“Esa mañana el sol salió por el oeste
y los pájaros volaron de cabeza…”
Fue una clara señal que algo extraordinario iba a pasar. Entonces, Don Nicasio Guaita dijo que debían andar con el ojo bien abierto para detectar el suceso que se anunciaba, como si fuera un clarividente de la Edad Media.
Llegó el medio día y extrañamente nada había pasado que fuese extraordinario. Pero al caer la tarde sucedió algo que dejó a Don Nicasio con la baba en la boca y exclamando: ¡Eso es, eso es!
No era otra cosa que una transmisión televisiva en VTV, donde el presidente reapareció frente a su equipo de gobierno hablando de su política comunicacional, la cual debe ser reorientada para mostrar los logros de su gobierno; de los programas de la planta televisiva oficial, que no salen de un ataque permanente las 24 horas como si no hubiese otra manera de hacer TV: y sobretodo de la necesidad de auto criticarse para reconducir, corregir o revisar la gestión de gobierno, aceptando los errores y las desviaciones.
Muchos cristianos vieron ante la pantalla, las caras de los ministros asintiendo frente al presidente con cada palabra emitida y sin lugar a dudas dispuestos a llevar la autocrítica a la máxima expresión, entendiendo que es una necesidad de la revolución.
“Todo hace pensar-dijo Don Nicasio con voz de desconfianza-, que se verá en lo sucesivo denuncias contra la corrupción, además del descubrimiento de entuertos administrativos que deben sancionarse como toneladas de alimentos podridos, obras retrasadas, construcciones inconclusas y una serie de irregularidades engavetadas y ocultas por los camaradas, para salvarle el pellejo a más de un compatriota y cubriendo la imagen de la tolda roja”.
Pero transcurridas 48 horas del suceso extraordinario, comenzaron las consecuencias inmediatas-me dijo la señora Gumersinda Peche, mujer de Don Nicasio-. Y es que, un vasto sector comunista comenzó a quejarse de la “autocrítica mal entendida”, que es un concepto nuevo e interesante y el cual consiste en no atacar a los compañeros del partido en forma inmisericorde y menos, exponerlos al escarnio público. Es decir, si alguien ha cometido algún ‘errorcillo”, pues que se corrija, pero sin llevar al paredón al hombre o mujer revolucionario que ha cometido algún desaguisado. Porque lo cierto, es que ponerse a revisar las desviaciones da miedo, temor a que salgan a la luz, los abusos, procedimientos indebidos y otros elementos similares que afectarían la acción del gobierno; como retrasos en la indemnización de la gente que vive con el lago al cuello en Valencia y Maracay, presos de capricho, retrasos tribunalicios para mantener una disposición presidencial, cierre de medios y expropiaciones viscerales, que pintan una forma de gobernar alejada de las buenas costumbres y a la sensatez democrática.
-“De repente-dijo Don Nicasio-, al presidente no le conviene tanta sinceridad; tanta contraloría y mucho menos tanta claridad en los medios de comunicación, porque la gente va a decir con contundencia que el presidente si sabe lo que está pasando en Venezuela y que nadie lo tiene engañado”.
Por: Luis Alfredo Rapozo
luisrapozo@yahoo.es
@luisrapozo
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