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Thursday, November 21, 2024
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DANIEL SLOBODIANIK: No hay tratamiento por daños con Biopolímeros



Mejor ser feo con salud
que bonito y muerto

 

Astrid de la Rosa: “Biopolímeros me inmovilizaron 2 meses”.

Afectadas(os) padecen fiebres, fuertes dolores y hasta parálisis temporal.

Todas las personas que se inyectaron biopolímeros están en riesgo de complicaciones.

Médicos dicen que la gente se inyecta aceite para bebés y silicona de ferretería y pare de contar.

“Había comprado dos potes de pega loca y donde sangraba me la ponía con un algodón”, contó Omar Guerrero.

Caracas.- El doctor Daniel Slobodianik ha visto casi de todo en su consultorio. Este médico cirujano ha operado a 30 pacientes en lo que va de año por complicaciones tras el uso de biopolímeros.

A su práctica profesional han llegado mujeres y hombres afectados por inyecciones de “aceites para bebés y silicona de ferretería usada para sellar ventanas”.

Apunta que, en la mayor parte de los casos, los pacientes fueron atendidos por esteticistas y cosmetólogos y “algunos” médicos en consultorios y clínicas poco confiables. Las consecuencias son devastadoras: glúteos ennegrecidos a causa de la necrosis, inflamaciones grotescas, heridas abiertas, bultos y otras lesiones.

Slobodianik ha desarrollado un procedimiento experimental de cirugía abierta, que aún no aparece en libros de medicina, pero que permite retirar algunas cantidades de la sustancia. El método permite realizar la extracción de la mayor parte de la sustancia de glúteos y espalda “para que el paciente pueda tener mejor calidad de vida”.

La operación consiste en hacer una larga incisión que cruza de izquierda a derecha la parte baja de la espalda, justo arriba de los glúteos. Se coloca un instrumento similar a un cepillo metálico que permite romper las pequeñas cápsulas endurecidas -como metras- en las que el cuerpo transforma el líquido viscoso. Después se lava y se limpia el área. En ocasiones también es necesario cortar y retirar parte del tejido afectado.

“En el mejor de los casos se logra retirar el 75% de los biopolímeros. Pero no hay tratamiento para curar definitivamente los daños. El grado de éxito depende del tipo de paciente, la cantidad de sustancia y el tejido que se encuentre alrededor de esta”, explica este especialista que añade que la espalda es el área por excelencia a donde migra la sustancia.

100% de los pacientes corre el riesgo de padecer complicaciones y enfermedades, asegura. El tiempo en el que aparecen los síntomas varía y, aunque los primeros tres años son cruciales, ninguna está a salvo.

Contraindicado. Las afecciones por el uso de biopolímeros pueden incluso llevar a la muerte. Algunos medicamentos y tratamientos paliativos están contraindicados, afirma Slobodianik.

“Los tratamientos con láser, la carboxiterapia, los masajes y ultrasonido no ayudan y lo que hacen es empeorar la situación. La extracción a través de cánulas usadas para liposucción lo que hacen es regar más la sustancia porque utilizan el calor”, explica.

Jesús Pereira, presidente de la Sociedad Venezolana de Cirugía, afirmó esta semana a ÚN que hay “pautas de tratamiento”, las cuales dijo cambiaban de acuerdo al paciente.

Pereira considera que no es recomendable la extracción de biopolímeros “a menos que el producto se salga” a través de una fístula: “Es igual de peligroso cuando se colocan (los biopolímeros) que cuando se retiran”.

Hay etapas en las que aparecen zonas oscuras, mientras otros pacientes exhiben enrojecimiento, afirma.

Médicos dicen que la gente se inyecta aceite para bebés y silicona de ferretería. Vea nuestro especial “Pinchanalgas al garete” sobre los peligros de los Biopolímeros.

