Aquí y ahora
A escasos nueve días de las elecciones más importantes de Venezuela desde que Chávez asumió el poder, el Gobierno ha acrecentado su campaña de intimidación a un pueblo que parece resuelto a cambiar el rumbo del país.
Se tejen rumores y consejas de todo tenor, alentadas desde la Presidencia de la República y por los altos jerarcas de la cúpula chavista enquistada.
Las amenazas abarcan un marco de violencia e inestabilidad que crearía una situación muy grave de ingobernabilidad, auspiciada desde los colectivos que se hacen llamar revolucionarios (léase, bandas armadas callejeras) hasta la no entrega por un grupo de militares conjurados que mantendrían al jefe de la revolución contra viento y marea. También se habla de saboteos a las elecciones que pasarían por apagones controlados y otros despropósitos atribuidos, claro está, a la oposición que, sintiéndose vencida, apelaría a tales procedimientos.
El diario ABC de España ha hecho una referencia detallada a un documento, al que extrañamente ha tenido acceso, sobre todo un plan subversivo de células de “militantes armados revolucionarios” para crear un caos y abortar cualquier acción de activistas opositores dispuestos a defender el resultado favorable a Capriles. La información la da un presunto coronel del Ejército que pidió el “anonimato”. Bien, en todo caso, guerra avisada no mata soldado.
Soy de los que cree que, aunque la situación no va ser fácil, Chávez tendría muchas dificultades para desconocer la victoria de Capriles. Por una parte, están sus aliados latinoamericanos que no se atreverían a semejante aventura, sabiendo que está de salida. Amén de pensar en su pellejo y en las cláusulas democráticas establecidas en la Unasur, la Carta Democrática de la OEA (hasta los momentos convertida en letra muerta, pero de mucho valor en la ocasión de una ruptura del frágil hilo constitucional) y en los requerimientos del Mercosur, elementos convertidos en cepo para cualquier desvarío golpista.
El fin último sería instaurar un régimen de miedo con el apoyo y el visto bueno de un sector de la Fuerza Armada Nacional. Lo cual luce muy difícil, por no decir imposible.
Chávez, a pesar de todo, siempre se ha preocupado de mantener una imagen “democrática” a escala internacional. Por eso ha hecho tantas elecciones en las que tenía todos los hilos bajo su control. Trampeadas o lo que sea, pero a la vista de la comunidad internacional, comicios que ha ganado.
De otra parte, hoy existe una alternativa democrática fortalecida, con muy pocas grietas que lo que han hecho es, a pesar de la guerra sucia, reforzar la unidad monolítica alrededor de Capriles y sellar el compromiso histórico de derrotar a quien, hasta hace muy poco, se creía invencible.
A todo evento, como nunca faltarán trasnochados grupos chavistas, civiles armados y militares temerosos de responder ante la justicia por sus delitos de corrupción y narcotráfico, que se negarían a reconocer al nuevo presidente, nacido de la voluntad popular, la oposición deberá tener un plan de contingencia a los efectos de defender un eventual éxito electoral.
Aquí vale el eslogan de una prestigiosa compañía aseguradora que, cuando se refiere al disfrute de un seguro, afirma: “Más vale tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo”.
Y, por último, está el papel moderador de la Fuerza Armada. Estoy persuadido de que la mayoría de sus integrantes hará valer los resultados, no solamente por el apego a la Constitución, a los valores democráticos de la patria y el respeto a los derechos humanos, sino también porque nadie se va a inmolar a favor de un grupito de validos, en una aventura que, en ningún caso, tendrá posibilidades de triunfo.
Por: FREDDY LEPAGE
@freddyjlepage
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EL NACIONAL