Recibió la mala noticia
una tarde aciaga…
El viernes 3 de agosto del año 2012. Una llamada telefónica interrumpió su acto contemplativo a la imagen del líder máximo. Era un ritual que aprendió en la cárcel. En posición hatha, precisamente cuando salía del estado dharana y entraba de lleno en dhyana oyó el ringoneo de su celular. Volteó a ver el reloj de pared: las 2:00 pm. Tuvo un presentimiento, un déja vù, de esos que lo acompañan a uno por el resto de la vida.
La voz melancólica, meliflua y un tanto quejosa de Jesse se oyó en el auricular. Arias recordó cuando tenía a Jesse y a Diosdado como attachès, como simples furrieles en el PAMI, por allá en los años del Caldera II.
Mi comandante Arias, tengo los resultados de la encuesta.
El déja vù le martilló el cerebro.
Se vio ante sí mismo al lado de una gallina. Una gallina gorda parada firmemente en el filo de una silla. El recuerdo era confuso.
Medimos el impacto de la instalación del chip de la gasolina en todo el estado Zulia.
Él sabía. El curita sabía. No era necesario oírlo. Tantas veces que le pidió a Rafael Ramírez que difiriera el decreto sobre la venta y control de combustible. Que lo anunciara el primero de enero de 2013, una vez que se hubiesen celebrado las elecciones de presidente y gobernadores. Rogó. Imploró.
Amenazó. Pero nada. La marcha del tren de la historia seguía su curso inexorable y ahora ni siquiera tenía la gallina.
Era solo Arias.
Bajamos 10% en las encuestas, estamos perdiendo 62% contra 38%. Entró de nuevo en hatha. Ahora en estado prana-samrodha. El yoga lo había salvado en varias oportunidades. La más famosa de ellas fue cuando acusó al comandante presidente de asesino. De demente.
¿Qué hacemos comandante?. Volvió a la realidad. La crudeza de los hechos no lo sorprendió. Lo dedujo en las miradas despreciativas de los choferes maracuchos. Las pitas en la Guajira. Los portazos en Lagunillas. La soledad en la visita a Bachaquero. Con voz apagada, actitud esmirriada y carne flácida le sugirió a Jesse que repitiera la encuesta. Con una muestra doble que la anterior. Y en un arrojo temerario, sacando fuerzas del fondo de su corazón, agarró el teléfono, el interministerial. Pulsó 001.
Despacho del Presidente…, oyó la voz conocida de la teniente Yuddiny Rodríguez Mendoza.
Teniente, soy yo, el comandante Arias Cárdenas. Por favor, páseme al Presidente.
Silencio. Espera. Dos minutos que parecieron una eternidad. Empezó a sudar repentinamente. Solo le sucedía eso cuando hablaba con el Jefe Máximo.
¿Qué pasó Francisco? Hugo, estamos chipeados, estamos perdiendo de calle.
¿Estamos qué?, ripostó sonora la voz de Chávez. Estamos perdiendo en el Zulia.
Me lo acaba de confirmar el teniente Chacón Escamillo.
Bajamos 10%. Estamos en 38% de voto efectivo. Hugo, tienes que revertir el decreto sobre el chip, por lo menos en el Zulia.
Mira Francisco, nunca, pero nunca me echo para atrás en una decisión que yo mismo anuncié. Te recomiendo que te pongas los pantalones y salgas a buscar los votos que bastante hay en esas tierras zulianas y a mí no me andes llamando con cantaletas ni rogantinas.
El Presidente colgó y ese simple sonido del teléfono le llegó al alma como un gigantesco trueno. Ensordecedor.
De nuevo le vino a la memoria la gallina. Ahora la veía flaca, desplumada, como sus ilusiones de regresar al Palacio de Gobierno zuliano. Al Palacio de los Cóndores, de donde no debió salir nunca a aventurarse en empresas imprudentes. Se resignó.
Sentose nuevamente frente a la imagen del Supremo y entró definitivamente en nirvana.
Por: EDUARDO SEMTEI
@ssemtei
POLÍTICA | OPINIÓN
EL NACIONAL
LUNES 13 DE AGOSTO DE 2012