“Ahora, cadena tras cadena,
atropello tras atropello..”
Yo conocí a Perez Arcay, el militar asesor histórico de Hugo Chávez, por comentarios de gente del Panteón que me contaban de sus rondas nocturnas solitarias hablando directamente con el Libertador en voz baja y velas encendidas. Después lo ví una que otra vez.
Chávez no necesitaba mayor ayuda en su pasión por Bolívar y después con Fidel Castro nutriría aún más esa pasión.
Siempre es impresionante ver cómo los déspotas acondicionan a los héroes a sus propósitos. Pero aquí, en estos momentos de farsa y engaños, traiciones y mediocridades, que un hombre inculto y pernicioso como Maduro diga en uno de sus cansones discursos que Bolivar “murió en tierra extraña” sin siquiera una camisa propia que ponerse… como murió Chávez, es por supuesto también otra mentira porque Chávez no sólo no careció nunca de nada, hasta un avión que lo llevaba y lo traía, médicos de todas partes del mundo, y sino se cambiaba el mono deportivo era porque no quería y en terapia intensiva debía tener batas a granel.
Pero eso no es tan contundente como que Perez Arcay asegure: “¿Cómo saliste del escenario Hugo? Como el Negro Primero, llegaste de Cuba muerto: Vine a decirles adiós porque estoy muerto”
¿Qué diablos pasó por esta cabeza añejada en epopeyas y glorias? ¿Es que se escapó del guión la seriedad del militar que se niega a contaminarse con el veneno de la mentira que fustiga el alma del país a la degradacion? Algo detuvo al militar bolivariano… y a lo mejor, inconcientemente, por la fuerza de los principios.
Ahora, cadena tras cadena, atropello tras atropello, descubren que “a lo mejor lo que queda del cadáver no puede ser embalsamado”. ¿Otra mentira? ¿Nunca se embalsamó, juegan con el tiempo otra vez?
Ya llegó, sin correr, a donde llegó corriendo el 4 de febrero.
Pero ni se sabe si lo podrán ver hasta “la eternidad” porque lo que quede de este cuerpo es impredecible y puede no ser más que lo que dicen que horrorizó a la Kischner y fue descubrir que lo que le mostraban de su amigo era un muñeco de cera y tampoco si lo “pondrán en el Panteón al lado de Simón”.
Mientras un pueblo conducido por este miedo a que piense, razone, decida, marchaba bajo el sol tras un féretro, la vida se arrancaba de Kelvin Carrera y Rafael Antonio Romero, de 18 años, ejecutados por seis hombres armados que los sacaron de su casa para ultimarlos en Maracaibo, de William Alberto Suaza, de 32 años en Táchira por un sicario, de un taxista baleado desde una moto en Valencia, acribillaron a un adolescente de 17 años y su padre resultó mortalmente herido en su propia casa por haber sido testigos de un crímen, en total y hasta el momento de detener el féretro de Chávez, 204 cadáveres habían ingresado a la morgue en este mes.
Nada se movía más que los seguidores macabros y el cuerpo o no, porque ya no se sabe.
Es mentira que Maduro lleva cien días conduciendo el destino de Venezuela. Venezuela rebate la farsa, el engaño, se sacude otra vez en la lucha y la esperanza. Y Capriles desde La Grita, contra el poder, deja claro: “Yo no soy la oposición. Yo soy la solución”. Amén
Por: Isa Dobles
Politica | Opinión
lunes 18 Marzo, de 2013
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