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MANUEL MALAVER: Los Hombres de Chávez



“Los Hombres de Chávez” porque fueron aquellos en quienes confió, mantuvo a su lado, consultó sobre temas específicos.
“Los Hombres de Chávez” porque fueron aquellos en quienes confió, mantuvo a su lado, consultó sobre temas específicos.

El chavismo un trapiche
de moler expectativas..

 

Capítulo 15 de mi libro “Chávez: el mito efímero” de próxima aparición.

Chávez no fue un político particularmente adicto, ni inclinado, ni partidario de mantener amistades, salvo por razones que no fueran las exclusivamente relacionadas con su proyecto de poder, cultivadas, bien durante el tiempo que luchó por conquistarlo, y después, por mantenerlo.

En este sentido, no es exagerado afirmar que no tuvo amigos, si entendemos por tales a personas que, aunque alejados de nuestra actividad primordial, las necesitamos y tratamos con respeto y aprecio.

O lo que es lo mismo: que camaradas o compañeros en la causa, y leales a las ideas que profesó, o nada.

Pero todavía si alguien cumplía y se comportaba de acuerdo a este código, no puede decirse que estuviera asegurado el afecto de Chávez, pues en el más mínimo giro, o desvío, lo apartaba y era posible que no volviera jamás a recordarlo, ni a nombrarlo.

Peor aún, si se trataba de personas que lo habían acompañado durante mucho tiempo en sus aventuras políticas y que tuvieron una actividad destacada para que llegara y se mantuviera en el poder, y en un momento dudaron, lo criticaron y abandonaron, porque entonces ponía todo su empeño en castigarlos y cobrárselas.

Un caso emblemático pudo ser el del general de Tres Soles, Raúl Baduel, quien militaba en el MBR-200 desde los tempranos 80, ocupó los más altos cargos en la FAN durante su gobierno hasta ocupar el ministerio de la Defensa, y en el 2007, ya retirado, salió a criticar la Reforma Constitucional que establecía la presidencia vitalicia y se incorporó a los grupos opositores que la adversaban.

Pues bien, desde entonces se le hizo una cacería por un presunto delito de corrupción, y a partir del 2009, está preso en la cárcel de Ramo Verde, en circunstancias en que se le ha negado el debido proceso y violado sus derechos fundamentales.

Un caso diferente fue el del comandante, Francisco Arias Cárdenas, quien estuvo de segundo en la fundación del MBR-200 y en el golpe de estado del 4 de febrero del 92 y se le alzó en el año 2000 para encabezar a la oposición y ser su candidato en las elecciones presidenciales de ese año, y Chávez desde luego que lo condenó y abominó, pero para volverlo a recoger el 21 de febrero del 2008 y reincorporarlo de manera definitiva al gobierno.

Pero en general, puede decirse que los 14 años de gobiernos chavistas fueron una maquinaria o trapiche de moler aspiraciones, sueños, lealtades y expectativas de hacerse un futuro al lado de la administración y su dueño, que, por lo menos, a un número no menor de 2000 altos funcionarios usó, manipuló, exprimió y soltó como bagazos.

A muchos, a muchísimos, menos a cinco que, por haber estado como ministros o altos funcionarios al lado del Comandante en Jefe, desde que comenzó su mandato hasta su muerte, hemos llamado “Los Hombres de Chávez”.

“Los Hombres de Chávez” porque fueron aquellos en quienes confió, mantuvo a su lado, consultó sobre temas específicos o generales, trató con deferencia y es posible que decidiera que de su círculo saldría su sucesor.

Hombres muy dispares en sus edades, orígenes políticos, carreras, profesiones, talentos y temperamentos pero que, por alguna razón, fueron los únicos en mantenerse en la estima de su jefe hasta el día de su muerte.

Jorge Giordani:

Empezaríamos refiriéndonos a, Jorge Giordani (San Pedro de Macorís, República Dominicana, 1940) el funcionario con más larga permanencia en los cuantiosos gabinetes nombrados, removidos y reciclados por Chávez durante sus dos períodos presidenciales, y de los cuales, el también llamado “Monje” estuvo separado 12 meses (de abril del 2002, a abril del 2003, y 14 meses entre enero del 2008 y marzo del 2009).

