“Si nos quedáramos callados ante los
problemas seriamos complices…”
■ La Iglesia católica venezolana se enfrenta a Chávez contra las violaciones constitucionales.
■ Padre Jose Palmar: Rezar por la salud de Chávez después del show mediático es como pedirle a Dios que le cure las llagas de las quemaduras a lucifer.
■ La desaparición de alternativas políticas en varios países debilita la democracia y abre la vía para que los sacerdotes sean la voz discordante frente a los Gobiernos.
La ausencia de oposición en varios países sudamericanos, sea por incompetencia, descrédito o por la intimidación del poder gobernante, ha debilitado la democracia y encumbrado a la Iglesia católica como prácticamente la única voz discordante. Aunque los sacerdotes siempre han participado en la política, antes y después de las independencias hispanoamericanas, en lo que va del nuevo milenio esa presencia se ha hecho más notable. En Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina se producen fuertes enfrentamientos de los presidentes con la jefatura eclesiástica, mientras que en Perú y Brasil los sacerdotes a menudo secundan el malestar social que generan proyectos mineros o de infraestructuras.
Cavernícolas”, llegó a tildar Chávez a los cléricgos por sus afiladas críticas.
La Iglesia tiene una función religiosa, pero la religión no se puede reducir a los límites de la sacristía. Como venezolanos también tenemos la obligación de participar en la marcha del país y opinar sobre los que consideramos que pueden ser medidas que nos apartan de una línea de convivencia o que dañen a la sociedad, como la violencia o la corrupción. En ese sentido, tenemos que intervenir y eso no necesariamente es hacer política. Si nos quedáramos callados ante los problemas también sería una política”, dice el arzobispo Diego Padrón, presidente de la conferencia episcopal venezolana.
Nuestra función no puede limitarse a la sacristía”, dice el clero venezolano
“En Bolivia, la Iglesia ha tratado, quizás a veces entre signos de interrogación, de iluminar los espacios que hemos vivido en los últimos 50 años. Espacios de dictaduras y de democracias”, asegura el arzobispo de Santa Cruz de la Sierra, Julio Terrazas. “Nosotros no somos un partido de la oposición, somos la voz cristiana que resuena cuando hay derechas y hay izquierdas que no respetan la dignidad de las personas y los derechos fundamentales (…) Ojalá sean los laicos los que asuman toda la marcha de la sociedad, pero siempre será nuestro deber denunciar lo que daña a la persona, porque hay un embrujo de los políticos que cuando llegan al poder se olvidan de los problemas (…) Desde hace tiempo viene creciendo el narcotráfico en nuestro país y creo que quien no admite esto no está mirando la realidad para poder redimirla, sino dedicándose a señalar como enemigo a todo el que hable del problema”, concluye el redentorista Terrazas.
Hace cinco años, los obispos de América Latina denunciaron “la situación social marcada por la exclusión y la pobreza”. Fue un intento de recuperar el espíritu de la conferencia de Medellín de 1968 que dio al continente su propia teología, la de la liberación, que planteó cómo ser cristiano bajo la opresión política o económica. El teólogo dominico español Jesús Espeja cree que debe haber un serio intento de recuperar en la región los valores cristianos de la fraternidad y la solidaridad, y que en ese camino es imposible que la Iglesia quede al margen de la política. “La Iglesia debe optar preferentemente por los excluidos, ser su hogar y su voz (…) El movimiento teológico de liberación sigue vigente, pero necesita un nuevo impulso”, opina Espeja.
A pesar del papel de oposición que muchas diócesis juegan en la región, los religiosos insisten en que la tarea les incomoda bastante. Quizás les viene a la mente el teólogo chileno Pablo Richard, que hace ya tiempo escribió: “Siempre que la Iglesia se ha apoyado en el poder temporal para sobrevivir, lo ha hecho en detrimento de su identidad propia y específica como comunidad de fe y esperanza”.
Por: Francisca Risatti
Fernando Gualdoni Madrid
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