“Chávez muestra su As
bajo la manga…”
Apenas había trascurrido algunas horas de su victoria política. El canciller Nicolás Maduro, asume la vicepresidencia de la nación con el firme propósito de ser el recambio en el futuro. Un proceso revolucionario que tiene los cuchillos de la guerra en buen resguardo, es siempre un albur de intereses que se mueven buscando sacar el mayor rédito posible. Como viejo zorro de la política el Presidente sabe que más de uno de sus colaboradores andaba en un jolgorio con respecto a su enfermedad. Hubo más de una reunión encubierta, salieron afiches promocionando otra opción y hasta unas cuantas llamadas a figuras de distintos ámbitos de la vida nacional. Todos jugaron al dominó con el cáncer, pensando en que esa terrible enfermedad los libraría de los delirios del hombre que sostiene con mano férrea el destino de millones de incondicionales. Las informaciones que se ventilaron en la opinión pública nacieron del entorno del enfermo oncológico. Así que lo escrito por destacados comunicadores, no fue mera invención o la maquinación del imperio norteamericano. Es su propia gente tratando de almorzarse el poder.
Chávez demuestra que sabe maniobrar. Ante los muchos interesados en su enrevesado mundo de trapisondas, puso a alguien que es de su absoluta confianza. Un amigo que desde la reclusión de Yare (donde lo visitaba permanentemente) se hizo de una lealtad a prueba de demonios. Otros se quedaron con los crespos hechos como el inefable José Vicente Rangel, siempre conspirando en la búsqueda de su anhelada presea. Tampoco Diosdado Cabello pudo alcanzar la bendición del caudillo. El Presidente les restregó en su cara que prefiere a un expésimo estudiante de bachillerato, quien a duras penas logró cruzar la meta secundaria. Que a sagaces maniobreros que solo desean quedarse con la fortuna, con Maduro tiene un hombre fiel que respira los aires del Presidente. Una pieza que sabe que salió del anonimato gracias al preceptor que transformó al chofer de autobús en figura de Estado. La escogencia también es una fuga hacia adelante. Hugo Chávez sabe que las duras contingencias de la enfermedad lo harán un mandatario con poca capacidad para lidiar con tantos intereses, corriendo el riesgo en que su revolución sea superada por estos mecanismos de poder. La otra premisa es si por ley natural Hugo Chávez no culmina el mandato constitucional. El Presidente ve como su sucesor a Nicolás Maduro, tiene tiempo macerando su presencia en las decisiones, ahora busca que el pueblo chavista comience a digerirlo como líder. Es como una un pequeño movimiento hacia la transición, todavía poco perceptible para el común de la gente, sin embargo el juego de la estrategia del ajedrez revolucionario muestra sus fichas. La elección del pasado 7 de octubre lo coloca en una oportunidad en donde no tiene excusas, está obligado a cumplirle a la gente. Si por algún motivo siguen sus incompetencias, sus argumentos quedarán rebasados por la evidencia. Después de veinte años, más viejo y sin Fidel; no podrá culpar al imperio, mucho menos al explotado episodio del año 2002, lo único que podrá hacer es mostrar una obra real que sirva como argumento para seguir dirigiendo la administración del Estado.
Nicolás Maduro juega a la paciencia. Sus creencias hindúes afianzadas en la búsqueda de Sai Baba, le han ayudado a tener el equilibrio político para mantenerse cerca del jefe sin que este sienta que detrás está su propia ambición. Ha logrado pasar por el filo de la navaja sin cortarse y menos perdiendo el equilibrio, los antiguos sacerdotes del Período Brahmánico hablaban de la estrategia de la araña. Con sigilo construye su red hasta que su campo es una invitación para que caigan los desprovistos de malicia, ella aguarda pacientemente hasta que ve morir a sus adversarios. Maduro sabe que cuenta con su jefe para iniciar el desplazamiento de aquellos elementos que pueden ser un escollo en el futuro. Apenas estábamos cotejando resultados electorales, cuando se da inicio al período sucesoral dentro del chavismo. Salida a corto o largo plazo, el destino dirá la última palabra.
Por: ALEXANDER CAMBERO
alexandercambero@hotmail.com
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EL UNIVERSAL
miércoles 17 de octubre de 2012