“Una doble aventura..”
En junio de 1929, un grupo de exilados venezolanos que deambulaban por el Caribe, unos que se refugiaban en México, otros en Cuba, otros en las costas colombianas, llevaron a cabo una de las aventuras más inverosímiles de la época para invadir a la Venezuela de Juan Vicente Gómez: asaltaron antes la isla holandesa de Curazao. A la cabeza del grupo estaba el líder comunista Gustavo Machado y el guerrillero anarquista Rafael Simón Urbina que luego haría otra historia con el asesinato en 1950 del Presidente de la Junta Militar de Gobierno, Carlos Delgado Chalbaud.
Entre los asaltantes se encontraban algunos jóvenes como Miguel Otero Silva y José Trinidad Jiménez Arráiz, escritores y poetas con el devenir de los días. Miguel tenía 21 años de edad. Pertenecía (como Jiménez) a los estudiantes que en 1928 se alzaron contra Gómez y fueron a la cárcel y al exilio.
De Curazao, 150 combatientes invadieron Venezuela por la Vela de Coro el 9 de junio de ese año de 1929. Cincuenta años, en 1979, en compañía de Gustavo Machado, Miguel Otero Silva rememoró aquella insólita audacia. Entonces MOS dijo: “Deseo traer a la memoria la realidad de casi todos los componentes de aquella guerrilla de 150 hombres que desembarcó en las playas de La Vela de Coro. Casi todos están y muertos. El primero en caer fue el negro Ramón Torres, jefe de nuestra vanguardia, con el corazón quebrado de un balazo. Otros hallaron la muerte en combates posteriores y algunos cayeron prisioneros y fueron ultimados a machetazos por los esbirros de Gómez. Guillermo Prince Lara, uno de los más brillantes y valerosos hombres de nuestra generación, murió tres años más tarde tuberculoso en un sanatorio de Suiza. No pocos pere¬cieron anónimamente en las cárceles y carreteras, donde fueron a dar con sus huesos”. Y añadió:
“Pero los pocos que quedamos vivos y de los cuales tres o cuatro están escuchando mis palabras de hoy, no hemos olvidado, no olvidaremos jamás aquella noche luminosa y tensa del asalto, aquel triunfal estruendo de los motores del vapor Maracaibo rumbo a las costas de la patria, aquel ansiado mediodía de pisar tierra venezolana, arena venezolana, con un fusil nuevecito en la mano y gritando. ¡Abajo Gómez! ¡Viva la libertad!”.
En su novela Fiebre, Miguel relata los episodios de la invasión y la brutal persecución a que fueron sometidos por las fuerzas del general Gómez, muertos de sed, hambrientos y perseguidos por las montañas de Falcón. Miguel salvó la vida porque una familia humilde de La Vela le permitió refugiarse en un pequeño rancho que daba al mar, y ahí pasó varias semanas hasta que se aplacó la vigilancia, y se retiraron las tropas del general. De ahí huyó a Colombia, Cartagena estaba a la vuelta de la esquina por los caminos del Caribe.
Moraleja: Sólo la desesperación explica aventuras como esta, arriesgarse a ocupar una isla extranjera, y de ahí invadir la fortaleza de un dictador como Juan Vicente Gómez. La desesperación, en suma, no tiene límites. Era presidente del estado falcón el general León Jurado, un caudillo de temer. Como en la excursión se dijo que venían algunos mexicanos, le envió un telegrama a Gómez donde decía:
“General, mañana los zamuros comerán carne mexicana”.
Por: SIMÓN ALBERTO CONSALVI
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@consalvi2013
Política | Opinión
EL NACIONAL
VIERNES 19 DE OCTUBRE DE 2012