Al cabo (PM) Jhonny Gutiérrez lo
mataron mientras “parceleaba”
■ Gutiérrez Farfán fue sepultado en El Junquito.
■ El agente, con 15 años de servicio, se redondeaba la quincena como escolta, mientras esperaba la jubilación.
En el extremo norte de la funeraria Los Caobos, el féretro del cabo primero Jhonny José Gutiérrez Farfán esperaba cubierto de flores el traslado hasta su última morada.
La cónyuge del agente de la Policía Metropolitana, Rebeca Cordones, aún no salía de la turbación. La gente le hablaba alrededor, la abrazaba, y ella apenas atinaba a dar las gracias por tanta condolencia.
Para ella, habían pasado 48 horas terribles desde que la llamó otro agente de la misma institución para informarle que Gutiérrez había muerto frente a la panadería Pinto Delicatesses, que está ubicada en la calle El Bosque de La Florida, en la que solía prestar un servicio de vigilancia para espantar a los antisociales.
A un lado del féretro marrón está Oscar Gutiérrez, el único hermano de la víctima. Como él, prestó servicio durante años en la policía de Cotiza. Sólo que en su caso pudo obtener la jubilación hace tres meses.
Relató que tanto él como su hermano se mudaron cuando eran jóvenes desde San Carlos, Cojedes, pues ambos pensaban que en Caracas podrían mejorar su calidad de vida.
Jhonny Gutiérrez se graduó de agente en 1997. Según su hermano, pronto se dio cuenta de la precariedad en la que se desarrollaría su carrera policial. Durante sus quince años de servicio solamente le entregaron dos pares de botas. Los uniformes llegaban solamente una vez al año.
“Él quería irse de la PM, pero, como no tenía 40 años de edad, la jubilación no le llegaba. Generalmente, los cartuchos tenía que comprarlos con plata de su bolsillo. Igual si había que comprar un repuesto de la moto”, recordó.
Los amigos y colegas de Gutiérrez, agrupados en la acera frente a la funeraria, relataron que las limitaciones eran tan frecuentes que al final él tuvo que hacer patrullaje con su moto de uso personal.
“Como sabían que era policía, él prefería dejar la moto en el comando e irse a pie hasta su casa, para no llamar la atención”, dijeron.
Vigilante vigilado:
A Farfán le dieron un tiro en el ojo izquierdo para robarle su pistola de uso personal, marca Taurus calibre 9 mm. Los atacantes sabían que el hombre era un agente de la PM en funciones de “parcelero” o vigilante. Por lo tanto, dispararon sin avisar.
Los amigos del funcionario llegaron al lugar del suceso y vieron con dolor el cadáver tendido sobre la motocicleta Owen negra.
“A él lo tenían vigilado. Si le hubiesen dicho `quieto’ él igual entregaba la pistola, porque en realidad él no era un tipo conflictivo. Lo mataron como a un perro”, lamentó uno de sus compañeros.
Desde muy temprano, Gutiérrez trató de complementar sus ingresos con otros trabajos. En sus tiempos libres, logró obtener un título como TSU en Mecánica. Gracias a esto, sus amigos lo llamaban constantemente para que hiciera reparaciones de motos y autos a domicilio. No tenía taller, sólo ganas y unas cuantas herramientas.
Gutiérrez ni siquiera tenía dónde vivir. Caracas fue para él un territorio hostil. Pero se dio cuenta de eso muy tarde. Hace dos años, quedó damnificado, pues las lluvias arrastraron la vivienda que tenía en el kilómetro 16 de la vía a El Junquito. El propio Gobierno lo envió a vivir en el refugio del hotel Himalaya. Luego lo trasladaron a las viviendas provisionales en el centro Cedíaz.
Pero a él no le gustaba ese ambiente. Prefería estar entre sus compañeros de trabajo, aunque ya la Policía Metropolitana fuese formalmente una institución “suprimida”. Así que dejaba a su compañera y a su hijo en la vivienda provisional, mientras que él se iba a pernoctar en la barraca de una de las sedes que aún conserva la policía, al lado de La Previsora. Allí podía estacionar su moto y sacarla cuando debía ir a cuidar los locales.
Debido a la precariedad con la que vivía, los familiares afrontaron algunos problemas para sacar el cadáver de la morgue y contratar los servicios funerarios.
Cuando llegó la hora del cortejo fúnebre al cementerio de El Junquito, algunos amigos de Gutiérrez se quedaron rezagados. Querían alargar el momento del último adiós. Preferían conservar el recuerdo del compañero que dedicaba los tiempos libres a la mecánica y el fisicoculturismo.
Por: JAVIER IGNACIO MAYORCA
jmayorca@el-nacional.com
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LUNES 19 DE NOVIEMBRE DE 2012