Pero Giordani también obtuvo otro récord imbatible y portentoso: fue el único de los altos funcionarios chavistas en no ser maltratado públicamente por Chávez, quien jamás lo descalificó porque pensara que no cumplía su trabajo. Al contrario: siempre se expresó en términos elogiosos -y hasta cariñosos- para el anciano prematuro a quien a veces llamaba “el Maestro Jorge, o Giordani”.

Giordani no había oído hablar de Chávez antes de la intentona golpista del 4 de febrero del 92 y, siendo un militante de la izquierda a quienes su compañeros en el postgrado en CENDES, en la UCV, llamaban “El albanés”, es posible que estuviera ansioso por conocer a este militar golpista de quien ya se decía, “era de izquierda”.

Noticia que pudo llegarle a Giordani “por otros pescadores en río revuelto”, como los profesores marxistas, náufragos de la Caída del Muro de Berlín y del colapso del comunismo, Adina Bastidas y Héctor Navarro, quienes veían en el teniente coronel y su intentona, “una lucecita”.

Pero como fuera, lo cierto es que entre Giordani y Chávez se prende desde el primer día que los presentaron un amor a primera vista, y que va a significarle al primero salir del anonimato y convertirse en una de las figuras clave de la última década y media de la política, y al segundo, conducir al país a la peor catástrofe económica de su historia.

Porque todo hay que decirlo, Giordani, quien no era economista, ni administrador, ni nada que se le parezca, sino un Ingeniero Eléctrico egresado de la Universidad de Bologna, Italia, y con postgrado en “Planificación y Desarrollo” en el Cendes de la UCV, y doctorado en la Universidad de Sussex, Inglaterra, era un marxista ortodoxo y primario, pues es difícil que sus conocimientos sobre “Planificación y Desarrollo” pasaran del “Manual de Economía” de Nikitín, o textos de Oscar Lange o Ernest Mandel.

En otras palabras, que ni siquiera se había acercado a neokeynesianos como Joan Robinson, Paúl Samuelson, o John Kenneth Galbraith y por eso su “marxismo” era de “certezas” y no de “dudas”.

Y, justamente, sería por eso que fascinó, que encantó a Chávez, quien, después de conocer a Giordani, no aceptó que ninguna otra autoridad en materia económica brillara sobre él.

En efecto, Giordani. está en su primer gabinete, el de febrero de 99, como ministro de “Planificación y Desarrollo”, que venía a sustituir a la “Oficina Central de Coordinación y Planificación de la Presidencia de la República, Cordiplán (lo cual sugiere que, tanto el ministerio, como su nombre, fueron idea del Monje), sale por un año a raíz de la crisis política de abril del 2002, pero regresa y permanece hasta enero del 2008, cuando otro eclipse -ahora por 14 meses- puesto que regresa en marzo del 2009, y en enero del 2010 Chávez lo nombra ministro de Planificación y Finanzas (producto de la fusión de dos despachos: “Planificación y Desarrollo y Economía y Finanzas”) cargo en el que se mantiene a medias, porque el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, volvió a separar los ministerios y dejó al Monje en su primera mitad.

La pregunta vuelve a su versión: ¿qué magos o dioses protegen en el gobierno más cambiante de la historia de Venezuela, a este ingeniero eléctrico sin carisma, desabrido y sin otro adorno que unas ideas ralas, secas y casi monosilábicas?

Pues, aparentemente, una fe ciega en la estatización, la planificación central y en el comunismo como curso inevitable de la historia y la creencia de que, Hugo Chávez, fue traído al mundo para ser realidad ésta y otras utopías.

Diosdado Cabello:

El teniente coronel (R), Ejército, Diosdado Cabello (El Furrial, Estado Monagas, 15 de abril de 1963), estuvo el doble de tiempo que Giordani al lado del presidente Chávez y fue un alto funcionario de su gobierno que solo una vez, y durante breve tiempo, se mantuvo fuera de la función pública, no obstante, a diferencia del Monje, no fueron pocas las oportunidades en que resultó criticado, injuriado y maltratado por su jefe.

Es verdad que también recibió muestras de aprecio, como cuando lo llamó “ojitos lindos”, pero en conjunto puede decirse que le aplicó la presión y el rigor que reservó a todos sus funcionarios.

Se conocieron en la Escuela Militar, cuando hacían el curso de cadetes, perteneciendo Chávez a la promoción inmediatamente superior, pero se presume que se conocieron e iniciaron una amistad que después no conocería tregua.

