por qué contigo siempre afloran las cosas que tengo atragantadas entre el corazón y la garganta, como la craniosinostosis de mi hijo y sus consecuencias: sus múltiples terapias; su incapacidad para dormir por una época; el riesgo letal que significaba un mínimo golpe; siempre fue una lucha muy íntima, muy a puertas cerradas en el hogar”.
“Casi nunca hablé de eso, lo compartía muy poco. Y, fíjate, un compañero del periódico donde trabajaba entonces -cuando regresé a trabajar, porque durante un tiempo me mantuve con mi hijo todo el tiempo- decidió contarle la historia a Ford. Es una historia que mis colegas vivieron a medias conmigo (porque en Estados Unidos, así seas latino no hablas mucho de tu vida personal), porque veían mis ojeras y sentían cada día esa angustia silenciosa que habita en el desesperado”.
“Así que lo menos que esperaba es que la gente se enterara de la lucha de un par de inmigrantes que, a la vez que trataban de adaptarse a una sociedad ajena y afrontaban los sobresaltos legales que nos toca pasar a los inmigrantes, también libraban una batalla contra unos músculos entumecidos y con cierta distrofia. También eso lo logramos vencer”.
Antes de enviarme esta carta, Vicglamar me había contado buena parte de lo que ella y su esposo bregaron para darle a su hijo una vida normal y saludable. La sola narración de un día cualquiera bastaba para dejarme agotada. Antes de conocer a Gabriel ya sabía detalles tremendos de su historia clínica.
El día que finalmente lo vi por primera vez, fui con su padre a recogerlo en la cancha de fútbol. Desde el carro lo vi venir, ágil, igual en todo a los otros niños, excepto por los ojazos de la madre, que heredó íntegramente. Y una cierta complexión moral secreta, que solo tienen los hijos de los héroes.
Por: MILAGROS SOCORRO
@MilagrosSocorro
Politica | Opinión
miércoles 18 de diciembre, 2013
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