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MANUEL MALAVER: Capriles y Maduro frente a frente el próximo domingo



El match Capriles-Maduro

El match Capriles-Maduro

 

Maduro ha dado muestras de tener una pésima idea de la crisis que le ha tocado confrontar, y de las soluciones que tendría que acometer para disolverla, en stricto sensu.

Aunque no podría decirse que a la campaña de los candidatos que luchan por ser los alcaldes de los 335 municipios del país en las elecciones del próximo domingo les falte el ardor típico de estos eventos, sería un engaño no admitir que lo que está en juego en última instancia, -y como elemento esencial y fundamental de la política nacional-, es si Henrique Capriles Radonski es el líder de las mayorías venezolanas o si lo es Nicolás Maduro.

Interrogante que quedó planteada a raíz de la impugnación del primero de los resultados en las elecciones presidenciales del 14 de abril pasado y que continúa siendo el gran nudo de la política venezolana hasta tanto no ocurra un cataclismo que lo desate. Las elecciones para alcaldes y autoridades legislativas municipales del próximo domingo bien podrían ser ese cataclismo, pues aportarán elementos para concluir, o que Capriles es el líder de una mayoría de electores que terminará arrollando a Maduro más temprano que tarde, o que Maduro se consolidará en el poder, y seguirá implementando un proyecto por el que es lícito echar mano a lo que sea, con tal de mantener la ilusión de que es el sucesor del difunto presidente Chávez.

Puede afirmarse que a partir del mismo 14 de abril en la noche empezó el match Capriles-Maduro, y que, desde entonces, ni uno ni otro han emprendido una sola iniciativa de política que no busque fortalecer su posición y acorralar al contrario,También que, medida en rounds, la pelea tiene episodios que podrían atribuirse a uno u otro contrincante, si bien, evaluada en conjunto, sería ingenuo no aceptar que Capriles está ganando por golpiza.

Lo más notable a este respecto, sin embargo, es que la ventaja que sin reserva se le puede atribuir a Capriles, no es obra exclusiva del feliz desempeño del hasta ahora candidato de la unidad -y mucho menos de la coalición de partidos que lo acompaña, la llamada MUD-, sino de la catástrofe económica, política y social de los 14 años del gobierno de Chávez y que, el comandante-presidente, dejó como herencia a su sucesor.

Vale decir que, aunque como presidente, Maduro ha dado muestras de tener una pésima idea de la crisis que le ha tocado confrontar, y de las soluciones que tendría que acometer para disolverla, en stricto sensu, no puede decirse que sea un colapso de su autoría, sino que, simplemente, lo vio avanzar y arrasar sin hacer nada para contenerlo.

Fue una consecuencia, por tanto, de su condición de segundón, del “yes man” de un caudillo que solo adquirió confianza y poder en cuanto no tenía palabras, ojos, ni oídos para lo que Chávez hacía, contrahacía y deshacía.

En este orden, su gran error ha consistido en mantenerse en los términos de un chavismo fullero, disléxico, fonográfico, hormonal y ramplón, siendo que algunos gestos, unas simples palabras, pero sobre todo, unos simples modales para diferenciarse del autor de la gran tragedia nacional, lo habrían convertido en un líder con una audacia parecida a la estrenó Juan Manuel Santos en Colombia con relación a Uribe,

Se ha señalado que, dado que Maduro no ascendió a la presidencia por méritos propios, sino en una suerte de promoción dinástica auspiciada por los hermanos Castro de Cuba, y aceptada por Chávez, quedó preso del postchavismo radical e incapacitado de dar pasos en un estilo y unas políticas diferentes a su antecesor.

Sin embargo, llama la atención que empezando su mandato con una política económica dirigida a rectificar los desastres que heredó que promovía Nelson Merentes, al final terminó víctima del marxismo-leninismo de manual, monosilábico y autodidacta hacia donde lo empujaban Giordani y los radicales.

Por supuesto que ello ha sido la causa de que las mayorías venezolanas estén desde hace meses identificando a Maduro como el arranque y motor de la actual crisis de desabastecimiento, inflación y agudización de la inseguridad y la crisis eléctrica y, lo que es peor, de que no haya hecho nada por corregirlas y mucho por agravarlas.

En cuanto a Capriles, su trabajo -o estilo de pelea- ha consistido en aplicarle a Maduro la famosa frase de Napoleón: “Si tu enemigo se está equivocando, no lo interrumpas”, y conteste con ello, ha concentrado sus ataques en resaltar la pésima gestión del sucesor, marcarlo para que no tome iniciativas que lo diferencien del colapso, y colocándolo como la víctima principal en caso del gobierno pierdas las elecciones del 8-D.

En esta línea, ha deslizado la idea de que las elecciones, más que para elegir unos alcaldes, son un plebiscito contra Maduro, quien volvería a quedar como el perdedor de las presidenciales del 14-A, mientras se prepara a gobernar como un presidente en minoría que tendría que poner fin a sus políticas económicas desastrosas y procubanas y esperar por un referendo revocatorio en el 2016 que no le permitiría un más allá en el poder.

Por ello, la campaña electoral de la oposición ha sido también la campaña electoral de Capriles, el cual, ha recorrido el país, promoviendo los candidatos a alcaldes, es cierto, pero también reforzando su liderazgo, y dejando claro de que hay un candidato a presidente esperando turno al bate y para ya.

Cuán acertada y cerca de sus objetivos es la campaña de Capriles, puede verse en las extraordinarias manifestaciones que ha reunido en las ciudades donde ha planteado bandera, demostrando, que si cometió un error de estrategia al mandar para sus casas a los partidarios que reclamaban reconteo de votos el 15 y 16 de abril, ello no ha mellado un liderado que, evidentemente, continúa sin contestación ni revelo.

Conclusión a la que han llegado, antes que otros factores políticos nacionales, las “Salas Situacionales” del gobierno, las cuales, lo han venido acusando por un presunto abandono de sus funciones como gobernador de Miranda, pero también por “delitos” que lo llevarían a la cárcel y lo inhabilitarían políticamente.

Capriles, desde luego, no ha caído en la provocación, se mantiene en los trece de su estrategia de que la “salida es constitucional”, y que el 8-D es un “plebiscito contra Maduro”, y de lo acertadas de estas propuestas dan fe que muchos analistas las consideran decisivas para que Maduro lanzara la política de ponerle “precios justos” a los electrodomésticos, mientras los anaqueles de los abastos, mercados y supermercados seguían sin leche, harina pan, arroz, carne, pollo, aceite, azúcar, y papel toalet.


Por: Manuel Malaver
@MMalaverM
Politica | Opinión
Domingo 01 de diciembre, del 2013




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