Pereira expone que, en el peor de los casos, la sustancia empieza a brotar por orificios múltiples: “Es aquí cuando los pacientes están más propensos a contraer infecciones severas”. En estos casos se debe retirar todo el tejido afectado y los pacientes pueden quedar mutilados. “Siempre van a quedar secuelas. Esto es un problema de salud pública”, sentenció.

Afectadas padecen hasta parálisis temporal:

“Los dolores son terribles”, afirma Astrid de la Rosa, quien acudió en 2008 a un consultorio estético en la urbanización La Floresta, en Maracay (Ara), para ponerse inyecciones de biopolímeros en las piernas. Los efectos que tuvo la sustancia en su cuerpo la confinaron a un encierro que la mantuvo en cama e inmovilizada durante dos meses.

Astrid, de 31 años y 45 kilos, se inyectó 300 cc de una sustancia que un año después le migró a la espalda, lo cual le afectó varios nervios que le impidieron caminar y llevar una vida normal. “Mi ritmo de vida cambió por completo. Tuve que dejar mi trabajo como profesora de biología. Me inflamaba, tenía dolores, sentía cansancio, mi pierna derecha se paralizó. No podía valerme por mí misma al punto de que mi hijo pequeño tenía que ayudarme para ir al baño”, cuenta la joven, quien acudió a médicos en busca de ayuda y permaneció dos semanas hospitalizada en Maracay.

Los médicos le recetaban grandes dosis de antiinflamatorios y esteroides, además de analgésicos usados en pacientes terminales de cáncer para apaciguar sus dolores. La falta de información y los cócteles de medicamentos terminaron por afectarle el hígado y los riñones. Entonces, sufrió una intoxicación en la sangre. El año pasado recibió de los médicos un diagnóstico de principio de leucemia. Su operación para retirar la sustancia ha sido aplazada tres veces.

“Esto me ha afectado muchísimo porque no he podido operarme. Mis exámenes salen alterados. Mis valores y hemoglobina nunca suben”, añade. Astrid viste una camiseta de la Fundación No a los Biopolímeros, agrupación a la que llegó en busca de apoyo psicológico y asesoría. Desde hace más de un año, Astrid colabora con la organización. Maneja cifras y listas de contacto de afectadas en el país, contribuye en la organización de foros, llama a médicos dentro y fuera de Venezuela y cuenta su experiencia para ayudar a otras personas a tomar mejores decisiones.

“Para mí fue falta de autoestima. Hoy en día me quedé con todos estos problemas. He aprendido a apreciarme y valorarme por lo que soy y no por cómo me veo”, asevera.
“¡Estoy viva!”.

Érika Figueira presintió que algo andaba mal cuando palpó un bulto en su espalda. En 2009 se operó los glúteos en una clínica en Valencia (Car). El médico, un cirujano plástico, le dijo en ese momento que le pondría una sustancia inocua que se alojaría en una especie de bolsillo en sus glúteos. Un año después, el biopolímero terminó convertido en pequeñas esferas que migraron a la zona lumbar y formaron una joroba.

“El producto se regó. Mi espalda parecía una roca. A diario tenía fiebre de 40 grados, dolores insoportables que no quitaba cualquier analgésico”, relata la muchacha.
Hace cuatro meses fue sometida a una operación que duró seis horas y que incluso fue transmitida en televisión. El cirujano Daniel Slobodianik logró extraer 90% de la sustancia usando un procedimiento en que un cepillo metálico es introducido debajo de la piel para “romper” las cápsulas que se forman cuando el organismo detecta un cuerpo o sustancia extraña. El líquido viscoso (biopolímero) es luego aspirado con una cánula.

“Estoy agradecida porque sigo con vida. Estoy bien, no tengo molestias. Ahora tengo una cicatriz espantosa, que es algo que te marca y hace que quieras devolver el tiempo”, asegura.

