“Ni a los ricos, ni a los pobres,
ni a la clase media…”
■ Sería esa la única manera de evitar su debacle en un país que reclama ya un cambio.
En realidad a nadie, absolutamente a nadie, le conviene que Hugo Chávez sea electo por cuarta vez Presidente de la República. Y cuando muy pagado de sí mismo hace la afirmación sobre los ricachones a quienes les vendría bien su ratificación Hugo Chávez no miente porque se refiere a claque parasitaria que se ha enriquecido a costillas del pueblo venezolano por el expediente del robo y el saqueo del erario público.
Esa clase dominante, esa nomenklatura, esa oligarquía que algunos han dado en llamar boliburgueses, se ha enriquecido a ojos vistas sin generar un centavo productivo y sus astronómicas cuentas en bancos del mundo no reflejan una vida dedicada al trabajo y al emprendimiento, sino a sus habilidades para colocarse en el sitio adecuado y a la hora precisa, bien sea en su papel de altos funcionarios con acceso a la intimidad al caudillo o esa parva, nacional e internacional, de aprovechados, comisionistas, advenedizos, ladrones de cuello rojo, saltadores de talanqueras y falsos profetas de una pretendida revolución que se reparten el botín amparados en la más escandalosa impunidad.
No le conviene a nadie esa desgracia de Hugo Chávez en el poder por seis años más porque las crisis no son permanentes sino que tienen desenlaces y Venezuela se está acercando a un fin de la crisis que reclama cambios urgentes y radicales de conducción para evitar tragedias mayores a las que ya vivimos. No resulta una casualidad que en menos de una semana la hecatombe que se asoma se manifieste en hechos como la explosión de la más importante refinería del país, colapse una de las principales vías de comunicación, se caigan puentes, se despache de un plumazo la investigación sobre una presunta masacre de indígenas y la sangre rezuma por las paredes de las cárceles venezolanas, mientras las estadísticas digan que cada media hora muere asesinado un venezolano y el responsable diga, sin rubor, que la función debe continuar.
No. A nadie le conviene, ni siquiera a él mismo y lo mejor que le podría pasar a Chávez es que el 7 de octubre próximo pierda las elecciones. Sería esa la única manera posible de evitar su propia debacle en un país que para librarse del estallido ha comprendido la necesidad de un cambio de líder y de proyecto. El triunfo de Henrique Capriles ofrece, de entrada, ese logro impagable. Abrir un paréntesis de esperanza, la interrupción de la sangría, la pausa que es tregua, para recomponernos y empezar de nuevo en la reconstrucción de una sociedad maltrecha y colocada al borde del abismo por la locura narcisista de un presunto iluminado.
Por: ROBERTO GIUSTI
rgiusti@eluniversal.com
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EL UNIVERSAL
martes 11 de septiembre de 2012