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MANUEL MALAVER: A Chávez lo cacerolean los chavistas



“Caceroliado en El Valle y
bajando en las encuestas”

 

“¿Por qué nosotros tenemos que impedir las caminatas de Capriles en los barrios de Caracas a plomazo limpio y a mi me reciben en El Valle con un cacerolazo, que sucedió en Quíbor con un supuesto ventarrón que casi le cuesta la vida a los camaradas Luís Reyes Reyes, Farruco Sesto y Luís Plaza y qué con estos dolores de espalda, piernas y brazos que no me abandonan ni un solo momento y no hay calmantes, menjurjes ni oraciones que me los quiten?”

Preguntas que acosan a media mañana del viernes a un presidente-comandante y candidato oficialista de un país sudamericano que trata a toda de costa de evitar una avalancha de votos que viene a sacarlo del poder el próximo 7 de octubre.

Piensa en la palabra “avalancha” que es sinónimo de alud, terremoto, deslave, tsunami, inundación, y de fuerza incontenible frente a la cual hay que correr o dejarse aplastar, y lo que lo abruma es “una sensación” de impotencia, fragilidad y miedo que no sabe por qué le hace derramar unas pocas lágrimas.

Amaneció intoxicado de bromazepam (Lexotanil), alprazolam (Tafil) (causante de la muerte de Lina Ron), litio, esteroides, pero se siente lúcido, ultra lúcido, tan lúcido que vuelve a repasar los acontecimientos de las últimas 24 horas y una pregunta le explota en la mente cómo si viniera a morder y hacer añicos lo que queda de su precaria estabilidad emocional:

“¿Y si fuera una conspiración, pero no de la oposición, ni de grupos espontáneos, ni de accidentes de la naturaleza, sino un complot de dentro, de lo íntimo e interno del “Comando Carabobo”. Hum…es como para decir…yo no creo en brujas, pero de que vuelan, vuelan”.

Entra una llamada por el propio celular del jefe de Estado, por el que solo conocen y usan los ministros de más confianza, los “patria o muerte”, los “hasta el fin”, y oye una voz azorada: “Es Faruco Sexto, presidente, casi me matan presidente, me cayó encima una pantalla gigante de televisión y casi me mata. La estoy contando de vaina”.

“Pero, usted estaba dónde ¿en Quíbor?” responde Chávez “¿Dónde casi matan a Reyes Reyes y al alcalde, Luís Plaza, del Municipio Jiménez, y a un Valenzuela, de la Cámara Municipal? Dime, cómo están ellos?… Porque salieron muy mal heridos

“Si presidente, pero ya están fuera de peligro” sigue Farruco “Pero fue como una cosa del demonio: un sol radiante, ni una nube en el cielo, ni una brisa y se desata un ciclón o tornado (eso que llaman los gringos “un twister”) y se lleva toldos, tarimas, sillas, mesas, sale herido Reyes Reyes, el alcalde y a mi casi me mata una pantalla gigante de televisión… Ave María Purísima!”

“Farruco, me está contando cosas muy graves” farfulló el presidente “Eso repotencia la teoría de Fidel de que los imperialistas están provocando terremotos, tsumanis, deslaves y propagando enfermedades como el cáncer y el sida para acabar con la revolución. Ministro, váyase a “Clínicas Caracas”, a “La Floresta” y o la “Santa Sofía” para que me le hagan una revisión, la más completa. Y yo me encargo de lo demás”.

Once de la mañana y ahora hay un hombre enfermo dando vueltas por una habitación en Miraflores, entrado en peso y en años, encorvado, y susurrando: “Caceroliado en El Valle, tragedia en Quíbor, bajando en las encuestas y una sarta de incompetentes y corruptos que no son capaces de llevar 3 mil personas a una caravana, y permiten que “Globovisión”, “La Patilla”, “El Diario de Caracas”, “Confirmado” y “Noticiasclic” me hagan fotos y videos que ruedan por el mundo y me exponen al escarnio público”.

Pero se le prende un bombillo, da un salto (en el vacío) y manda a buscar a los superagentes de inteligencia cubano, ruso y bielorruso (“aquellos Malmierca, Rubashenko e Ivanov que le resolvieron el problema del diagnóstico robado de una caja fuerte en Miraflores y entregado al periodista norteamericano, Dan Rather”) para que le contesten la pregunta: “¿Quién fue el traidor miembro, o cercano, al “Comando Carabobo” que montó la emboscada del cacerolazo en El Valle?”.

Una hora después se arrellanan en un sofá del despacho presidencial los 3 superagentes, y observan con sorpresa a un presidente Chávez que los recibe rebosante de salud, perfectamente peinado, con su irremplazable Scutaro, guarnecido ahora con una corbata Luìs Vuiton y unos zapatos Valentino, que los ve impaciente, como esperando respuestas.

Lo que le dispara el bielorruso, Alexei Rubashenko, sin embargo, es otra pregunta:

“Presidente ¿de dónde saca que el cacerolazo es una emboscada montada por el “Comando Carabobo” y no por la oposición?”

“Jajajá” explota Chávez “¿cómo se le ocurre pensar Rubashenko que esos majunches y balurdos van a estar haciendo cacerolazos? Pero si no son capaces de enfrentar a unas pobres barricadas que les montan mis muchachos cuando aparecen en cualquier barrio de Caracas ¿cómo van a estar haciendo cacerolazos?

