El ocaso de una empresa que llegó a
ser quinta en el ranking mundial
Podría atribuirse a la fatalidad de la Ley del Karma de budistas e hindúes, de la Hubrys griega o del Destino con que judíos, cristianos y musulmanes tratan de explicarse los inescrutables designios de Jehová, o Alá, pero Hugo Chávez, el venezolano que estuvo durante 14 años pulverizando las carreras políticas de sus adversarios, vio la suya pulverizada, fulminada y vuelta cenizas según las llamas de la explosión de la refinería de Amuay cubrían de horror a toda Venezuela.
Una tragedia con un saldo de 50 vidas absurdamente arrebatadas, más de un centenar de heridos y desaparecidos y pérdidas materiales que se acercan conservadoramente a los 5 mil millones de dólares y endosables a él, y solo a él.
Y es que, fue este señor, o teniente coronel, Chávez, quien tuvo la peregrina y malhadada idea de ensangrentar a Venezuela mediante dos golpes de Estado en febrero y noviembre de 1992 (unos 300 muertos) y, …!adivinen para qué!…pues para traernos de vuelta el socialismo, el comunismo, el centralismo y el militarismo, los “Cuatro Jinetes del Apocalipsis” que sembraron de ruina, guerras, destrucción, miseria y violaciones masivas de los derechos humanos a todo el siglo XX.
Extravío, tanto menos excusable, cuanto que, ya hacía más de una década que chinos, vietnamitas, soviéticos, y europeos orientales (algo así como 1600 millones de personas) habían decidido, por distintas vías, tirar a la basura a los “Cuatro Jinetes” y reemprender la ruta de regreso a la libertad y la democracia, que es el sistema que permite progresar sin que los derechos fundamentales del hombre y el ciudadano, los derechos de las minorías, la tolerancia, la justicia y la igualdad sean pisoteados.
De modo que, hénos aquí a los venezolanos a comienzos de los 90 a contramarcha de la historia, en franco retroceso hacia un pasado que el mundo había dejado atrás porque le había ocasionado las peores atrocidades conocidas y todo por obra y gracia de este señor, o teniente coronel, Chávez, que se inventó unas cuantas exageraciones para que las mayorías nacionales le perdonaran su hórrida transgresión a la ley, sus 300 muertos y lo eligieran presidente de la República en diciembre de 1998.
Desde luego que el socialismo chavista (que él bautizó, o le bautizaron, con el remoquete de “Socialismo del Siglo XXI”) resultó exactamente igual a todos los socialismos, con el desencadenamiento de una avalancha de odios, venganzas y resentimientos por los que los venezolanos amanecimos un día divididos en ricos y pobres, burgueses y proletarios, explotadores y explotados, negros y blancos, honestos y deshonestos, revolucionarios y contrarrevolucionarios, pitiyankis y antiyanquis e incitados por el caudillo redentor Chávez a desenterrar el hacha de la guerra e ir dirimir las diferencias en los campos de batalla.
Claro, que toda esta conmoción desatada, no a través de los métodos del socialismo tradicional que acampaba en los países construyendo paredones de fusilamientos, cárceles, puertos y aeropuertos de emergencia por donde se mandaba a otros mundos a opositores y rebeldes, sino articulando el aparataje de una democracia ficcional e instrumental con la que, la independencia de los poderes pasaba a manos del caudillo y las instituciones reales y concretas eran adulteradas y convertidas en otras armas de la revuelta armada.
Mundo laberíntico y abominable por lo demás, y en el cual, los demócratas venezolanos vieron como se estrangulaba y menoscababa la democracia precisamente a nombre de los principios e instituciones democráticas.
Y de cuyas fauces surgió el escenario y teatro donde Venezuela conoció por primera vez al “profeta armado”, al caudillo que bajaba con las tablas de la ley de la dogmática marxista a salvar a los de abajo, a ser uno con los pobres, con los explotados, con los humillados, con los ofendidos que podían también tomarlo como su rey dador, porque venía a construirle la tierra de promisión, aquella que solo destila leche y miel, la del maná y el milagro de los panes y los peces y donde por primera vez se hacía realidad “el reino de Dios en la tierra”.
Lo que sucedió fue que si Chávez tenía alguna intención de cumplir lo que prometía, el socialismo que ya empezaba a aplicar con expropiaciones y una estatización feroz, se encargó de destruirla, pues siendo como es un sistema “minuciosamente” improductivo (Carlos Alberto Montaner dixit) actuó como un trapiche que, no solo fue moliendo las otroras eficientes agricultura y ganadería nacionales, la industria manufacturera, las pymis, y las empresas estatales del hierro y el aluminio, sino también a los grandes proyectos dirigidos a mejorar el suministro de energía termo e hidroeléctrica, a la actualización de las empresas de telefonía fija y celular, y también a la educación, la salud y el transporte.
