Artillería de Oficio
■ Nicolás Maduro parece tener dificultades con la realidad, o porque no la entiende o porque esotéricamente no la acepta.
Seis meses después de ser anunciados los dudosos resultados electorales que por ahora lo mantienen en la Presidencia, su cara es de absoluta perplejidad: los labios apretados le impiden esbozar una sonrisa de felicidad y exhibe una mueca de preocupación, su mirada a veces esquiva, a veces fija, no es de sorpresa, sino de quien busca una salida y no la encuentra. En cierto modo, se muestra estupefacto ante los acontecimientos que probablemente creyó que iba a cambiar y empeoraron.
Maduro es un hombre de pensamiento no rápido que le hace pasar malas jugadas, sobre todo en el lenguaje; tiene dificultades para resolver los angustiosos problemas del país y no comprende que tiene que gobernar con los más eficientes, disminuir los índices de criminalidad y violencia, dotar los hospitales públicos, incentivar la producción, respetar el derecho a la libertad de expresión, y los de todos los ciudadanos, permanentemente burlados y estafados con promesas de bienestar que solo disfrutan los enchufados y los que hacen grandes negocios con el poder.
El malestar social es tan grande que la creación de un Viceministerio de la Felicidad Suprema significa un insulto a la inteligencia y un mecanismo diseñado para ocultar las dificultades. Se trata de una nueva técnica de sometimiento y humillación para una sociedad que navega en la miseria y la escasez. El Viceministerio de la Felicidad Suprema es otro eufemismo como “el mar de la felicidad”, que solo ha traído sufrimiento al pueblo cubano, cuya obsesión principal es escapar de esa isla aunque tengan que arriesgar la vida en “el corredor de la muerte” del estrecho de Florida.
Como en Cuba, aquí ya no es posible distinguir entre la corrupción y la supervivencia, estamos experimentando lo mismo, se priorizan las necesidades: primero que nada la subsistencia, y de último, la dignidad. Primero un pote de leche, después la libertad. Millones de venezolanos andan persiguiendo un pollo para alimentar a su familia y no les da tiempo para reflexionar sobre la militarización de la sociedad, los presos y exiliados políticos, las fallas en el transporte público, los cortes cada vez más seguidos de la luz eléctrica, la cartilla de racionamiento que impuso la realidad.
Si, finalmente, los venezolanos no podemos alcanzar la felicidad suprema, será por culpa del imperio o de la derecha fascista, en nada el gobierno será culpable de imponer un modelo de economía ineficiente, obsoleto en la productividad y dedicado a la supervivencia en medio de una insólita devaluación del bolívar y un mercado negro de divisas disparado e inmune a las bravuconadas inútiles del ministro Ramírez, que le ha declarado la guerra al mercado paralelo, pero virtualmente. En nada es culpable Nicolás Maduro, que se encuentra perdido entre las brumas, huyendo de la realidad a todo trance, usando la “patria querida” como bandera. ¡Estoy de patrias hasta los tequeteques! Se han inventado unas patrias para no quedarse sin identidad y sin partida de nacimiento.
Qué mala suerte que nos haya tocado padecer a una banda de tarados y rufianes que visten los sórdidos ropajes del fanatismo y consideran que hay una patria y es suya, y que eso les concede el derecho de excluir a los ciudadanos que no militan en sus ideas arcaicas.
¿Cuál es la noción de patria de quienes han entregado la soberanía y nuestros recursos naturales a Cuba y a los chinos? En esta patria inventada por el chavismo no hay felicidad posible con la suprema arrechera producida con tanto engaño.
Por: MARIANELLA SALAZAR
msalazar@cantv.net
@AliasMalula
Política | Opinión
miercoles 30 de octubre 2013
EL NACIONAL
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