Omar era entrenador y fisicoculturista pero el no pierde las esperanzas, aunque se cansa. "Yo ya ni siquiera puedo pelear, pero las autoridades deben inmiscuirse ante este flagelo".
Omar era entrenador y fisicoculturista pero el no pierde las esperanzas, aunque se cansa. “Yo ya ni siquiera puedo pelear, pero las autoridades deben inmiscuirse ante este flagelo”.

Omar era entrenador:

Cuando Omar Guerrero atiende el teléfono, jadea. Parece que hubiese subido corriendo hasta el piso 10. Pero la realidad es que desde hace dos años está postrado en su cama. Es poco lo que se puede mover.

Antes de inyectarse biopolímeros en los pectorales era entrenador de un gimnasio. Se dejó tentar por la promesa de un pecho “explotado”. Y se cumplió en 2009, porque la intervención a la que se sometió fue el equivalente al impacto de una granada.

“Estuve tres años fino. Me sentía bien. Pero de repente, una noche, me desperté asfixiado. A partir de allí tuve episodios frecuentes. Me desmayaba cuando iba manejando, me caía, me robaban (cuando estaba inconsciente). De tanto golpearme, me saqué el hombro izquierdo hasta que me dañé el ligamento. Me ponía azul y morado. Se me subía la tensión a 180 o 200. Tengo dos años muerto en vida, porque no puedo hacer nada. Sé que tuve la culpa por mi vanidad, pero todos merecemos una oportunidad”, afirma el joven de 36 años desde San Cristóbal, estado Táchira.

Infierno en vida:

Recuerda el procedimiento con dolor. Antes de la intervención, alguien que hace las veces de visitador médico le ofreció varias marcas. Al final se transaron por una que supuestamente venía de Italia. Cuenta que se lo puso un enfermero que trabajaba en Corposalud, y que lo citó en su casa en San Cristóbal. Le aseguró que le iba a poner células expansivas (un eufemismo para biopolímeros).

“Me sentó en su cama, frente a un espejo, y me pidió que no me moviera. Primero me limpió la parte que me iba a inyectar, lo hizo con una aguja normal. Después que penetró el músculo, le puso una manguera y por ahí introdujo el líquido, que era frío y quemaba cuando entraba. Sentías cómo bajaba, parecía suero. Y poco a poco me inflaron los pectorales. Fueron dos horas y media por cada uno. Había comprado dos potes de pega loca y donde sangraba me la ponía con un algodón. La única recomendación postoperatoria fue que me pusiera hielo toda la noche. Lo tuve inflamado por una semana, pero luego todo volvió a la normalidad”. Por lo menos eso creyó él.

Una vez que las crisis se hicieron más frecuentes, acudía al hospital cerca de su casa. Pero no se atrevía a confesarle a los doctores que se había inyectado biopolímeros, pues había escuchado que los estigmatizaban. Hasta que un día no pudo más y le contó la historia a una médica que lo atendía y no daba con la causa de sus ahogos. “Me empezaron a decir que la vanidad tiene su precio, que me lo tenía merecido, que fuera a la misma persona que me los puso. Lloraba mucho y no sabía qué hacer. Sentí que tuve la culpa, pero al fin de cuentas soy un ser humano. No salgo, no como, duermo apenas dos horas por la noche, perdí a mi mujer, perdí mi trabajo, se me olvidan las cosas por los desmayos. Cada día que pasa le doy a gracias a Dios porque me dio otro día de vida y en la noche rezo. No sé si estar muerto es igual como un día mío, pero esto es un infierno”.

Mafias campantes:

Está consciente de que forzó la liga. “Lo mío fue exigir más de lo que Dios me dio (…). Todos hacemos esto por vanidad. Pero es mejor ser feo con salud que bonito y muerto”. Desde su situación envía un mensaje de SOS. Pide que se aborde el problema desde el inicio.

Celebra que se encarcele a los responsables de estos tratamientos, aunque asegura que la mayoría no recibe la pena que él considera justa. Dos o tres meses o años no son suficientes, opina. Exige que se investiguen y erradiquen las mafias que permiten el ingreso de biopolímeros en Venezuela. Su importación está prohibida desde el 5 de diciembre de 2012, de acuerdo con la Resolución 152 del Ministerio de Salud, publicada en la Gaceta Oficial N° 40.065.

