La inestabilidad síquica
de nuestra república…
Aseguran los psiquiatras que un suicidio muy sonado genera una cadena de estas inmolaciones. Se diría que algo similar puede suceder con las renuncias. La renuncia de Benedicto XVI, única renuncia papal en más de medio milenio, parece haber desatado la seguidilla.
Y no es para menos, el Papa le está renunciando a su eterno y omnipotente jefe inmediato, lo cual suena bastante disonante, sobre todo porque parecen haber causas demasiado humanas en su decisión (“el sufrimiento y la corrupción golpean a la Iglesia”, acaba de decir Ratzinger).
Ahora es el rey de España, que en el fondo lo es por derecho divino, cuya renuncia se rumora, ésta quizás producto de la mabita que le cayó por matar pacíficos y nobles paquidermos. Y el mismísimo Raúl Castro lo ha sugerido, él que ha disfrutado del poder, como virrey y ahora monarca, por más de medio siglo, la más prolongada dictadura en la historia de América, gracias a la diosa revolución y no por designación del pueblo soberano. Casos monta.
Este pequeño pórtico para referirnos a lo que pareciera ser una de las soluciones más viables a la absurda situación institucional y a la obvia inestabilidad síquica de nuestra república a causa de la enfermedad presidencial. Limitándonos a la muy manipulada y contradictoria información oficial reciente, agravamiento de sus severas lesiones respiratorias (Villegas y Jagua), que se agregan a su terrible “enfermedad de base” ya reconocida su gravedad por voceros oficiales y el mismo Chávez, y además y sobre todo su prolongada invisibilidad pública, hacen que no sea demasiado audaz hablar circunstancias extremas y tener una muy razonable convicción de su imposibilidad de ejercer el poder.
A pesar de la sesión de 5 horas que dice Maduro tuvo con el Presidente, “enérgico”, dilucidando problemas de Estado.
La renuncia suena entonces, ya que ninguna junta médica lo va a deponer, como la salida más atinada y digna para poner un poco de orden en el disparate constitucional y político que padecemos. A la manera de papá Fidel, que tanto respeto le inspira al Jefe y sus acólitos. Y ponerle fin, entre otras cosas por respeto al enfermo mismo, a esta siniestra comedia de equivocaciones que se ha vuelto nuestra ciudadana.
Venezuela ha vivido tres lustros en los cuales, entre otros muchos males, la moral política ha ido en el más franco deterioro por el uso gubernamental de la triquiñuela política sistemática, el atropello descarado a las leyes, el secretismo en todos los órdenes, la mentira de patas cortas y largas, la corrupción impune sin mesura.
Una situación como la actual lleva al paroxismo esa degradación no sólo por la imposibilidad de encontrar un estilo discreto y decente para enfrentar los inevitables males del humano destino sino por la creación de un clima político, para encubrir esa carencia, preñado de violencia, amenazas y arbitrariedades y hasta de lamentables espectáculos animistas, exhibicionistas y manipuladores.
Hemos llegado a un punto en que ya no es soportable, ni aquí ni en el mundo exterior, el dantesco y absurdo espectáculo. Un poco de sindéresis, no más; la de Benedicto, cansado e impotente.
Por: Fernando Rodríguez
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