Los rojos me arruinaron
las vacaciones…
■ Estuve vacacionando en Colombia y Panamá.
■ Conocí el canal y su historia.
■ Tuve días en Bogotá y en Cartagena.
■ Una ciudad hecha museo, pero tan cara como las más caras del mundo.
Encontré turistas de todos los lugares del mundo. Todos habían oído algo de Chávez.
Muchos de ellos sabían de su enfermedad. No encontré a nadie, ni entre taxistas ni entre vendedores en las tiendas, mucho menos entre turistas americanos y europeos que expresara admiración o respeto por nuestro Presidente. No, señor. Nada de eso.
Los calificativos brotaban a borbotones. Como una inmensa manguera soltando adjetivos a presión, regando o, más bien, inundando las conversaciones.
Unos chilenos hablaban, como sus vecinos de Argentina, presumidos y jactanciosos, maravillas de su país, deslizando la idea de que son los mejores, los más trabajadores, los más productivos, los más universales, los más exitosos.
Umm, la cosa no es tan cierta.
Unos peruanos hablaban del milagro de Humala. De la baja inflación. Del aumento del empleo. Del crecimiento del PIB. Echándoselas. No quiero ni decir lo afirmado por costarricenses o brasileños.
Hasta los uruguayos andaban ufanados.
Las cosas que decían de Venezuela eran difíciles de responder. Cuando preguntaban sobre la salud de Chávez no podía contestarles sin el riesgo de hablar sin pruebas.
Cuando preguntaban por qué Chávez recibía tratamiento en Cuba y no en Venezuela. O quién estaba verdaderamente gobernando. O mi opinión sobre la influencia de Fidel en la vida venezolana. O de la alta inflación. O del aumento escandaloso de la criminalidad, de los secuestros y asesinatos, simplemente hacía mutis, tratando de todas las formas posibles de evitar opinar sobre Venezuela, no me fueran a confundir con una especie de mal hermano que apenas pone un pie en el exterior se despepita a decir barbaridades e insanidades de la patria.
No eran conversaciones fáciles. Amarga un poco el asunto.
Me hubiera gustado decirles que Venezuela estaba desarrollando una economía diversificada, eficiente y competitiva. Pero no es cierto. Me hubiese gustado decirles que estábamos recibiendo más turistas que Perú, Costa Rica o Panamá. Pero no es cierto.
Me hubiese gustado decirles que las instituciones públicas funcionaban a cabalidad.
Que la división de poderes era un axioma nacional. Que el Poder Judicial era autónomo, incorruptible, responsable. Pero no es cierto. Que la corrupción estaba acorralada y teníamos un Gobierno probo, sano, transparente. Pero no es cierto (carajo, es que no tenemos ni contralor general titular).
Cómo hubiera gozado echándoles en cara a los argentinos que nuestro país estaba libre de drogas, que ninguno de nuestros generales estaba involucrado en el transporte masivo de cocaína. Pero no es cierto.
Finalmente opté por decir que era de otro país.
Me estaban arruinando las vacaciones.
La verdad sea dicha, nos hemos convertido en el mal ejemplo del mundo. En un país con imagen comunista, fracasado, violento, dividido.
Vamos a ser el paria de América Latina. Meditemos un rato sobre el debate abierto por el chavismo sobre qué debe hacerse el día 10 de enero cuando Chávez no pueda ser juramentado. Hay cada barbaridad. Cada abuso. Cada “burralidad” que no hacen sino confirmar la opinión universal sobre nuestro país y sus gobernantes. En todo caso, feliz año.
Por: EDUARDO SEMTEI
@ssemtei
POLÍTICA | OPINIÓN
EL NACIONAL
LUNES 24 DE DICIEMBRE DE 2012 2012