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PARAMILITARES: En el 23 de Enero viven bajo ley de “colectivos” armados



Las alcabalas instaladas por civiles armados han pasado a ser la cosa más común del mundo en la parroquia 23 de Enero.

“Colectivos encapuchados
imponen su ley..”

 

En el 23 de Enero la justicia es impartida por grupos de civiles armados.

Unos 40 grupos existen en el 23 de Enero, y los más importantes son La Piedrita y Alexis Vive.

Levantan alcabalas con civiles armados y tienen injerencia en cada aspecto de la cotidianidad del sector.

Aquí no circulan policías. Ni de la PN, ni de Policaracas, ni del CICPC, nada de nada. En el 23 de Enero la seguridad está en manos de distintos grupos de civiles armados que imponen su ley: los colectivos.

Ellos montan alcabalas en la subida de El Observatorio o entre los bloques 24 y 27, y deciden quién pasa y quién no. Si alguien va con una cámara tiene que pedirles permiso para tomar fotos, y entre la zona F y el bloque 3 de La Silsa existe todo un sistema de video y hombres con walkie talkies para seguir movidas extrañas.

Entre los vecinos sobran las anécdotas que ilustran su poder: en el bloque 26 alguien iba a hacer una gran fiesta (“para montar un santo”) y debió pedir permiso al colectivo de la zona. Otro cuenta que hace poco en el bloque 7 de Monte Piedad se presentó una rencilla entre dos personas por una vivienda, y como uno de los involucrados (una señora mayor) estaba gritando demasiado, miembros de un colectivo la agarraron y la tuvieron detenida 24 horas en un antiguo gimnasio hasta que se tranquilizó. Otro afirma que cuando a la carpa de seguridad de Cristo Rey llevan alguna persona a quien atraparon con droga o un arma, los guardias se comunican con los integrantes de los dos principales colectivos (La Piedrita y Alexis Vive) y ellos son los que deciden si la persona debe ser liberada o presentada ante los tribunales.

Multiplicación colectiva:

En alguna época se trató de movimientos clandestinos, pero hoy actúan ante los ojos de quien los quiera ver e incluso han llegado a paralizar toda la parroquia con desfiles cívico-militares, tal como paso el pasado 6 de diciembre para celebrar los 13 años de la elección de Hugo Chávez.

Y el fenómeno trasciende las fronteras del 23, como se demostró hace una semana, cuando un colectivo de Lídice ejecutó a tres sujetos cuyos cuerpos abandonó en la Cota Mil.

Los tupamaros, el grupo que originó todo, está en desbandada y uno de sus líderes (José Pinto) tuvo que refugiarse en Vargas hace ya seis años, en donde sobrevivió en 2007 a un atentado y cuatro balazos. Pero de ahí nacieron los dos colectivos principales ya mencionados que hoy operan en el 23, y de éstos han surgido a su vez casi cuarenta más: en el bloque 12 está Montaraz, en el 2 el Miranda, el José Leonardo Chirinos en la Andrés Eloy Blanco, el Mirador en El Mirador… casi que uno por bloque.

Han existido enfrentamientos entre ellos, aunque hoy viven una especie de tregua. En la zona circula ahora un panfleto, firmado por varios colectivos, en donde se insta a denunciar las ejecuciones que han tenido lugar en las últimas semanas (hace como mes y medio, solo en un día mataron a tres personas en la zona de La Piedrita y a otra en La Cañada), pero muchos vecinos son escépticos: “¿A d´onde vamos a llevar la denuncia? ¿Ante ellos mismos? Yo creo que es una trampa porque quieren saber quiénes son los sapos”, comenta un vecino.

Agrega además que estos colectivos se han multiplicado porque han recibido ayuda del gobierno, sobre todo durante la segunda gestión de Freddy Bernal (entre 2004 y 2008), y también porque muchos negocios deben pagarles vacuna: “Todos esos lugares de apuestas de caballos que hay entre los bloques 37 y 40 de la zona F deben pagarle a los colectivos para que los protejan de ellos mismos”.

Un integrante de estos colectivos asegura que lo que hacen es labor social y de control de la inseguridad, y que cuando han recibido dinero del gobierno ha sido para respaldar proyectos socioproductivos, como la panadería socialista Panal 21 en la zona central. “Estamos protegiendo a nuestra propia gente”, dice, al tiempo que asegura que gracias a su acción el 23 no solo es más seguro sino que además está menos sucio que otras zonas del oeste.

Una vecina aduce que lo de la seguridad es falso, pues allí todo el mundo se recoge a las siete de la noche porque la parroquia es líder en muertes extrajudiciales, y que la limpieza es solo superficial, pues la parte de atrás de los bloques es un permanente basurero. Además se hace una pregunta: “¿Y quién nos defiende a nosotros de los que nos defienden?”.

Una tradición de lucha:

El 23 de Enero fue el lugar en donde la subversión venezolana de los años sesenta encontró su refugio urbano.

Un vecino recuerda que allí estaba el FLN criollo, pero existió un organismo de la Digepol, la Cobra Negra, que los fue exterminando. Luego surgiría el grupo de Los Tupamaros “allá por la época de Vietnam” (finales de los 60 y principios de los 70) y continuaría la rebelión. El secuesro de autobuses y la quema de cauchos se hizo algo normal en la zona.

Cuenta que junto a sus amigos arrojaba bombas molotov desde las azoteas y tiene una imagen grabada en su retina: un tanque del ejército durante el primer gobierno de Caldera apuntando al bloque uno de Monte Piedad. Pero ni siquiera así lograron tomarlo.

Para él lo que hoy existe es una perversión de toda esa tradición de lucha: “Estos son malandros con carnet que se las dan de valientes porque tienen armas y están apoyados por el gobierno. No hay ideales, solo defienden sus privilegios”.


Por: JAVIER BRASSESCO
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EL UNIVERSAL
domingo 1 de julio de 2012