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Thursday, November 21, 2024
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LUIS ALFREDO RAPOZO: Carretera, carretera…



Las chicas que estimulan la vista de camioneros; autobuseros y conductores en general.

“Esquivando inmensas troneras..”

 

Cuando llegué al pueblo después de recorrer Río Chico y la carretera que lleva a El Guapo para buscar nuevamente la vía a Barcelona, debo reconocer que me quedaba en la boca un sabor ácido por ver el mal estado de la vías, el descuido de las áreas verdes, las casas envejecidas y sin mantenimiento, construcciones vetustas y la gente de los pueblos y caseríos vestidas con ropas harapientas como si cargaran en la espalda una especie de pobreza africana, la cual es retratada en documentales en medio de una hambruna; pobreza extrema y evidentemente una carencia de empleo, productividad y bonanza.

En el sector El Guapetón, un grupo de mujeres con pantaloncitos cortos que muestran sus curvas, vientres, senos apretaditos y otros atributos femeninos, han hecho una alcabala móvil de comerciantes que expenden café, castañas y cualquier otra cosa, que genera un tráfico postizo. Uno piensa que la cosa esta muy dura para buscar el ingreso diario en plena carretera, estimulando la vista de camioneros; autobuseros y conductores en general, que se distraen con la picardía de una mujer de pueblo, mientras le miran el trasero de “negra”, bajo una apretada lycra.

Durante el trayecto pude observar un impresionante despliegue de cartelones propagandísticos del candidato oficialista Jaua, a cada 10 metros de distancia por carreteras desoladas, que daban la sensación de un derroche “a botija llena” de recursos, como si el dinero se consiguiera fácilmente y no importara su perdida.

Con esa sensación llegué a Boca de Uchire y ciertamente me quedé en una especie de letargo ese domingo, cuando veo la calle principal desierta de parroquianos y dejando ver hombres borrachos tirados en las aceras como sacos de papas, frente a los expendios de licores, quizás buscando escapar de una realidad sin esperanza. “Parece que estamos entrando a un barrio peligroso de cualquier gran urbe de Venezuela-me dijo mi hijo, quien conducía el vehiculo, mientras escuchaba mis remembranzas”. Y tiene razón el muchacho-pensé-, estos pueblos no presentan el progreso por ningún lado. La gente está sobreviviendo vendiendo empanadas, y cualquier quincallerilla, que permita comprar la harina de maíz y acompañar el pescado que da el mar con el sudor de los pescadores.

“Es un retroceso social terrible-me decía mi amigo Honorio Coropo-, esta revolución nos está hundiendo cada vez más en la misma miasma, como si estuviésemos en los años veinte del siglo pasado.” Yo entendí perfectamente lo que me quería decir el amigo, porque es algo que se ve sin mucho esfuerzo. Un moto taxista que me dio un paseo por la carretera que lleva al pueblo de El Hatillo esquivando inmensas troneras, que son parte del ambiente desde hace unos 25 años, me dijo que “…PDVSA construye las casitas rurales, pero el interesado debe conseguir el terreno…”, razón que explica algunas invasiones “a brinco rabioso” de parcelas privadas, antes que pase el proceso electoral y entonces, toda esperanza de tener casa, se la lleve el viento marino, como una especie de suerte que nunca volverá…
Mientras tanto, uno escucha la canción de Aldemaro Romero con un halito de tristeza, a pesar que la belleza de la laguna con sus aves multicolores y la inmensidad del mar dan una idea de dos mundos en contradicción, en contraste con la falta de una gestión de gobierno constructiva y de progreso.


Por: Luis Alfredo Rapozo
luisrapozo@yahoo.es
@luisrapozo

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