“La gigantesca impostura del CNE”
Los titulares resaltaban el hecho de que José Vicente Rangel, ex canciller, ex vicepresidente y consejero de Chávez, a mes y medio de la muerte del caudillo había “reconocido el liderazgo de Capriles” en su columna de Últimas Noticias. Extraño. Rangel no se caracteriza por recapacitar antes de que el poder cambie de manos. Unas líneas más y la intención queda clara: la supuesta admisión de Rangel es una argucia para presentar al abanderado de la Unidad Democrática como un insensato, promotor de la violencia y sujeto al margen de la ley.
Finge asombrarse el Fouché local de que Capriles haya reaccionado ante el estrecho margen de diferencia en el resultado de las elecciones “de la manera que lo ha hecho”. Y califica la exigencia de Capriles de una auditoría confiable como “actitud contraria a la ley”, acusándolo de buscar muertos con su insistencia en un conteo confiable. Omite, naturalmente, el montón de irregularidades registradas durante el proceso electoral, que van desde el voto asistido y las mesas con 100% de votos por Maduro, hasta la presencia de bandas de motorizados oficialistas coordinados para intimidar.
Esta aberrante práctica fue documentada por organizaciones de toda seriedad. Hay pruebas incontestables de su acción, frecuencia y peligrosidad. Así como hay constancia de los vicios del RE (siguen apareciendo muertos que votaron), del desalojo a punta de pistola de testigos de la oposición, de suplantación de identidad, así como persisten las sospechas por la extraña suspensión del servicio de Internet de Cantv (supuestamente porque la cuenta de Twitter de Maduro había recibido un ataque cibernético). Son demasiadas las intervenciones fraudulentas. Frente a esto, el candidato de la Unidad está obligado a plantar reclamo; precisamente porque ejerce el liderazgo sobre unas masas que lo eligieron para ello tras sucesivos conteos (las primarias, el principal) y como producto de un largo trayecto en el que las huestes democráticas venezolanas demostraron su espíritu crítico (no porque se le considere un mesías, ni porque haya recibido carta blanca para hacer lo que le dé la gana).
En fin, si Capriles es un líder, como ha quedado demostrado y como Rangel asoma como señuelo para sus fines, no tiene más alternativa que defender sus votos, denunciar los abusos y denunciar lo que considera una gigantesca impostura del CNE y de otras instituciones. Esto lo hace Capriles porque ha recibido un mandato de la Unidad Democrática, que es una coalición de organizaciones políticas, pero, sobre todo, es el profundo deseo de los demócratas venezolanos. La Unidad es el gran patrimonio de la oposición, el gran soporte de Capriles y el gran aval de la oposición ante el mundo. Contra la Unidad arremete Rangel.
Todos los recientes movimientos del oficialismo… quizás, debería decir, de la camarilla que ha secuestrado al régimen, imponiendo su estilo bandolero y degradando la Asamblea Nacional a timba canalla, así como el CNE, el TSJ y la Fiscalía a “colectivos”, tienen como finalidad quebrantar la Unidad Democrática y debilitarla.
Porque saben que ella sustancia y potencia la creciente fuerza de Capriles y porque es evidente que ella es la plataforma del cambio y de la consiguiente reinstitucionalización de la república.
Para fracturar la Unidad, Diosdado Cabello ha llegado a los ilegales extremos de negar la palabra a los diputados de oposición y de retener sus salarios (una medida, por cierto, que lo retrata en la jerarquía que concede al dinero). El propósito es doblegar la voluntad de los parlamentarios de la Unidad, la mayoría de los cuales necesita ese dinero para su subsistencia, mediante el silenciamiento y la mengua, para propiciar los saltos de talanquera.
Lo mismo se aplica a la presión ejercida sobre Manuel Rosales, alicate que se afinca al ritmo de los partes médicos de Arias Cárdenas, para que traicione a Pablo Pérez y a Capriles, a cambio de permitirle el regreso a Venezuela. Esto se colige se los tweets del zuliano desmintiendo acusaciones en este sentido y asegurando que sus principios son “firmes y claros”.
En la delicada situación que vivimos, la Unidad Democrática es el espacio del compromiso con los objetivos superiores. Cualquier movimiento en su desmedro atentaría contra el designio de millones de venezolanos que exigieron a su liderazgo una coincidencia a favor del elevado proyecto común. La Unidad es un sueño colectivo. Como tal debe reverenciarse.
Por: MILAGROS SOCORRO
@Milagros Socorro
msocorro@el-nacional.com
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DOMINGO 28 DE ABRIL DE 2013