Pero ni Chávez, ni Cabello, hablan de cómo pudo desarrollarse la misma en aquellos años, pues “el hombre del Furrial” no está entre los conjurados del “Juramento del Samán de Güere”, ni en ninguna de las fases y tramas de la conspiración se encuentra quién lo recuerde.

Un anónimo, pues, que participa en la intentona golpista del 4 de febrero del 92, pero sin nada parecido a una actuación destacada, pero que purga cárcel con Chávez hasta que el presidente Caldera los sobresee el 27 de marzo de 1994.

Justamente son estos dos años de cárcel que aprovecha Diosdado para acercarse más a Chávez, quien llega a agradecerle el respaldo que le da cuando el 80 por ciento de los oficiales del 4-F lo rechazan “por haberse rendido” y llamar al fin de una rebelión “exitosa”. Cabello se le ofrece como un amanuense y seguidor que jamás llegaría a abandonarle.

De conjunto, los dos hombres acuerdan que, una vez en la calle, Cabello se inscriba en una universidad para graduarse de ingeniero electrónico, mientras Chávez se pone al frente del partido civil, “Movimiento V República” que lo llevará a la presidencia del país en las elecciones del 8 de diciembre de 1998.

Desde luego que, Chávez, llama desde la presidencia a Cabello para que ocupe un cargo de importancia en la función pública, que no es otro que la dirección de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (CONATEL), encargada de vigilar y controlar la aplicación que en materia de transmisiones se viene haciendo en el país en el delicado tema de las telecomunicaciones.

Y no lo hace mal, pues descuella como un funcionario eficiente, imparcial y con un conocimiento adecuado, más allá de lo técnico, de la delicada función que le habían encomendado.

Chávez, sin embargo, lo quería en otras funciones y ya en 2001, lo nombra ministro de la Secretaría de la Presidencia y vicepresidente a comienzos del 2002, por lo que, le toca sustituir y devolverle la Primera Magistratura al Jefe de Estado, cuando regresa de la separación momentánea del cargo a raíz de los sucesos del 11 y 13 de abril del 2002.

Fue su momento estelar, puesto que le toca dirigir el repliegue de los militares leales en circunstancias en que todo parecía perdido, y luego organizar y lanzar la contraofensiva que luego terminará reinstalando a Chávez en el poder.

Pero, igualmente, el que influirá más en su futuro, pues, paralelo a los cargos que ejerce en la administración civil (será dos veces ministro, gobernador del Estado Miranda y por último presidente de la Asamblea Nacional), Chávez lo convierte en su comisionado, comisario o procónsul en el manejo de los asuntos de la Fuerza Armada Nacional, en general, y del Ejército en particular.

Un supergeneral, o estratega, a la hora de decidir cambios, remociones, ascensos, retardos o desplazamientos, a quien también se le percibe como la ficha que tendrá a mano Chávez y sus generales a la hora de un imprevisto que replique los sucesos de abril 2002.

Pero con el poder también viene la fama de la acumulación de una inmensa fortuna, sus conexiones con la llamada boliburguesía, gente de las finanzas, la construcción, los seguros, las importaciones de alimentos y el manejos de los dólares a través de Cadivi, sobre el cual se corren toda suerte de rumores, que ciertos o falsos lo traen como el segundo o tercer hombre del poder.

Tiene sí un talón de Aquiles: no es específicamente un político, sino un militar involucrado en la política, tampoco le gusta presentarse como un militante de la ideología marxista o de otro tipo, ni como un hombre de partido de la manera en que lo son Aristóbulo Istúriz o Darío Vivas. Es un chavista y nada más.

Por eso, en la medida que se avecina un declive de Chávez y el chavismo como consecuencia de la enfermedad y muerte del comandante y los cubanos pasan a ejercer el protectorado del país, se evapora el poder de Cabello y pasa a ser un instrumento más del sucesor Maduro… como antes lo había sido de Chávez.

José Vicente Rangel:

José Vicente Rangel (Caracas, 10 de julio de 1929) no ostentó el récord de Giordani y Cabello de ser el alto funcionario con más cargos y tiempo en el gobierno, pues ingresó en el 99 como Canciller y salió el 8 de enero del 2007 para no regresar (luego de un breve desempeño como ministro de la Defensa en el 2001) pero tampoco data sus relaciones con Chávez de antes del golpe de Estado del 4 de febrero de 1992.

