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MIGUEL SANMARTÍN: ¡Mira el pajarito!



¡A Maduro el “luto” no le duro!

 

El candidato heredero es un personaje fatuo que no encaja en una Venezuela vivaz y dinámica.

El silbón es el propio pasado. Una antigualla. Desde su facha, jerga, ademanes, el pitido guasón, los chistes ramplones y chanzas soeces. Pero también es atrasado su pensamiento, arcaica la ideología que profesa, desfasado el discurso gamelotérico que farfulla, vacuos sus conceptos y anacrónicos los ídolos que venera y mitifica. ¿Y qué decir de sus alucinadas visiones? ¿Del pajarito que le trina y habla? El candidato-heredero es un personaje sintético que no encaja en una Venezuela libre ,vivaz y dinámica que aspira la modernidad.

Obsesionado, no hace más que mencionar al difunto, profesa admiración por los guerrilleros de los años 60, mitifica al extremista régimen iraní, glorifica a los (sátrapas) hermanos Castro y, en su utopía perpetuista, pone como ejemplos de dignidad e imitación a los derrocados opresores de Túnez, Egipto, Libia, Irak y al facineroso sirio próximo a cesar en sus fechorías. ¿Esto aspira para Venezuela?

Hoy, en sus febriles andanzas proselitistas tras el trono vacante, el silbón hace uso de instalaciones edificadas durante los 40 años de la denostada democracia puntofijista (estadio Luis Aparicio de Maracaibo, Domo de Barquisimeto, Gimnasio La Asunción, Poliedro, Teatro Teresa Carreño, etc.), circula por carreteras, autopistas o cruza puentes y aterriza en aeropuertos igualmente ejecutados por aquellos mismos gobiernos, reinaugura canchas y hospitales también edificados en aquellos años y se pavonea en un Metrobús, parte de un sistema de transporte masivo igualmente construido (en buena parte) por administraciones “burguesas” que precedieron a este régimen ineficiente, despilfarrador y corrupto. Régimen, bueno es recalcarlo, caracterizado en estos 14 años por afectar, descuidar y expropiar antes que edificar. Por cierto, el candidato continuista-comunista utiliza para su campaña un bien público (la unidad de Metrobús). Esto constituye ventajismo y corrupción que debería ser sancionada por el CNE. ¿O no?

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El silbón no mira al futuro. No habla del porvenir colectivo. Solo conversa con ánimas, pajaritos y con sus partidarios rojitos. Los demás venezolanos no existen. No los considera dignos. Los tilda de apátridas, traidores. Desestima sus inquietudes y los problemas que los agobian como el desempleo y la inseguridad. Chotea. Menosprecia. Insulta. Descalifica. Amenaza. Cuando chulea a Capriles desprecia (mínimo) a la mitad del país. Sus burlas desdeñan las angustias de la gente azotada por la inflación y la escasez de alimentos, medicinas, vehículos y repuestos. Por los apagones, la basura y la falta de vivienda. El silbón incordia sin considerar que él es una circunstancia, parte de una fantasía extravagante, autoritaria y fugaz que dejó de seducir y trasmutó en pesadilla.


Por: MIGUEL SANMARTÍN
msanmartin@eluniversal.com
EL UNIVERSAL
sábado 6 de abril del 2013