“Entre piruetas
y artimañas..”
■ La Asamblea Nacional es una suerte de coto de caza privado y oficialista.
En el país se está asentando un grave proceso de desinstitucionalización, paralelo al de su militarización. Por ahora, el Consejo Nacional Electoral (CNE), órgano clave para la vida democrática, existe de facto pero no jurídicamente.
El organismo está sobregirado desde hace varios meses y los mandantes no dan señales de que el asunto les preocupe. Por otro lado, la nación carece de un contralor titular.
Tampoco parece ser que esa ausencia le quite el sueño a Maduro and company. Por su parte, la Asamblea Nacional ha sido obscenamente subordinada al Ejecutivo, es decir a Maduro.
Su rol ha mutado; más que legislar, opera como garrote en manos del gobierno para aporrear a sus opositores.
Ya hemos comentado la creación del Cesppa, engendro a cuyos integrantes, todos militares, ha ido a parar el poder real.
En fin, las instituciones democráticas de la República se van licuando al mismo tiempo que la Fuerza Armada Nacional (FAN) va asumiendo un papel que no le corresponde.
Este proceso de desinstitucionalización y militarizacion ha conocido varios episodios que de no ser parte de una tragedia serían más bien cómicos. Comenzando por la búsqueda afanosa del “Diputado 99”.
El oficialismo parecía más bien la expedición que zanqueaba el ex Congo Belga (hoy Zaire), en busca del Dr. Livingstone, en su desesperado empeño de encontrar un elusivo “diputado 99”, que les diera los 3/5 de la AN, necesarios para aprobar una Ley Habilitante, que, por lo demás, no les hace falta.
Sin embargo, toda clase de piruetas y artimañas fueron puestas en juego hasta que al fin apareció el fulano 99, con lo cual Nicolás Maduro ha sido complacido: ya tiene su Habilitante. No le hacia falta, pero ahora sí es full presidente.
Pero ha habido otros hechos menos ridículos e igual de graves. El oficialismo ha hecho de la Asamblea Nacional una suerte de coto de caza privado.
El veto a periodistas que no sean comprobadamente fieles a “la causa”, impidiéndoles la entrada al Hemiciclo durante las sesiones de la AN, es peligrosamente antidemocrático.
De suyo lo es, pero a nadie escapa que entraña la posibilidad de que sea el preaviso a mayores atentados contra la libertad de expresión.
Es visible que Maduro no se siente cómodo con el periodismo libre y que lo tienta la opción de establecer limitaciones a su ejercicio.
No ha dado el paso, pero ha amagado. Añádase a esto los golpes propinados por unos matones a varios diputados de la oposición y la mordaza aplicada a Julio Borges y a Nora Bracho cuando solicitaban el derecho de palabra.
Ya desde antes, el oficialismo se había apoderado a la brava de la estación de televisión de la Asamblea Nacional, ANTV. Esto, que en ningún país democrático podría ocurrir, sucede en el nuestro.
Una planta de TV, perteneciente a una institución del Estado, ha sido confiscada por el partido de gobierno.
No queremos cometer el exabrupto de equiparar el chavo-madurismo al hitlerismo, pero es bueno recordar que hechos de ese tipo pavimentaron el camino hacia el poder de Hitler. La progresiva apropiación del Estado por el partido, hasta confundir uno y otro en uno solo y único, caracterizó el nacimiento y progresivo avance hacia el totalitarismo en aquellos tiempos.
Venezuela no es la Alemania de 1933 pero sería muy conveniente que hechos de este tipo sean denunciados y rechazados a tiempo.
Por: Teodoro Petkoff
Politica | Opinión
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