“Alerta, alerta, alerta que camina…, la
espada de Bolívar por América Latina”
Así reza uno de los cánticos con más “éxito” entre las filas del chavismo, repetido hasta la extenuación en cada una de sus concentraciones y donde cómo no, se hace referencia al personaje en torno al cual se ha estructurado todo el ideario de este gobierno, el cual sin el menor reparo ha capitalizado durante los últimos catorce años el nombre del libertador de la patria, hasta el extremo casi de llegarlo a convertir en una marca registrada de cuyo uso partidista se han asegurado la exclusividad. Tal ha sido la contundencia y efectividad de la campaña sistemática de asociación de ideas, que actualmente la inmensa mayoría de los venezolanos al escuchar el término “bolivariano” lo relaciona inmediatamente al gobierno de Hugo Chávez.
Tras la muerte del presidente de la república y la consiguiente convocatoria a elecciones para el 14 de abril próximo, las jugadas no se ven tan claras sobre el tablero, el escenario es totalmente distinto, por lo que las estrategias y los jugadores deben adecuarse a las circunstancias, de repente parece que el nombre de Bolívar ya no es tan imprescindible ,tan unánime, un nuevo retrato es el que ahora preside todos los actos oficiales, la revolución se transforma por momentos, se reinventa a si misma, deja de ser bolivariana para convertirse en chavista y busca mantener a toda costa el apoyo popular obtenido por el líder ya desaparecido, aunque esto conlleve recurrir a las estrategias más desesperadas para mantener latente el recuerdo del comandante en la tradicionalmente frágil memoria del pueblo.
Maniobras que pasan por un funeral de estado apoteósico, con su respectivo baño de masas, espectacular en el sentido estricto del término, gestos compungidos, histriónicos, señoras desconsoladas, generales con la voz quebrada y la mirada perdida, zooms de retina buscando esa lagrimita tímida que parece que no sale, pero sí, sorpresa, sale a chorros, plañideras trabajando a turnos, y por supuesto como es costumbre de la casa, todo minuciosamente televisado y retransmitido en cadena nacional de radio y televisión, propaganda sin tapujos, descarnada, en horario estelar, la carrera electoral acaba de comenzar, pero hay un corredor que siempre se le adelanta al pistoletazo de salida.
Entre los diversos analistas nacionales e internacionales del panorama político venezolano hay divergencia de opiniones en cuanto a los resultados de la actual campaña electoral, pero hay un punto en que la mayoría coincide y es el hecho notorio de que el actual presidente en funciones y candidato para el mismo cargo, Nicolás Maduro, está desprovisto de la personalidad carismática y cercana que tanta popularidad y simpatía le reportó a su antecesor, por lo que intentar ganar las elecciones prescindiendo de la nueva patente revolucionaria, Chávez ®, sería una apuesta cuanto menos arriesgada y por si misma destinada al fracaso, es por esto que el candidato de la oposición, tiene por delante dos grandes retos.
El primero y más importante, dejar meridianamente claro a los venezolanos que su rival en estas elecciones es un señor de bigote llamado Nicolás Maduro ,que aunque suene obvio, vivimos tiempos muy confusos y es mejor dejar las cosas claras desde el principio y que por mucho que el señor Maduro pregone ser el enviado del otro, el hijo del otro, la reencarnación en la tierra del otro, no es el otro. El segundo, es devolvernos la esperanza y la ilusión a los que ya la habíamos perdido por completo, y que nos contagie ese entusiasmo que le caracteriza y esa visión optimista del porvenir, que nos involucre a todos en un sólo compromiso, el de salir a votar y materializar el cambio para nuestro país.
Por: Víctor Manuel Valero
@donpecador
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CARACAS, lunes 25 de marzo, 2013
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