Para darnos una idea de la tragedia en que se hundió el país a partir del socialismo por dosis que fue suministrándole Chávez, recordemos que al inicio de su gobierno había 11 mil empresas del sector privado y hoy restan menos de 4 mil.
No se crea, sin embargo, que hubo alivio para las empresas todavía robustas del sector público, que fueron cayendo una a una y transformadas en bosques donde solo crecen los rastrojos, las chamizas, el montaral y los nidos de culebras.
En otras palabras, que solo PDVSA, la estatal petrolera que producía el 70 por ciento de las divisas que ingresaban al país, pudo mantenerse durante un tiempo al margen de la razzia depredadora, hasta que el señor, o teniente coronel, Chávez, a comienzos del 2003, decidió “socializarla”, le aplicó una suerte de “limpieza ideológica” expulsando de sus filas a 25 mil trabajadores “antichavistas” a quienes se les desconocieron sus más elementales derechos e iniciando el proceso de un acelerado deterioro que, no solo ha reducido su producción de 3 millones de barriles diarios a un poco más de la mitad, sino lanzándola a tragedias como las del río Guarapiche y el Complejo Refinador de Amuay, para solo citar dos de las más dolorosas.
Una empresa que llegó a ser la primera en el ramo de producción de hidrocarburos a nivel latinoamericano y la quinta en el ranking mundial, pero que hoy ve interferidos sus procesos productivos por gerentes, técnicos y trabajadores cuyas únicas credenciales son el carnet del partido oficial, asistir a mitines y concentraciones y gritar que comparten las ideas de Chávez y su revolución, cuando en el fondo las desprecian.
¡Ah, porque ésa es otra, abusando del poder político con el que incautó la independencia de los poderes, y de otra “limpieza ideológica” que implementó en el seno de las FAN, Chávez también se trasformó en el “Big Brother” que describe Orwell en “1984” y en la mañana, al mediodía, en la tarde, en las noches, y hasta en las madrugadas, irrumpe en las calles, hogares, sitios de trabajo, de estudio y de oración dando órdenes, insultando a sus adversarios, reciclando planes, o, simplemente, hablando disparates.
Igualmente, dilapidó un BILLON Y MEDIO de dólares que ingresaron al país como consecuencia del último ciclo alcista de los precios del crudo, financiando una suerte de mini “Guerra Fría” con la que se proponía destruir al capitalismo, al imperialismo y los Estados Unidos y triunfar él, Chávez, en la tarea en que habían fracasado Lenin, Stalin, Mao y Fidel Castro.
Petróleo y petrodólares líquidos fueron a parar a las arcas y bolsillos de gigolós de la política como los hermanos Castro, Daniel Ortega, Rafael Correa, Evo Morales y Cristina Kirchner quienes ven hoy desintegrarse al otrora “Rey de Petróleo”, pero temerosos, al parecer, de que les vaya a pedir refugio o asilo político.
En otras palabras, que de una catástrofe como la descrita no podía salir ilesa la refinería de Amuay, siendo la primera de Venezuela y de la región, pues el socialismo en su peor versión, el vandalismo, fue masacrando sus procesos productivos, desactualizándola tecnológicamente, abandonando sus programas de mantenimiento y convirtiéndola en una guillotina que ocasionó la muerte de 49 trabajadores “por accidentes” en menos de 5 años.
Entre tanto, con los muertos y accidentes, llegaban los apagones y las interrupciones, hasta que el sábado pasado (exactamente a la 1 y 10 de la madrugada) una fuga de gas producida, y no corregida desde hacía tres días, produjo la tragedia que ha acongojado a Venezuela y asombrado al mundo y es una de las peores “herencias” que nos legan Chávez y su “Socialismo del Siglo XXI”.
Una explosión que lo tuvo durante casi 12 horas mudo y fuera de las cámaras de televisión y los micrófonos de la radio, dicen algunos que durmiendo y otros que despierto pero sin capacidad de reacción, pero quizá ahogado en llanto, terror y miedo, teniendo como tiene una cita electoral el 7 de octubre próximo.
Esperemos que se presente y sea capaz de sostener la avalancha de votos con que lo aplastará Henrique Capriles Radonski, aunque no es una hazaña que le envidió al candidato opositor, pues se trata de derrotar a un pulverizado…al pulverizado de Amuay.
Por: Manuel Malaver
Politica | Opinión
Domingo 2 Septiembre, 2012