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PEDRO LLORENS: Todos son Mario Silva



Un reconocimiento "devaluado". Replica de la espada de Bolívar.
Un reconocimiento “devaluado”. Replica de la espada de Bolívar.

La mosca en la oreja

 

En lugar de decir “¡Yo soy Chávez!” (¡gran vainota!), personajes como Diosdado Cabello deberían identificase con La Hojilla y afirmar “¡Yo soy Mario Silva!”…

porque a su lado, Corazón de mi Patria es, fue, era (uno ya no sabe, en medio de tanto embuste si realmente existe) una especie de príncipe de Gales, igual de obtuso, pero con mejores maneras.

Las escandaleras promovidas por Cabello en la Asamblea Nacional revelan lo poco que Dios le ha dado, a menos de que la picardía y la guarrería sean atributos, a este personaje que por segunda vez se asoma al poder (lo estuvo el 11-A cuando a Chávez le pidieron la renuncia “la cual aceptó”, y lo está ahora en quinielas de especuladores políticos).

Con eso de “¡Todos somos Chávez!”, de indudable inspiración cubana (a la muerte de Ernesto Guevara, Fidel Castro pidió a su pueblo desear para sus hijos “¡que sean como el Ché!”, antes de que se supiera que el llamado “guerrillero heroico” no fue tan “hombre nuevo” como se decía), se pretende dar al “héroe del Museo Militar” una aureola de Cid Campeador, que fue capaz de ganar batallas después de muerto.

Todo lo que pueda significar farsa (bufonada, payasada, mojiganga) es válido para la demagogia perversa del chavismo (al lado del discurso evangélico político de captación, está el halago y el soborno para los que jalan parejo y la bola negra para los que desconfían)…

Y además de hacer demagogia (y el ridículo) con lo humano, la hacen con lo divino, y como muestra está el viaje a Cuba (convertido en puente aéreo) que realizaron la procuradora Cilia Flores, devota de Sai Baba; el vicepresidente Maduro, entre no creyente y saibabiano; y el canciller Jaua, no creyente, con unas enormes figuras de las vírgenes del Valle y de Betania para ver qué pueden hacer entre las dos por Corazón de mi Patria.

Maduro quiere competir en mentiras, calumnias y cadenas de radio y televisión (absolutamente ilegales como todo lo que hace) y le gana en discursos (parece mentira pero así es) aunque los suyos son más cortos… y mucho más aburridos, tanto que resultan estomagantes.

Maduro y su carnal Cabello (y una larga cola de acólitos que empieza con Rafael Ramírez y termina con Ernesto Villegas) quieren darle la puntilla a los partidos haciéndolos responsables de los desaguisados (desapariciones, torturas, masacres), ocurridos en los 40 años de democracia que precedieron a la actual autocracia, y puede salirles el tiro por la culata: fueron obra de militares, como siempre anticomunistas, que desconfiaban de la justicia civil.


Por: PEDRO LLORENS
pllorens@el-nacional.com
Política | Opinión
EL NACIONAL
DOMINGO 17 DE FEBRERO DE 2013