¡Qué broma! Al difunto presidente
no lo dejan descansar en paz..
Lo obligan a aparecer en cuanto acto gubernamental se organiza. Hace poco fue en el circo que montaron por la conmemoración de la Batalla de Carabobo. Han llegado al extremo de que su firma aparece estampada en los edificios que construye la Misión Vivienda. Lo invocan a cada rato. Sus fotos, luciendo la banda presidencial, siguen decorando los despachos públicos, supongo que para dar la impresión de que quien gobierna es él. Transmiten sus alocuciones en los canales del Estado como si aún estuviera en el mundo de los mortales. Lo “resucitan” a como dé lugar, quizá en el desespero por hacer que su legado se perpetúe y su espectro sea el que imparta órdenes, a través de Nicolás, quien a todas estas funge de algo así como un médium. Quieren volverlo (a la fuerza) en el ser mítico que ya les mencioné una vez en un artículo anterior. Por eso, no me asombra que ayer, a propósito del Día Nacional del Periodista, Chávez, el difunto, recibiera un premio especial por su trayectoria como “comunicador social”.
Y cito textualmente a Lil Rodríguez, la vocera oficial del jurado que acreditó y avaló el premio para el extinto: “Decidimos otorgar el galardón extraordinario al Comandante Supremo Hugo Chávez Frías, porque él le devolvió la palabra a los oprimidos del mundo y, en su rol de comunicador social, en su constante batalla contra la mentira mediática, le dio sin descanso al pueblo su don de lector sin tregua y nos legó la Patria”… por supuesto ¡me sobran comentarios! pero, prefiero seguir desmenuzando el tema.
En un país que comienza a acostumbrarse a los disparates, esto, quizá ya no provoca sorpresa. Tal vez, sólo el rechazo de quienes nos dedicamos, ejercemos y defendemos este oficio de comunicador social. Mi papá, José Domingo Blanco Yepes, un periodista de la vieja escuela y larga trayectoria, de quien heredé el afán por la ética y el respeto a la hora de ejercer la profesión, escribió hace algún tiempo en su columna “La ventana indiscreta” -que publicaba en la revista Variedades y el Diario La Verdad-su definición de periodista: “fanático irreductible de la verdad, vocero natural de la comunidad y defensor íntegro de todas las causas justas”, definición que avalo y comparto completamente porque, siento que describe lo que, en esencia, somos (o deberíamos ser) los comunicadores.
Pero, así estamos en Venezuela. Vemos, de brazos cruzados, cómo el difunto da para todo: al mejor estilo de las muñecas Barbie que a veces son doctoras, otras modelos, otras maestras y, otras, cantantes. O los muñecos Max Steel que también asumen múltiples facetas para complacer a los niñitos que juegan por horas con sus héroes de plástico. Así pareciera que es el finado presidente: Chávez el constructor, Chávez, el mesías; Chávez, el pajarito; Chávez, el gigante y la última, la más reciente, la de ayer: Chávez, el periodista.
En vida, nos lo calamos cantando, recitando, regañando, manejando, jugando beisbol, abrazando viejitas, besando niñitos, despidiendo a los empleados de Pdvsa, expropiando empresas, viajando a Cuba, desbaratando a Venezuela, cerrando medios de comunicación, humillando periodistas, …haciendo las mil y una payasadas que provocaban, en algunos vergüenza ajena e impotencia; y, en otros, aplausos y risas. Ahora resulta que el difunto, en un afán de sus adláteres por mantenerlo vivo -para que desde el más allá, siga sosteniendo lo insostenible- le otorgan el Premio Nacional de Periodismo. Supongo que para que su “presencia” no caiga en el inevitable olvido. Ese mismo déspota y autoritario que, en más de una ocasión y en cadena nacional, ofendió y ridiculizó a colegas que se atrevieron a hacer preguntas críticas hacia su régimen. Ese, el que ayer recibió el Premio Nacional de Periodismo, el que alguna vez me dijo que yo sacaba mis preguntas de una alcantarilla. Ese que en más de una ocasión negó el acceso a sus ruedas de prensa a periodistas contrarios a su manera de pensar y gobernar. Chávez, quien hizo de los monólogos la regla. El único que acaparó la vocería oficial del Estado.
Franklin Delano Roosevelt en el año 1942, cuando despedía a los corresponsales de guerra que marchaban al frente sólo les dijo: “las ideas no se matan”. Y esa es la lucha cotidiana que tenemos los comunicadores sociales: no podemos dejar que las ideas mueran, que se imponga el pensamiento único. Todo país que se precie de ser democrático le da la bienvenida a las ideas contrarias a las suyas, porque de allí surge el balance y el equilibrio. Acepta las protestas, no las calla ni pretende ocultarlas. Los comunicadores, tenemos el deber moral de estar con la verdad, venga del lado que venga. Así en ocasiones seamos incómodos o para el gobierno o para la oposición. A sabiendas de que la libertad de expresión es un derecho; pero, también una responsabilidad.
¿Chávez periodista?, ¡por favor!
Por: JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO)
mingo.blanco@gmail.com
Politica | Opinión
@mingo_1
EL UNIVERSAL
viernes 28 de junio de 2013
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