“Presidente” interviene Calixto Malmierca “¿y si se trató de un cacerolazo espontáneo, la reacción de alguna gente descontenta que dijo: ”Vamos a provechar la presencia de Chávez y a cacerolearlo?”

Chávez vio al cubano de hito y en hito y dijo: “Esa hipótesis es más coherente y sería la respuesta si los cuerpos de seguridad no supieran quién vive en cada uno de los apartamentos de El Valle, la filiación política de cada familia y miembro de cada familia y dónde estaban y que hacían durante las horas en que se sucedieron los acontecimientos”

“De modo” dijo el ruso Ivanov que intervenía por primera vez “que alguien que conocía esa información la ignoró (o la ocultó) para facilitar que grupos que podían ser del gobierno o la oposición llevaran a cabo su fechoría”

“Exacto, camarada Ivanov” dijo el comandante-presidente “pero olvídese de la oposición, esos majunches no son tan sofisticados, fue gente infiltrada, un agente del enemigo infiltrado, pero… ¿quién?

Un silencio largo, asfixiante, denso, de lo que caen con el peso o fuerza del plomo derretido:

“Yo tengo un nombre presidente, uno que no deja dudas” dijo Malmierca, “pero escuche que lo va a sacudir: Juan Barreto”

Más silencio, más plomo derretido, más asfixia y la voz de Chávez sombría, patibularia, como quien se prepara a anunciar una sentencia a muerte:

“No, no me sorprende, lo sospechaba, años de militancia en El Valle, compinches, amigos, seguidores, apartamento y ahora con amiguetes en la oposición: de editores de periódicos, conductores de programas en televisión, en radio, todos amigos y relacionados con la campaña del majunche mayor, incorporado al “Comando Carabobo” por Jorge Rodríguez y que para controlar al “Colectivo La Piedrita”, pero déjenme llamar al general Rodríguez Torres para que lo detengan en el acto”.

“Presidente” salta Malmierca “Nunca dé esa orden: estamos manejando una hipótesis y hay que comprobarla: vamos a esperar el mitin del “23 de Enero” que está programado para dentro de dos semanas, y creo que ahí tenemos la oportunidad de comprobar o descartar”.

Chávez asiente, recoge unos papeles, como de quien se va a retirar y pregunta: “Camaradas, ¿conocen ustedes al “Gato” Briceño?

“Claro presidente” responde Rubashenko “nosotros conocemos a todos los animales de la revolución: a los gatos, a los chivos, a los perros y sobre todo a los patos. Porque ¡ah, revolución para tener patos!”.

“Si” dijo Chàvez “ muchos patos y todos son unos traidores” se paró para retirarse… “Entonces señores, muchas gracias…Otra vez la eficiencia, la rapidez y la lógica llegando al nombre del culpable. Desgraciadamente no podrán ayudarme en el segundo caso que quiero resolver hoy y no me queda sino despedirlos”.

“¿Cuál presidente?”, saltó Rubashenko “la intuición detectivesca no conoce límites, no por nada se dice que inventamos la lógica simbólica, hable que podemos dar sorpresas en espionaje nuclear y fraude electrónico”

“No amigos, no creo que puedan ayudarme desvelando el misterio del ciclón de Quíbor donde casi pierden la vida el ministro Reyes Reyes, el ministro Farruco Sesto y el alcalde del municipio Jiménez: esto es sobre un fenómeno natural que emerge de la nada y produce tal tipo de desastre que pienso es para una inteligencia de otro tipo” terminó Chávez

“¿Del cuarto tipo quizá?” dijo Rubashenko “¿videntes, parasicólogos, médiums, omniaudientes?”

“No exactamente “dijo Chàvez “ pero si de santeros, shamanes, paleros, gente que lee la oujia, los caracacoles, el tabaco y anda por el más allá”

“Presidente” estalló Ivanov en una carcajada “esos vagamundos conspiradores no tiene que buscarlos sino en el INAMEH, porque ellos tenían que saber que había un ciclón en el ambiente, anunciándose en la bioesfera y no dijeron nada. A esos los llamaba el camarada Stalin “conspiradores cósmicos ”.

El comandante-presidente puso tamaños ojos, anotó en una libreta, y comentó: “Ustedes son invaluables, camaradas, el INAMEH y no se me había ocurrido, ya mando a interrogarlos en el SEBIN, y por el propio Rodríguez Torres, a esos pitiyanquis caprilistas. Que los espíritus de la sabana me los bendiga, muchachos y pídanle a El Aissami todo lo que necesiten. Camaradas Rubashenko e Ivanov: Dusvidania. Camarada Malmierca: Patria, socialismo o muerte”.

Las dos de la tarde cuando los tres detectives abordan sus naves en el garaje del sótano de Miraflores para irse a almorzar a alguno de los lujosos restaurantes del Este de Caracas. Desde su Audi, Ivanov, le comenta en ruso a Rubashenko que ya abre la puerta del Camry:

“Alexei: Este presidente Chávez es el propio “Míster Jeckil y Míster Hide”: cuando quiere simular que está enfermo luce como un moribundo, pero si se trata de parecer sano, nadie puede imaginar que tiene cáncer y morirá en poco tiempo”

“Le gusta jugar con los extremos” respondió Alexei “que en este caso pueden conducir a la derrota o al manicomio”

“O a los dos” dijo ruso y enfiló hacia la salida del estacionamiento que se pierde por la avenida Urdaneta.


Por: Manuel Malaver
Politica | Opinión
Domingo 29 de Julio, 2012