Artillería de Oficio
Nadie le ha dicho a Maduro que los apóstoles en la política venezolana gozan de mala reputación, aunque los 12 apóstoles de Carlos Andrés Pérez –grupo de empresarios y banqueros que monopolizaron contratos en la “gran Venezuela”– se quedaron en pañales frente a los delincuentes en ejercicio que han vendido al Estado venezolano en nombre de la revolución y en provecho propio, con la complicidad militar.
Como en esta época toda contradicción y necedad siempre prosperan, el presidente encargado se ha declarado “apóstol de Hugo Chávez”, a quien compara con Cristo y lo ha bautizado como “el redentor de los pobres de América”. Nicolás Maduro explicó que los apóstoles de la causa del comandante Chávez cuidarán su legado y se convertirán en los protectores de los necesitados.
Como si no fuera suficiente la utilización del cadáver insepulto de Chávez para ocultar los graves problemas que aquejan al país, lo han convertido también en fetiche macabro de la campaña electoral del sucesor. El fetichismo es una idolatría común en muchas religiones, entre ellas desde luego la católica. Los católicos tenemos muy extendido el culto a los objetos de los santos y a sus mismos restos. Se rinde devoción a las reliquias. En el campo del fetichismo religioso existen ejemplos a millones, y repasarlos sería un cuento de nunca acabar, pero, con la deificación de Hugo Chávez –que también practicó a mansalva el fetichismo con la espada de Bolívar–, su cadáver insepulto, el escapulario que heredó de Maisanta, sus uniformes militares y de beisbol, gorras, boinas, la famosa colección de relojes y hasta las cartas que escribió con buena dosis de cursilería se les rendirán devoción como a las santas reliquias. No sería extraño que, en un futuro inmediato, se paguen sustanciosas sumas de dinero por “las reliquias” del nuevo redentor tropical y caribeño que puja por tener un sitio en el calendario santoral.
El polémico rosario en versión bolivariana, de cuentas rojas con la cara del difunto presidente, es sólo una muestra de la connotación religiosa con la que quieren impregnar el mito, canonizarlo, para integrarlo a una nueva Trinidad formada por Cristo, el Libertador y Chávez. Así, la gente piadosa irá en procesión hasta el cuartel de la montaña y le hará promesa de votar por el apóstol Maduro para cumplir su última voluntad.
El apóstol de la antirreconciliación
La dimensión del engaño es tan grande que se trata ya de un engaño asumido por los engañados. Maduro, a falta del carisma político de su “padre” y mentor, se nos muestra como el apóstol de la antirreconciliación, empeñado como está en dar rienda suelta a sus resentimientos sociales y mantener el clima de pugnacidad, inventando tesis escabrosas como la del asesinato del presidente a través de un cáncer inoculado, o el supuesto atentado contra el candidato opositor fraguado por el Pentágono y la CIA.
De verdad este apóstol ha interiorizado bien el espíritu de la farsa y se muestra farisaicamente compungido. ¡Que Dios salve a Venezuela! De resultar elegido presidente el apóstol de la mentira, cualquier cosa podría ocurrir. En el libro La “V” por dentro. Caras nuevas, vicios viejos –Solar Ediciones, enero de 2001– el diputado oficialista William Ojeda nos brinda datos y señas del hombre que podría gobernar el país por seis años más: “Nicolás Maduro jugó siempre a ir nadando en las corrientes, pero aprendió con una impresionante facilidad a mentir. Abraza, besa, sonríe, gesticula por el frente, pero una vez que la persona le da la espalda, cualquier cosa puede ocurrir”.
Por: MARIANELLA SALAZAR
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