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CLAUDIO NAZOA: El chivo sabio



OscarYanes, Asi son las cosas

¡Así sí son las cosas!


 

¿De dónde viene el perro callejero? ¿Por qué las hormigas están tan apuradas? Abro los ojos, veo el reloj. Son las dos de la mañana. Sigo soñando. Pido otro trago. ¿Por qué la jirafa tiene el cuello tan largo? ¿Por qué el hipopótamo es tan gordo? ¿Por qué los morrocoyes son lentos, conchudos, y tienen la mala costumbre de estar todo el día en camiseta e interiores jugando dominó dentro de su concha? ¿Esto es un sueño?… No, es la clase de literatura de mis profesores Digna de Rivas y Germán Flores.

Pasaron años sin movernos de la barra y miles de enloquecidas hormigas van y vienen desesperadas porque temen perder el Metro que las llevará a un trabajo que no tienen.

Los perros callejeros usan corbatas. Sobre uno de ellos, dos pulgas filósofas que estudiaron con Laureano Márquez, hacen conjeturas.

-¿Habrá vida en otros perros? ­pregunta una de ellas.

Unas jirafas sostienen un semáforo con la boca. La señora hipopótamo con sus hijitos, todos gorditos, toman Toddy en baldes amarillos. Uno de ellos le pregunta a su madre: – Mamá, ¿qué hacemos si nos da hipo? – Nada ­responde- le pones “pótamo” y sigues siendo un hipopótamo.

Entran dos cisnes, uno negro y otro blanco: -¡Por favor, dos fruit punchs sin licor y unas fresitas dietéticas! -¡Ayyyyy….! -grita una cucaracha que cuida el baño y a quien le falta la patica principal.

Una garza de patas largas que toma nota del pedido, susurra con sorna: -¡Cógeme ese trompo en la uña! La señora hipopótamo se levanta de la mesa, paga la cuenta con billeticos de mortadela.

Cuando sale a la calle tropieza con un mono borracho que le grita: “¡Ese culote!”, sin poder mantener el equilibrio se acerca a mi mujer y le dice: “¿Qué le parecería a una hermosa dama como usted el amor de un mono?”.

¡Esta vez no es sueño! Ella besa al mono. Le brinda un banana split, le agarra una mano tiernamente y embelesada se va con él mientras me dice: “Lo siento, cariño, te dije que si no nos casábamos esto podría ocurrir”.

Entra un venado macho, me mira y pide un ron doble. Me ve llorar y me dice: “No se preocupe amigo, que cacho no mata”. Sigo llorando y le respondo: “Lo que me duele es que se fue con un mono”. El venado me mira, tiene los ojos aguarapados y con resignación replica: “Dígame a mí, que me dejaron por un burro zurdo de ojos azules…” -¡Ay! Ya empezaron con sus vulgaridades. Esto es un sueño machista ­susurran los cisnes.

-¡Compadre, apúrese que hay hambre! ­comenta un lechón bohemio que devora con los ojos a su congénere.

Al bar entra el poeta Leonardo Padrón abrazado a una gallina con pechuga de silicón. Leonardo, desde un oscuro rincón, pregunta: “¿Por qué las gallinas no tienen tetas?… Es porque el gallo no tiene manos, ja, ja, ja, era un chiste” ­se responde divertido a sí mismo.

El cantinero se quita la nariz roja y advierte que está entrando un chivo negro.

El presidente habla en el televisor. Se encadena.

La cucaracha ebria que se fugó del libro de Kafka, increpa: -¡Ignorantes!, lo que pasa es que se ha creado el Ministerio de la Felicidad.

El chivo negro, cada vez más grande, levantando la cara, aclara: -¡Ni ministerio, ni felicidad ni pesadilla! ¡Esto es una metamorfosis! Todo está cambiando.

Salta el presidente del televisor y chiquitico, desde la barra, grita: -¡Golpistas! Asombrados, no lo miran a él, miran al chivo. Lo reconocen, es el periodista Oscar Yanes.

-¡Explique, poeta! ­dice Leonardo Padrón desde la esquina de la barra, mientras, en una copa, toma chicha con ginebra decorada con una aceituna con semilla, al tiempo que escribe un poema a Mariaca, una ruiseñor hembra con pico de plata y hoyuelos en los cachetes que se coleó en este cuento.

El ilustre chivo negro revela por fin lo que está pasando: – Regresamos al pasado y caímos en el futuro sin haber estado nunca en el presente.

-¡Chúpate esa mandarina! ­grita dicharachero el venado macho, mientras el presidente, cada vez más chiquitico, vuelve a meterse al televisor.

Un zancudo de izquierda oprime un botón a la derecha y desde el control, le pone mute al televisor; ahora el presidente sólo gesticula.

Nadie sabe lo que dice, nadie sabe qué está pasando, ¿será que Zapata al igual que Velázquez nos está dibujando? Pero muy pronto entenderán, porque Oscar Yanes vive en el corazón de todos los hombres libres, sabios y de buena voluntad.

¡Así sí son las cosas! ¡Seguiremos vibrando y usted, donde esté, nos verá cubriéndonos de gloria!


Por: Claudio Nazoa
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EL NACIONAL
jueves 07 de noviembre, 2013


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