“A quienes en vida
me amaron..”
En estos días de crisis y escasez debemos ver cómo ahorramos; hay que evitar gastos superfluos a la familia para cuando llegue ese momento inevitable. Si usted sabe que no hay vuelta atrás, haga lo siguiente y ahórrele mucho dinero a los suyos.
Tome en cuenta que usted aún no ha partido y ya sus familiares están haciendo una vaca para el entierro. Sin embargo, parece que están como apurados, ¿qué hacer entonces? -Vaya enterrando todo lo que se le enferme.
Por ejemplo, si se le hincha un dedo del pie, no lo cure. ¡Córteselo! Y comience a enterrarse usted mismo por partes en pequeños y económicos ataúdes. ¿Le duele una muela? ¡Sáquesela y entiérrela! ¿Le salen verrugas? Córteselas poco a poco y cuando reúna varias, vélelas y entiérrelas.
Así, sin darse cuenta, cuando llegue su momento final, quedará tan poquito de usted que el entierro saldrá baratísimo.
-Si usted cree que le quedan entre seis meses y un año de vida, trate de regresar a la familia que usted abandonó cuando era joven y rozagante. Allí estarán seguramente su ex esposa, vieja y cansada de tanto trabajar para poder criar a sus hijas, pero por esa extraña psicología de las mujeres lo más seguro es que se condolerán de su situación y lo alojarán hasta que usted finalmente sea llamado por el Señor. Este sistema tiene la ventaja de que usted le ahorrará mucho dinero a la otra familia con la que vivió pero ahora, con usted muerto, se enterarán de la existencia de la familia que lo va a enterrar. La rabia de descubrir lo irresponsable que usted fue en vida por lo menos es atenuada al no tener que pagar los gastos funerarios.
Yo, por estas cosas que he reflexionado, he decidido dejar una carta a quienes en vida me aman:
Queridos deudos: lamento mucho que no hayan sido ustedes los que hoy están aquí, acostados e inertes. Sé que todos están asomándose al ataúd viéndome morbosamente para ver si quedé igualito. ¡Claro que estoy igualito! ¿Acaso no soy el mismo? Si no cambié en vida, ¿voy a cambiar ahora? Hablen duro, ríanse de mí, echen sus chistes de muertos, no se escondan para tomar whisky o ron, háganlo descaradamente; pero eso sí, a partir de este momento siempre tómense uno a nombre mío, ya que obviamente no lo podré hacer; pero no duden que yo desde donde esté, es decir, desde aquí, mi alma los estará acompañando con sus espirituosas bebidas.
Aprovechen, mis amigos varones, que andan como zamuros, para apoderarse de mis mujeres, así como en vida yo lo hice con las suyas sin ustedes haber muerto. Lejos de mí está crear intrigas, pero pregunten.
Avisao a las personas que no me gustan, a esas sí las voy a asustar. ¡Estoy tan emocionado por eso! Los voy a volver locos. Lávense bien los pies porque se los voy a jalar todas las noches y voy a decir el nombre de otro muerto que ustedes quieran para que no sepan que soy yo.
Los que quieran rezar, recen, pero no olviden jamás el whisky que me hizo tan feliz. Si quieren cremen mi cuerpo, liguen mis cenizas con whisky y espárzanlas en el cerro Ávila, aunque sea de a poquito, porque siempre bajaré a Caracas para disfrutar de esta irremplazable ciudad.
Nada de dramas. Recuerden que si alguien se ha gozado esta vida, ese he sido yo.
Por último, a los que hoy están contentos con mi partida, lamento decirles que pueden jurar que pronto estaré de regreso como un lindo bebé que ya está en gestación.