Aquí y ahora
La campaña electoral sigue indetenible su curso. No hay fuerza posible que la pueda interrumpir y, mucho menos, detener. 44 días es una cifra al azar, como cualquier otra. No tiene nada de particular en el calendario. Sin embargo, a estas alturas, hay pruebas irrefutables más allá de lo que puedan decir las encuestas tarifadas del Gobierno que, por cierto, las hay para todos los precios del cansancio y la pérdida de horizontes del Gobierno y de su candidato.
El mito de la invencibilidad del ya antiguo abanderado oficialista parece diluirse, difuminarse, como sucede con la mayoría de los hechos en esta vida, que no están sustentados sobre bases sólidas que permitan trascender en la historia. El momentum político se ha desplazado, porque el pueblo venezolano así lo ha decidido. El deslizamiento es gradual pero sostenido. La proteica verbosidad de otros tiempos da paso a lugares comunes que ya rayan en el fastidio, las reiteraciones son abusivas. No entusiasman a nadie, ni siquiera a aquellos que han disfrutado de las mieles del poder a su antojo durante tanto tiempo.
El personaje pletórico de ideas, capaz de hablar durante horas, de tanto hacerlo se ha convertido en predecible. Ahora acude a planteamientos recurrentes sacados del desván de los recuerdos. Sin embargo, ¡ojo!, al susodicho aún le quedan suficientes recursos para dar una pelea con el ventajismo a que está acostumbrado.
Por eso, sin pecar de triunfalistas, se puede hablar con un optimismo razonable basado en las observaciones empíricas de quienes tenemos algún tiempo siendo actores y espectadores de varias campañas electorales.
44 días, parecen suficientes para consolidar la victoria de Henrique Capriles, si se siguen haciendo las cosas como hasta ahora se han hecho. En tiempos de elecciones surgen muchos espontáneos, la mayoría de buena fe, que creen que se debe actuar de diferente manera, según sus apreciaciones. Pero en política hay una regla de oro que no se puede quebrar: Si la estrategia seguida da los resultados deseados, entonces, no hay razón alguna para cambiarla. Ejemplos hay muchos. No es necesario impacientarse con los calendarios y los ritmos, sino más bien afincarse en ellos para cumplirlos.
44 días son bastantes para que el aspirante a la reelección indefinida siga con su enmohecida y raída perorata de descalificar al adversario por medio de los adjetivos, epítetos e insultos que ha repetido durante 14 años. Esta vez ya huelen a formol.
44 días son muchos para seguir engañando al pueblo, a la sociedad en general, con un supuesto apoyo incondicional de una fuerza armada que, afortunadamente salvo una cúpula corrompida y desacreditada, piensa de manera institucional con estricto apego a lo establecido en la carta magna, a la hora de hacer valer los resultados electorales. Esa idea peregrina de contar con un ejército de “centuriones” a su disposición, se hace cada vez menos viable, más ilusoria…
44 días alcanzan para terminar de preparar y adiestrar a los miembros de mesa, a los testigos, a los integrantes de la operación progreso, para que no quede ningún centro de votación, por más alejado que esté, sin resguardo y presencia de esos entusiastas militantes resteados con la democracia para garantizar que la voluntad popular no sea torcida por los delincuentes y matarifes electorales del oficialismo.
En 44 días se puede erradicar del imaginario de mucha gente que al ganar Capriles se formará la sampablera, porque el perdedor no entregará el poder. Quedan 44 días para el 7 de octubre.
Claro que se puede, hay un camino…
Por: FREDDY LEPAGE
@freddyjlepage
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EL NACIONAL