“La vanidad es la causa fundamental que nos lleva a la muerte. El mensaje que enviaría es que se quieran y valoren como estén, porque si no, lo que se van a ganar es una muerte lenta e inminente”.

También hace un llamado a la comunidad médica. Que se sensibilicen por la situación de hombres y mujeres que viven con este calvario. Que les ofrezcan un tratamiento especial en hospitales y centros de salud. Pero lo cierto es que aún el tratamiento del problema está en fase experimental.

Daniel Slobodianik (@cirujano), uno de los cirujanos plásticos que practica la extracción de biopolímeros, confiesa que los procedimientos en Venezuela comenzaron hace poco y ninguno garantiza el 100% de cura.

Y mujeres también:

El cirujano plástico César Oliveros tiene más de 20 años estudiando casos de biopolímeros. Ha desarrollado trabajos de investigación en La Universidad del Zulia (LUZ) y alerta que cada vez es más frecuente la llegada de mujeres que se inyectan la sustancia en las mamas. En vez de las prótesis, recurren a esto que no es otra cosa que silicona o plástico.

“La diferencia entre una inyección en los glúteos y en la mama o pectoral, es que con este procedimiento se corre el riesgo de que la aguja perfore la pleura del pulmón, con la posibilidad de que el paciente muera a las pocas horas”, explica el especialista.

Los casos que le ha tocado tratar presentan filtración en el músculo pectoral, un cuadro restrictivo pulmonar y problemas para respirar, ya que los músculos intercostales también se afectan. “Es un cuadro grave”, sentencia.

Oliveros, quien además se ha especializado en la cirugía de extracción de estas sustancias, remarca que quienes se inyectaron biopolímeros son enfermos inmunológicos. Sufren el síndrome de Asia, que se define como una respuesta inmunológica exagerada y un cuadro inflamatorio que produce dolores musculares y en las articulaciones, fiebre, cansancio, problemas renales o hepáticos, entre otros.

Sobre la extracción de pectorales o mamas, advierte que se trata de un procedimiento muy complejo, en el que es necesario llevar adelante una mastectomía total. En su consulta ha atendido a casi mil pacientes con sustancias de relleno, pero no sólo en las mamas, pectorales o nalgas. También ha tenido pacientes que se inyectan en piernas, pantorrillas y muslos. Del total de los casos estudiados, sólo ha visto a tres hombres en glúteos y a Omar Guerrero en pectorales. Del resto, todas fueron mujeres.

El cirujano admite que el procedimiento que realiza tiene un porcentaje de éxito de 85%, porque el 15% restante debe pasar por varias intervenciones más. “Ninguna ha fallecido por la operación, pero cada paciente es distinta.

Por ejemplo, depende de cuántas veces inyectaron a la mujer, el producto utilizado, o si se intervino varias veces y en cada una de estas intervenciones se usó un biopolímero distinto al anterior. Todo esto influye en la reacción postoperatoria”, señala el médico que hace intervenciones gratis cada 15 días en Maracaibo y trabaja con la Fundación No a los Biopolímeros.

Sin embargo, la Sociedad de Cirujanos Plásticos advierte que la extracción es una práctica muy experimental. Se calcula que el máximo porcentaje de biopolímero que se puede eliminar del cuerpo humano es de 70%. No más.

Omar no pierde las esperanzas, aunque se cansa. “Yo ya ni siquiera puedo pelear, pero las autoridades deben hacer un seguimiento. Sólo pido que nos ayuden, que alguien se apiade de nosotros y que acaben con esas mafias, porque no es justo que nos desahucien por vanidad. Nos están dejando morir”.


Por: Laura Weffer Cifuentes
Jesús Alberto Yajure
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viernes 26 de julio, 2013





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