No obstante, su servicio a la causa fue invalorable, poniendo todo el peso de su actividad mediática (“José Vicente hoy” los domingos en el canal 10, Televen, y una presencia febril en los medios impresos), a favor del Chávez prisionero y después del candidato electoral, emergiendo luego del triunfo, como un nombre a tomar en cuenta a la hora de los nombramientos clave.

Chávez no lo defraudó y fue su primer canciller (99-01) luego ministro de la Defensa (01-02) y por último vicepresidente de la República (02-07).

O sea, 7 largos años al frente de políticas fundacionales del proceso, donde a la par de la inspiración de Chávez, estaba este político veterano que rodaba en la política nacional desde comienzos de los 60 y podía ofrecerle una valiosa información sobre la naturaleza del momento y los peligros y enemigos que podían enfrentar y cómo vencerlos.

Pero tenía un defecto que, en la medida que Chávez y su revolución se fueron radicalizando, lo fue haciendo inhábil a la hora de aplicar y desarrollar políticas y por eso resultó obvio utilizar a Rangel más fuera que adentro del aparato gubernamental.

JVR seguía manteniendo relaciones de simpatía y amistad con dirigentes de los viejos partidos (AD, COPEI, MAS, CAUSA R), los cuales lo buscaban a menudo como mediador en sus trancas con el Ejecutivo, y, además él, se mantenía distante de los “radicales” del partido oficial que pensaba no ayudaban, sino perturbaban la revolución.

Éstos hicieron su trabajo, acusándolo de cuanta corruptela pudiera achacársele, pero sobre todo, presentándolo ante Chávez como “un blando” que se oponía a la ola de estatizaciones, invasiones y confiscaciones que se desató con furia después del 2005.

El comandante-presidente le entregó su carta de renuncia en enero 2007, quizá en espera de un regreso de Jotave a los medios para llevar a cabo alguna suerte de oposición, pero se equivocó, Rangel se reinstaló en los medios pero para demostrar que era más chavista que nunca.

El teniente coronel agradeció el gesto y si bien nunca volvió a llamarlo para una sola gestión gubernamental, sí lo tuvo como un nombre de consulta obligada en temas de política nacional e internacional.

En otras palabras: que en ningún momento lo vio o trató como “jarrón chino”, sino como una reliquia especialmente apreciada que, en circunstancias en que pudo retirarse de la causa, se mantuvo fiel, quizá a la espera de tiempos mejores.

Estos parecieron llegar cuando Chávez fue diagnosticado de cáncer el 10 de junio del 2011 y era inevitable que marchaba a una muerte segura, por lo que, en un previsible proceso de crisis podría volver a girar los ojos hacia este político ochentón admirablemente activo y con la política nacional e internacional de la revolución en la carpeta.

Pero no volvió a ser su momento: Chávez y los cubanos decidieron que el sucesor debía ser un hombre joven y le pasaron la herencia a Maduro quien hasta ahora continúa viendo a Jotavé como un útil “Jarrón chino”.

Rafael Ramírez:

Rafael Ramírez (Caracas, 4 de agosto de 1963) no será entre “Los Hombres de Chávez” el que haya cultivado la más larga relación con el comandante-presidente, tampoco el que acumuló más tiempo ni cargos en sus dos períodos de gobierno, sin embargo, ejerció tal dominio y se hizo sentir como un auténtico zar en la industria petrolera, por lo que algunos analistas se preguntan si, después de Chávez, no fue el “segundo poder” en la revolución.

Su historia es algo atravesada, pues no sumaba puntos en la militancia revolucionaria como para que Chávez lo tomara en cuenta cuando crea su primer gabinete, pero tenía un buen padrino, Alí Rodríguez, el presidente de PDVSA y ministro de Energía y Minas, quien había sido jefe de su padre en la guerrilla en los 60, y accede a colocar al hijo de su amigo (recién graduado de Ingeniero Mecánico en la Universidad de Los Andes) en la presidencia de una empresa recién creada, ENAGAS (Ente Nacional del Gas).

No se sabe que tipo de calificaciones obtuvo Ramírez en el cargo, ni por qué razones atrajo de manera especial la atención de Chávez, quien en julio del 2002, lo nombra ministro de Energía y Minas, y el 2 de noviembre del 2004, presidente de PDVSA, pasando a ocupar los dos cargos hasta ahora.

