El Método del Discurso
■ La reunión de Mendoza y Maduro es considerada un triunfo, un fracaso y un engaño.
Los radicales chavistas, una minoría vocinglera que dice representar la pureza revolucionaria, comparan el paro petrolero con “la batalla con Polar”, detestan el comunismo chino, exigen estatizar Polar; los empresarios respiran satisfechos, juzgan el famoso encuentro un triunfo para Maduro, prometen no intervenir en política a cambio de que les suministren dólares y los dejen respirar. Por ahora, claro, a Pérez Jiménez le reviró al final hasta el gato.
Maduro se balancea como un elefante en el hilo de una araña: las cuentas no cuadran, anuncian que 2013 sería el mejor año de su gobierno, los que vienen después serían peores: no hay país que aguante un déficit tan mayúsculo, una inflación descontrolada, unas empresas estatizadas arruinadas y una Pdvsa que en vez de producir petróleo pretende salvar a la humanidad. Pronto les estaremos cobrando a los hermanos del Alba.
Maduro insulta a Teodoro Petkoff por darle buenos consejos, jura que no levantará los controles de precios; quisiera colocarse hacia el centro, archivar la revolución. Dice ser el hijo de Chávez, pero la economía no aguanta otro Chávez; quiere girar a la derecha, con tal de que esa derecha parezca de izquierda; no tiene otro camino que el de Merentes, cuyo verdadero mérito es no ser Giordani, sino representar la última Coca-Cola en el desierto, la única alternativa a la mano, sin que Merentes sea un Keynes criollo. Este panorama inquieta a los radicales y calma a los empresarios, imprescindibles para ¡salvar al llamado socialismo del siglo XXI! A su vez, la oposición siente el poder cercano y lejano, le ocurre como al torero que no sabe ejecutar la última suerte para sacar el toro del ruedo, porque por su propia voluntad, por ejemplo, Maduro no restablecerá un verdadero régimen democrático con división de poderes, lo que debería ser el primer objetivo de la oposición, más que querer cambiar de presidente. Hay que ir poco a poco.
Nos aproximamos al mes peligroso, el de los ascensos militares. Chávez conocía al Ejército como la palma de su mano, la psicología de estas Fuerzas Armadas tan peculiares que supuestamente son institucionales, pero que en caso de disturbios sociales, de que haya necesidad de reprimir, amenazan con quedarse cruzadas de brazo. No confíe nunca en las bayonetas que sirven para todo menos para sentarse sobre ellas, en ese caso resultan algo incómodas.
Maduro está en un hoyo. Necesita renegar de la herencia de su padre espiritual y no se atreve a meter en cintura a sus radicales, sólo se le ocurre repartir caramelos entre los militares, beneficios económicos.
Maduro necesita que siembren maíz, que los empresarios inviertan, que Pdvsa produzca petróleo y cuidarse las espaldas frente a sus radicales y al gran elector, el Ejército.
Para su suerte, la MUD y Capriles no están en el poder, porque esto a corto y mediano plazo no lo arregla nadie.
Si Maduro sobreviviera a esta travesía por el desierto se consolidará… con un discreto apoyo empresarial, se tornará un Ortega petrolero que, como el nicaragüense, también persiga a la oposición, no rompa con Estados Unidos y aspire a quedarse en Miraflores por los siglos de los siglos amén.
¿Cuál es el balance real de la reunión Mendoza-Maduro? Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña…
Por: FAUSTO MASÓ
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@FaustoMaso
Política | Opinión
EL NACIONAL
SÁBADO 18 DE MAYO DE 2013