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ALBERTO FRANCESCHI: Odio en tiempos de cólera



No hablo del cólera que pone rojos
a los pacientes infectados…

 

Hablo de la ira que está subiendo en el barómetro de la impaciencia colectiva, ante un gobierno que solo nos depara desgracia tras desgracia.

Vivimos en medio de una espesa sensación sobre que algo importante tendrá que suceder y que nos lleva a vislumbrar un cambio drástico en la situación política, institucional, social, y militar del país.

El Estado nacional, expresado en las instituciones del régimen da la sensación de estar naufragando. El marasmo gana terreno, la divisa americana dispara su valor especulativo, se vive a la espera de grandes episodios, así sean desgracias y estas efectivamente no faltan.

Las elecciones dentro de contados días presagian que una inmensa mayoría quiere mandar al cipote al déspota, pero este se quedará en la presidencia, mientras tenga vida, si o si, por decisión o de una mayoría idiotizada, comprada, chantajeada y debemos contar también hasta la seducida por el encantador de serpientes, que funge de primer mandatario. Aunque él más bien se prepara para seguir su presidencia vitalicia por manipulación manifiesta de su CNE, ya dotado de la más sofisticada maquinaria ventajista y fraudulenta que se haya conocido.

El candidato déspota quiere su reelección, haciendo tragar por anticipado que “el árbitro”, es decir sus conmilitones de ese organismo, darán su veredicto sin apelación alguna, en la noche del 7-O.

La sensación espesa, como la del fuerte olor a gas de la refinería de Amuay, que se sentía dos días antes de la gran explosión, nos hace percibir un país donde hace pocos días, se recibe la noticia que TODAS las empresas de industrias básicas están quebradas, y cuyo fabuloso mantenimiento parasitario cuesta dinerales al contribuyente, mientras cunde en contrapartida el abandono inmisericorde de la seguridad, salud, educación, vías carreteras etc y se constata, sin consecuencia alguna, que esa CVG está siendo saqueada por sus directivos incompetentes y ladrones y abandonada a su suerte por la desidia de su personal, que le hizo perder hasta tres cuartas partes de su potencial y volumen de producción…

Ahora se sabe, gracias a los resquicios de libertad informativa, defendidos a dentelladas por los medios independientes, que la principal de “nuestras” industrias, PDVSA, ha envenenado masivamente ríos y lagos con derrames de crudo y deja explotar, por falta de mantenimiento o simple brutalidad y crasa ineptitud, el principal complejo refinador, causando más de 40 muertos y otro centenar de quemados y heridos

Supimos 3 días antes que en una de las principales cárceles se entremataron varias decenas de presos en una “riña” dirimida con armas de guerra y hace pocas semanas otra matanza carcelaria en “La Planta”, y la noticia sobre que aguas con heces fecales son “bombeadas” a los acueductos como “potable”.

¿Qué falta para determinar que este gobierno nos ha llevado a una cadena de calamidades, que quieren disimular en las cadenas mediáticas repetitivas, fastidiosas, injuriantes, como fórmula milagrosa aconsejada por Fidel, para mantener la omnipresencia de control y omnisciencia del dictador, generando su supuesto carácter de ser imprescindible en nuestra vida cotidiana?

Nos enteramos sin embargo que se caen los puentes sin mantenimiento ni prevenciones, como el de Cúpira, por hacerles soportar 5 veces el peso que podían tolerar y al colapsar aíslan a una miríada de ciudadanos, arruinándoles de paso sus comunicaciones físicas, familiares, laborales, comerciales etc.

¿Cómo no sentir que estamos en la inminencia de episodios políticos inéditos de gran alcance y repercusión sobre años futuros, si ya se hizo habitual ver traer a las morgues un centenar de asesinados cada fin de semana, rompiendo records de las tasas de criminalidad más altas del mundo, salvo la de países que estén en medio de guerras civiles?

¿Es normal entonces que discurran ante nuestros ojos situaciones donde miembros uniformados de distintas policías se maten entre ellos a balazo limpio en medio de la calle?

La espesa sensación es sobre inminencias de cualquier tipo, entre ellas la de ver desnuda ante nosotros, la voluntad de fraude electoral masivo del gobierno y el PSUV, o la nueva capitulación en grande de nuestro nuevo mesías conciliador, como aquel que dijo que perdía por una “burusa”, a la media hora de conocer los resultados manipulados de forma pestífera por el CNE.

El “corazón de mi patria” está lleno de odios y generó tantas divisiones y factores de crisis que no tienen más alternativa que explotar como Amuay. Lo que viene luego es para bomberos políticos de alto calibre.


Por: Alberto Franceschi
Politica | Opinión
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@alfranceschi
Martes 28 Agosto, del 2012