Dato curioso es que, con el brillo de la estrella de Rafael Ramírez, se va eclipsando la de Alí Rodríguez, el cual, teniéndose como el tercer o cuarto hombre de la administración, termina convertido en una figura del servicio exterior, no precisamente gloriosa.

Las teorías licúan el fenómeno hablando de que Rodríguez no fue un ministro de Minas, ni presidente de PDVSA, totalmente complaciente con Chávez en el tema de la política petrolera, que se opuso al despido de los 25 mil trabajadores de la industria después del paro del 2002 y que no era partidario del uso del crudo como una herramienta política, que a la par de reducir la producción, mermara los ingresos.

También hay el rumor de que Rodríguez no veía el desarrollo de la industria en el contexto de una guerra con las trasnacionales de USA, sino de cooperación en la cual el suministro de crudo al gigante industrial, también se midiera con inversiones y transferencia de tecnología.

Lo cual, no nos conduce sino a la conclusión de que Chávez encontró en Ramírez el perfecto “yesman” para convertir a PDVSA en una suerte de maná que podía, con prescindencia de las más elementales leyes de la economía, repartir crudo a precios regalados y si no subsidiados entre los aliados, así como ir evaporando su enorme potencial en políticas sociales que no le permitían reinvertir, ni ampliar su producción para aprovechar las vacas gordas de los precios que aparecieron a partir del 2004 y duraron hasta el 2008.

De modo que, Hugo Chávez y Rafael Ramírez son los responsables de la cada día más cercana bancarrota de la industria petrolera venezolana, el primero involucrándola en un destino o misión para el cual no estaba, ni podía estar configurada, y el segundo por prestarse, a nombre de una ideología que no conocía, ni en la cual había militado, a la destrucción del futuro de generaciones de venezolanos que no podrán disociar sus nombres de la palabra caos.

Podemos cuantificarla: Una deuda de 70 mil millones de dólares, una producción que cayó de tres millones y medio de barriles diarios, a menos de dos millones y medio, colapso de una infraestructura al extremo de que no hay un día sin que ocurra un accidente, politización de su personal que en todos los tramos y niveles debe presentar primero el carnet de su militancia revolucionaria, que el de su mejoramiento técnico y gerencial.

Nicolás Maduro:

Y terminamos esta galería de “Los Hombres de Chávez”, con su sucesor, el ex dirigente sindical, Nicolás Maduro (Caracas, 23 de noviembre del 62), el único sin un grado académico, y decididamente, el que menos se había relacionado con el comandante-presidente, no ocupó el ministerio de Relaciones Exteriores desde el 2006 y por un tiempo relativamente breve la Vicepresidencia de la República.

Se duda que Maduro conociera o tuviera una participación importante como civil en la intentona golpista del 4 de febrero del 92, o que después visitara a Chávez en la cárcel, o fuera una ficha calificada en su campaña electoral.

Aparece, sin embargo, como parlamentario en las elecciones de diciembre de 1998, luego en la Constituyente, y, por último, en la Asamblea Nacional que se elige en el 2000.

En este organismo se hace notar por primera vez al resultar electo presidente de la AN, cargo que desempeña hasta el 2006, cuando Chávez lo nombra canciller.

Es, en sentido estricto, un retiro de la política nacional y de la función pública, pues solo se limita a cumplir, obsecuente, las políticas que le dicta “el hombre de Miraflores”.

Un canciller obediente, casi silencioso, monosilábico y reducido a las órdenes que le son trasmitidas personalmente, por celular, o correo electrónico.

Eso sí, no hay gira en que no acompañe al presidente, ni esté a su lado cuando vive alguna circunstancia particular, como cuando la noche del 10 de junio anunció desde La Habana que Chávez había sido operado de un tumor en la pelvis.

De todas maneras, Maduro fue el primer sobresaltado, la noche del 8 de diciembre del 2012, al escuchar a Chávez decir que lo había nombrado “su” sucesor, y que, por su mandato, sería el candidato presidencial del PSUV en caso de que en una “ausencia absoluta” se convocaran nuevas elecciones.

En otras palabras: que cuatro de “Los Hombres de Chávez” alcanzaron su preminencia por la obediencia que le guardaron al hombre que les forjó su destino, pero ahora que Chávez está muerto ¿a quién se la debe Maduro?.


Por: Manuel Malaver
@MMalaverM
Politica | Opinión
Domingo 23 de Septiembre, del 2013