“No es poca cosa lo que
se juega en éstas…”
Si logramos mantener o ampliar el número de gobernaciones que adversan al gobierno, habremos consolidado un movimiento opositor capaz de poner barreras a la manifiesta voluntad totalitaria del gobierno, que no podrá ignorar ni los seis millones y medio de electores que optaron por Capriles, a pesar de las innumerables triquiñuelas ventajistas.
Muchos pensamos que no tenemos tiempo para prolongar el duelo por las elecciones presidenciales, al menos como impedimento para las ingentes tareas políticas que tenemos que emprender. Muy concretamente las elecciones de gobernadores y consejos legislativos que ya están a dos meses de distancia.
No es poca cosa lo que se juega en éstas. Si logramos mantener o ampliar el número de gobernaciones que adversan al gobierno, habremos consolidado un movimiento opositor capaz de poner barreras a la manifiesta voluntad totalitaria del gobierno, que no podrá ignorar ni los seis millones y medio de electores que optaron por Capriles, a pesar de las innumerables triquiñuelas ventajistas, ni la mayoría de los venezolanos que vivirían en estados opositores, además los más dinámicos del país.
Una oposición de esas dimensiones y fuertemente unida es capaz de librar importantes batallas cuyos resultados pueden detener la humillación y el atropello sistemáticos que hemos padecido y reorientar parcialmente el país.
No debemos olvidar que la política no es solo apuestas electorales, aunque éstas sean fundamentales, sino una vigilante y valerosa actitud cívica que tiene mil formas de expresarse. ¿Quién sabe dónde andaríamos hoy si tantos conciudadanos, no siempre con buen tino es cierto, pero con una enorme gallardía muchas veces, no le hubiesen fruncido el ceño al Caudillo incontinente y abusivo? Estamos mal, muy mal incluso, pero seguramente hubiéramos podido estar peor si Chávez hubiese podido realizar sus peores delirios ideológicos.
Para no ir muy lejos, los frutos posibles de la ahora tan cacareada reconciliación, si llega a haberlos, no vendrán graciosamente del poder enfermo que conocemos, en buena medida serán producto de la reciedumbre que tenga el movimiento opositor, unido y en expansión; además, por supuesto, del cansancio de casi todos los venezolanos de vivir en el odio y el miedo, tanto que en algunas encuestas superan el 90%.
Una derrota, por el contrario, podría sumirnos en un largo y penoso letargo, como el que vivimos después del paro petrolero hasta que logramos enrumbarnos por el camino democrático y produjimos ese artefacto extraordinario que es la MUD. Allí están los números, nacionales y regionales, para sustentar la validez de lo logrado.
Sería pues triste y absurdo no hacer todo lo imaginable para seguir avanzando. Y esa indeseable derrota podría venir básicamente de la apatía y el desencanto en que muchos pueden caer a causa del traspié sufrido. De manera que lo que vamos a apostar en diciembre es de una monta similar a lo que nos jugamos en octubre si vemos el país, como lo debemos ver, a mediano y largo plazo.
Así que se imponen muchas cosas evidentes: cuidar y robustecer la unidad; recoger e intentar superar las carencias de los comicios presidenciales, muchas de las cuales son serias y documentadas; y, sobre todo, recobrar el ánimo y la entereza para enfrentar el nuevo reto con la pasión afirmativa del siete de octubre.
Por: Fernando Rodríguez
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