Tiempos de cambio
Por mucho que en el cogollo psuvista intenten restar importancia a las multitudinarias concentraciones que ha venido realizando en todo el país Henrique Capriles Radonski, no hay forma ni manera de ocultar que al pueblo venezolano se le soltaron las amarras, que el candidato de la unidad ha consolidado un liderazgo que tiene a Miraflores sudando la gota gorda. Y lo del pasado domingo en la avenida Bolívar ha sido un certero baño de agua fría para las aspiraciones continuistas del que te conté.
Capriles le tomó la calle al gobierno. Su mensaje, cada vez más certero, ha sabido poner el dedo en la llaga. Ha desnudado a un mandatario y a un partido que lucen desesperados, que no hallan cómo reciclar y presentar viejas promesas en nuevos envases de demagogia electorera. Ni el abuso de poder, ni la siembra del miedo, ni las provocaciones constantes a lo largo de la campaña, incluida la del pasado en Barinas, donde fueron asesinados tres dirigentes populares de las fuerzas que respaldan al abanderado de la unidad, son ya suficientes para detener a una ciudadanía deseosa de un amanecer democrático, harta de la exclusión, de la corrupción, del chantaje económico y político.
El Hugo Chávez de hoy actúa, habla y hasta se parece por sus acciones y por sus resultados a lo que supuestamente vino a combatir cuando se postuló como candidato en 1998. Los vicios que denunció en aquel entonces, el clientelismo, el partidismo, la falta de manejo probo de los recursos del Estado, la ausencia de autonomía de los poderes públicos, se han multiplicado. A eso se le añade nuevas mañas para intentar perpetuarse en el poder, su mayor obsesión, su sueño recurrente. Ningún problema del país, bien sea la inseguridad, la crisis eléctrica, el caos hospitalario, el deterioro de la educación, la vialidad destrozada, la caída en picada de la producción nacional y la mayor dependencia que tenemos de las importaciones son más importantes que el objetivo de borrar, aniquilar y pulverizar a sus adversarios.
La marea humana que desbordó el centro de la ciudad el pasado domingo es una antesala de lo que está por producirse el próximo domingo: una clamorosa victoria de Henrique Capriles y el inicio del difícil pero inevitable camino hacia la Venezuela segura, productiva, solidaria, democrática, diversa y unida en torno a un proyecto de país compartido por todos, como lo es la constitución de 1999, con la cual el saliente mantiene una relación de hipocresía. El ciclo histórico del chavismo está cerrándose, y todo parece indicar que el 7 de octubre el PSUV y su candidato recibirán un rotundo voto castigo, como el que sirvió para desplazar al viejo modelo político en 1998.
Henrique Capriles ha hecho la tarea como candidato, ha superado con creces las expectativas de todo el universo opositor, incluso de quienes le brindamos apoyo en las primarias frente a otras opciones. Se ha crecido a lo largo de la campaña. Le ha tomado el pulso al país y a sus necesidades. Ha construido un liderazgo sólido que no estaba en las cuentas del gobierno, y que a estas alturas no se puede empañar ni siquiera con toneladas de lodo, principal ingrediente de la campaña oficialista. El candidato de la unidad tiene cara de Presidente Electo. Millones de venezolanos le han depositado su confianza para que le dé una vuelta en positivo a la rueda de nuestra historia.
La gorra tricolor tiene hoy tanta o mayor fuerza, tanto o más simbolismo que la boína roja en los tiempos de gloria del chavismo, cuando la esperanza aún no había sido profanada a punta de primeras piedras, promesas, engaños e interminables peroratas. Tengo una inmensa fe en la victoria, me late que el próximo domingo alguien tendrá que comenzar a recoger sus peroles… En Miraflores ya se escucha el motor del camión de la mudanza.
Por: VLADIMIR VILLEGAS
vvillegas@gmail.com
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