“El tiro le salió
por la culata…”
■ Definitivamente, en el turbulento escenario político nacional, hay que reír para no llorar.
Lo decimos por el último episodio de la gran cadena de despropósitos: la gorra de Henrique Capriles. En una campaña electoral tan compleja, en un país conmovido por incontables sucesos, lo que llama la atención del organismo rector de las elecciones es… la gorra.
Quienes estamos aquí adentro y hemos padecido el recalentamiento de nuestra nación durante década y media, sabemos que hay un listado interminable de irregularidades de barbaridades, para ser exactos- que sí atañen al Consejo Nacional Electoral y que, cosa curiosa, escapan a su poder de observación.
En tiempos pasados, el uso de los colores patrios en cualquier acto electoral estaba efectivamente prohibido. Y los candidatos lo respetaban. Todos.
Recordemos, para quienes tienen corta memoria, que el primero que intentó violentar la norma de no utilizar símbolos patrios con propósitos propagandísticos fue el actual Presidente, cuando irrumpió desde los cuarteles a la vida pública con el llamado Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, o MBR-200. El mismo que utilizó para insurgir con soldados y armas de la República contra el Estado de Derecho.
El entonces Consejo Supremo Electoral lo atajó, prohibiéndole apellidar como “bolivariano” su movimiento político. De ahí salió el “MVR” o Movimiento Quinta República. Se cambió una letra para pasar agachados y cuidar las formas. Una vez en el poder, le agregaron el adjetivo “Bolivariano” a todo lo que se les atravesó en el camino, con la nada disimulada intención de utilizar el nombre del Padre de la patria para manipular a su conveniencia el poder y la política.
Después, fueron ellos también quienes violentaron la norma de dejar los colores patrios fuera de la contienda, y se agarraron el tricolor para su parcialidad política, pretendiendo arrebatárselo al resto de los venezolanos y dejarnos excluidos de una propiedad que pertenece a nuestro gentilicio todo.
Pero a medida que el desengaño y la indignación corrían por Venezuela, la ciudadanía espontánea se apropió de sus colores y no los volvió a soltar.
Posteriormente, el gobierno “sale del closet” y admite su proyecto socialista públicamente: sus simpatías con el castrismo, con el comunismo, con la fallecida Unión Soviética; la copia de sus modos e intenciones. Y de manera coherente, se uniforman de rojo, cometiendo el atropello de vestir de rojo instituciones públicas, edificios patrimoniales, empleados y todo cuanto estuviera al alcance de su mano.
El tricolor siguió siendo patrio y de las mayorías. Ante el rechazo manifiesto al todopoderoso y grosero rojo, el oficialismo vistió de tricolor a su candidato y sacó un logo también tricolor, cuando desde hace rato éste era utilizado por la alternativa democrática y su candidato.
Solo ven la gorra de Capriles. No ven el aparataje igualmente tricolor del candidato-presidente. Ni sus cadenas de radio y TV que superaron las 20 horas en un mes. Ni la presencia de su imagen en organismos públicos. Ni una campaña ventajista que no rinde cuentas de sus fondos.
El tiro les salió por la culata. Venezuela se uniforma de gorras tricolores como símbolo de justicia y libertad. A los buhoneros se les agotan, recorren las redes sociales, aparecen en estatuas de próceres como acto de protesta. El mensaje es claro: los venezolanos estamos hasta la gorra. Y dejaremos constancia de ello con nuestro voto libre y secreto del 7 de octubre.
*DAVID UZCÁTEGUI, Candidato a alcalde de Baruta por la Unidad.
Por: DAVID UZCÁTEGUI
POLÍTICA | OPINIÓN
EL UNIVERSAL
CARACAS, martes 14 de agosto, 2012